Arabia Saudí

Bin Salmán cumple un año como príncipe heredero de Arabia Saudí con aparente reformismo interno y conflictos exteriores

Bin Salman, el príncipe heredero de la Corona de Arabia Saudí, en la ceremonia de apertura de la Copa Mundial de Fútbol 2018, en Rusia.

InfoLibre

Mohamed bin Salmán cumple este jueves su primer aniversario como príncipe heredero de Arabia Saudí, un año marcado por una agenda de reformas a nivel social y económico, la purga contra la corrupción lanzada poco después de su ascenso y la participación de Riad en varios conflictos militares en la región, reflejo del aumento de las tensiones con Irán.

El ascenso político de Bin Salmán se inició en 2012, con la muerte por fallo cardíaco del heredero y ministro Nayef bin Abdulaziz al Saud, lo que provocó su entrada en la línea sucesoria. Y se reforzó en 2015 con la entronización de su padre, Salman bin Abdulaziz al Saud, tras el fallecimiento del rey Abdulá bin Abdulaziz al Saud.

Ese año, Bin Salmán fue nombrado ministro de Defensa y secretario general de la Casa Real, y finalmente fue designado príncipe heredero el 21 de junio de 2017, después de que su padre sacara de la línea sucesoria a Muhamad bin Nayef, al que retiró de todos sus cargos.

Bin Salmán, considerado por muchos como el verdadero 'hombre fuerte' del país debido a los cargos que acumula y la escasa presencia pública de su padre. Criticado duramente por las ONG por sus campañas contra los activistas y la mala situación que atraviesan las mujeres y los opositores, el príncipe heredero ha impulsado durante este año una serie de reformas a nivel económico y social destinadas a reformar y presentar Riad con cara amable.

En el centro de este programa está la llamada Vision 2030. Un proyecto fue lanzado antes de que Bin Salmán fuera colocado en el primer lugar en la línea sucesoria y que el príncipe –quien es también presidente del Consejo de Asuntos Económicos y Desarrollo– ha impulsado con el objetivo de diversificar la economía y desarrollar los servicios públicos, muy limitados en el país.

Bin Salmán ha puesto en marcha una restricción de los poderes de la 'mutaua' –la policía religiosa– y ha ampliado la participación de la mujer en los organismos públicos, en muchos de los cuales estaba excluida o relegada a puestos de menos responsabilidad.

El propio Bin Salmán prometió un Islam "moderado y abierto" en el país, actualmente dominado por el wahabismo, una rama extremadamente conservadora dentro del sunismo. "Estamos volviendo a lo que fuimos, un país de Islam moderado que está abierto a todas las religiones del mundo", explicó.

En este sentido, las autoridades han comenzado a permitir a las mujeres la entrada a los estadios y otras instalaciones deportivas del país, la conducción de automóviles mediante decreto real a partir de junio de 2018, así como que se postulen al Ejército y al Ministerio de Justicia.

Este aperturismo ha recibido críticas por la campaña de detenciones llevada a cabo semanas antes del inicio de la entrega de los primeros permisos, que tuvo como blanco a los principalmente a activistas de las campañas a favor de los derechos de las mujeres.

A pesar de las reformas, las mujeres siguen haciendo frente a numerosas restricciones en el país, especialmente las relacionadas con la forma de vestir, sus relaciones sociales con los hombres hombres y la obligada autorización de un 'guardián' para actividades como viajar, trabajar o acudir a un centro médico.

Política exterior de conflictos

Por contra, la política exterior saudí desde la llegada de Bin Salmán a Defensa ha estado marcada por el aumento de las tensiones y los conflictos en la región, especialmente a raíz de que ordenara la intervención de Riad en el conflicto con Yemen al frente de una coalición internacional

La coalición respalda a las fuerzas leales al presidente yemení, Abdo Rabbu Mansur Hadi, quien sustituyó a Alí Abdulá Salé tras las protestas prodemocráticas de 2011, y que fue expulsado de la capital yemení por los rebeldes huthis, que cuentan con el apoyo de Irán.

Los huthis se hicieron con gran parte del país gracias al apoyo –entre otros– del propio Salé, lo que fue interpretado por las autoridades saudíes como una amenaza de expansión de la influencia regional de Teherán. El conflicto desencadenado ha sumido a Yemen en una grave crisis humanitaria y ha dejado más de 10.000 muertos, además de millones de desplazados.

Asimismo, Arabia Saudí ha estado al frente de un grave conflicto diplomático en la región, después de acusar a Qatar de apoyar al terrorismo en la región y cortar lazos con Doha, una decisión seguida de un bloqueo al país, que ha rechazado las acusaciones. Las autoridades saudíes han criticado duramente a Qatar –miembro del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG) e integrante de la coalición que combate en Yemen– y han acusado a Doha de posicionarse del lado de Irán en varios asuntos, en una muestra más de la disputa por el poder regional entre Riad y Teherán.

Estas disputas se trasladaron a finales de 2017 a Líbano, donde Irán cuenta con una fuerte influencia a través del partido-milicia chií Hezbolá, en un incidente diplomático protagonizado por el primer ministro libanés, Saad Hariri. El político suní, muy cercano a Riad, anunció por sorpresa su dimisión durante una visita a país saudí, donde denunció la existencia de planes para asesinarle. El primer ministro, que volvió a Líbano varias semanas después y retiró su dimisión tras reunirse con el presidente del país, Michel Aoun, ha negado en todo momento haber sido retenido en Arabai Saudí, si bien el mandatario francés, Emmanuel Macron, resaltó a finales de mayo que Hariri "estuvo retenido en Arabia Saudí durante varias semanas".

La política asertiva con Irán por parte de Bin Salmán ha tenido también su reflejo en el apoyo saudí a Estados Unidos en su decisión de retirarse del acuerdo nuclear firmado en 2015 y en su exigencia de que se apliquen nuevas sanciones a Teherán para frenar sus políticas regionales.

Construcción de su figura

El meteórico ascenso de Bin Salmán en la escena política saudí se vio reforzado a raíz de de una campaña contra la corrupción que ordenó el año pasado y que se saldó con la detención de decenas de príncipes, altos funcionarios y hombres de negocios.

La mayoría de ellos, incluido el príncipe e inversor global Alwalid bin Talal, fueron liberados tras ser exonerados o llegar a acuerdos económicos con el Gobierno, que permitieron a las autoridades recaudar más de 400.000 millones de riales (más de 85.000 millones de euros), según la Fiscalía.

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En clave interna, esta purga fue interpretada como un esfuerzo de Bin Salmán por marcar su posición y apartar de la carrera hacia la Corona a personas influyentes del país, así como ganar prestigio a nivel internacional por sus esfuerzos contra la corrupción.

Las escasas apariciones en público del rey Salmán, en medio de los rumores sobre su salud, y las informaciones relacionadas con una posible abdicación a favor de su hijo han aumentado en los últimos meses. Esto ha llevado al príncipe a construir una imagen de liderazgo y representación frente a las autoridades saudíes, y ha sido uno de los motivos de la gira internacional de varias semanas que le ha llevado a países como Estados Unidos, Francia, España y Reino Unido para recabar apoyos.

Sin embargo, el príncipe heredero sigue haciendo frente a oposiciones en el país, no sólo por parte de los sectores conservadores, sino –sobre todo– por parte de activistas prodemocráticos que consideran que la apertura es insuficiente y una mera operación de maquillaje para promocionar una imagen reformadora ante la comunidad internacional.

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