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Talento a la fuga

“En Australia es el trabajador el que tiene la sartén por el mango”

“En Australia es el trabajador el que tiene la sartén por el mango”

Dice estar en “el paraíso laboral”. Ana Ruiz, una ingeniera electrónica burgalesa de 31 años, se marchó hace nueve meses a Melbourne, Australia, para encontrarse con lo que define como un escenario laboral envidiable. Allí trabaja en el área de la eficiencia energética, una especialidad, a la que asegura, jamás habría tenido acceso en una España donde las opciones son muy limitadas.

Ana decidió recorrerse los casi 16 mil kilómetros que separan a España de Australia en septiembre de 2014, después de que la empresa de su pareja, con sede en Melbourne, le ofreciera un trabajo a él. Ella no dejó pasar la oportunidad de conocer un país que siempre le había llamado la atención, y reconoce que decidió marcharse empujada por cierto “espíritu aventurero”. El mismo al que han apelado algunos representantes políticos para justificar la sangrante fuga de jóvenes españoles al extranjero. “Yo estaba trabajando en Miranda de Ebro, pero a mí me apetecía mucho la experiencia y él también iba a mejorar mucho profesionalmente, así que me dejé el trabajo y empecé de cero”, recuerda. Sin embargo, aclara que en su decisión también pesó la necesidad de prosperar en el terreno profesional, algo que no le permitía el limitado mercado laboral de su tierra natal. “Lo que te ofrecen aquí no tiene nada que ver con lo de España. Estoy aprendiendo muchísimas maneras de trabajar que en España al final siempre era la misma, la única que tienen”, explica. “Nunca hubiéramos venido si no hubiera sido por la oferta de empleo, que suponía una mejora sustancial de las condiciones que teníamos”, asegura.

Ana, que trabaja ahora en una empresa de desarrollo de software, habla de un país que apenas conoce el desempleo y que coloca al trabajador en una posición ventajosa. “Aquí es el empleado el que tiene la sartén por el mango”, asegura. Una realidad que no deja de comparar con la española: “Si un trabajador no está a gusto en su puesto de trabajo, tiene mil empleos a los que acudir. Las historias que puedes oír en España de empleados sufriendo por apenas mil euros, pringando los fines de semana y con la amenaza del paro, aquí no se producen. Es todo lo contrario”, afirma. Y describe así un paraíso laboral donde “las empresas te venden los puestos que ofertan”, “se respeta al trabajador desde el minuto uno” y se cumplen rigurosamente las jornadas de trabajo. 

Pero las puertas del “paraíso laboral” que ofrece Australia no son fáciles de abrir para los emigrantes españoles. Pese a gozar de una de las tasas de paro más bajas de la OCDE, con un envidiable 5'5 % de desempleo, y continuar a la cabeza de todos los índices de desarrollo humano y económico, Australia es un país tradicionalmente reacio a la llegada de inmigrantes. “Es muy complicado conseguir una visa. La mayoría de la gente llega con una visa de estudiante que te permite trabajar cuatro horas, pero te exige estudiar otras cuatro. Eso es algo riguroso. En el momento en que incumples las horas de estudiante, se avisa a Inmigración”, explica.

“Me siento más extraña en España que en México”

“Me siento más extraña en España que en México”

Con todo, la implantación de las empresas españolas ha facilitado el que se multiplique la cifra de españoles que buscan allí una segunda oportunidad en un mercado laboral que, como explica Ana, cada vez aprecia más al trabajador español: “Estamos muy bien mirados. A todos les encanta nuestra comida, nuestra música y en definitiva les gusta España. Y aquí nos consideran muy trabajadores porque ellos hacen su horario de trabajo y nosotros trabajamos más horas. Venimos con el chip español, y si hay que trabajar un fin de semana, se trabaja”. Esta situación está teniendo ya efectos positivos, con la firma de convenios que facilitarán la llegada de jóvenes españoles a Australia y el incremento de visados que ha prometido la Embajada australiana en España para el 1 de julio del presente año.

A pesar del favorable escenario que describe, Ana y su pareja ya han resuelto que volverán a España dentro de poco más de un año, cuando finalicen sus contratos. La enorme distancia que les separa de su país natal y sus familias se ha convertido en un factor determinante en su decisión. “Yo soy muy familiar y ahora tengo una sobrina pequeña que ya está casi andando y no puedo verla. Me estoy perdiendo cosas que son irrecuperables”, explica. “No sé si hay dinero o experiencia que pague algo así”, medita. Sin embargo, admite sentir cierto temor cuando reflexiona sobre la situación que se encontrará a su regreso. “Puede ser que me dé algo de vértigo el retorno, porque no sabes tampoco lo que te vas a encontrar. Mi pareja tiene el puesto asegurado, pero yo sí que tendré que buscarme las castañas otra vez, y no lo sé…”, deja caer con cierto halo de incertidumbre, pero con la seguridad de alguien que no ha estado nunca en situación de desempleo. “He de decir que he tenido suerte, porque nunca me ha faltado nada y me he sentido muy afortunada entre muchos de los amigos que no tienen trabajo”, admite plenamente consciente de que la suya, es una situación que es vista con cierta excepcionalidad en una España donde la tasa de desempleo supera el 23%. Eso sí, advierte: “Puestos a pedir, Australia me da más”.

Y aunque a veces haya soñado con quedarse “10 años hasta hacer dinero y volver”, Ana tiene claro su regreso. “Soy española y siempre me voy a sentir así” pero, como reconoce, ha encontrado en Australia no solo la oportunidad de “crecer personal y profesionalmente” sino la satisfacción de “llegar a casa con una sonrisa que tiene que ver con lo personal, pero también con lo profesional. Y a mí ya me nace en el trabajo”.

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