26M | 'Superdomingo' electoral

La campaña del 26M determinará si se consolida el poder de la izquierda y quién manda en la derecha

Un votante deposita su papeleta en un colegio electoral.

La campaña electoral ya está en marcha, Sin tiempo todavía para asimilar los resultados del 28 de abril, los partidos pugnan desde este viernes por el voto de los ciudadanos en tres convocatorias diferentes: municipales y europeas en toda España y autonómicas en doce comunidades. El superdomingo del 26 de mayo  tendrá que dar respuesta a numerosas incógnitas, desde si la izquierda será capaz de consolidar la ventaja que obtuvo en las generales hasta cómo evoluciona la pelea por el liderazgo de la derecha. infoLibre repasa a continuación siete de ellas.

  1. La hora de los barones socialistas

Hace apenas tres meses, lo último que querían los barones socialistas es que sus respectivos procesos electorales coincidiesen con las generales. Estaban convencidos de que el debate catalán pasaría factura al presidente y no querían verse arrastrados por Pedro Sánchez, al que consideraban un lastre y al que atribuían el mal resultado cosechado por el PSOE andaluz el pasado diciembre.

Después de lo ocurrido el 28 de abril y a la vista de lo bien que le fue a su colega de la Comunitat Valenciana, Ximo Puig, que en su momento tomó la decisión de adelantar sus elecciones para hacerlas coincidir con las generales, seguro que ya no piensan lo mismo. Sobre todo porque el buen resultado del 28A tiene mucho que ver con una movilización muy elevada del voto progresista que está por ver que se repita el 26 de mayo.

Ese día se la juegan los barones socialistas de Castilla-La Mancha (Emiliano Garcia-Page), Aragón (Javier Lambán), Extremadura (Guillermo Fernández Vara) e Illes Balears (Francina Armengol). El caso de Asturias es peculiar: el presidente Javier Fernández, reconocido antisanchista, se retira y en su lugar se presenta Adrián Barbón, un afín al presidente.

La baronesa balear tiene ante sí un escenario simple: sólo podrá conservar la presidencia si consigue revalidar la mayoría de izquierdas que le ha dado apoyo durante toda la legislatura. Si PSOE, Podemos y Més no suman, será la derecha la que gobierne, porque Cs ya ha anunciado que en ningún caso permitirá un gobierno presidido por Armengol.

La situación en las otras cuatro comunidades es más abierta, especialmente en las que los barones del PSOE se han mostrado más dispuestos a dejar de mirar a la izquierda y apoyarse en la derecha de Cs para conservar sus cargos. Es el caso de Page y de Lambán.

El primero ha podido gobernar gracias a Podemos (el más votado en 2015 fue el PP con 16 escaños, pero Page consiguió sumar los dos diputados de Podemos a los 15 del PSOE). Pero, si cambian las tornas y está en situación de hacerlo, no tendrá inconveniente en buscar el respaldo de Cs.

Lambán afronta la campaña electoral también en la incertidumbre. En 2015 consiguió la investidura con el apoyo de Podemos, la Chunta e Izquierda Unida. Las encuestas para la próxima legislatura no son concluyentes: el barón socialista aragonés puede tener que recurrir de nuevo a acuerdos con otras formaciones progresistas pero, si Ciudadanos obtiene un buen resultado, serán los de Rivera los que decidan si la presidencia cae del lado del PSOE o del PP.

La formación naranja tampoco hace ascos a pactar con los socialistas en Asturias. Está por ver si matemáticamente es posible, pero en el Principado las encuestas apuntan a un mayoría de izquierdas integrada por PSOE, Podemos e IU. Si dan las cuentas esta es la hipótesis más verosímil, en consonancia con el perfil sanchista de Barbón.

Si el CIS acierta, en Extremadura Fernández Vara podrá elegir si gobierna con Unidas por Extremadura o con Ciudadanos. Ese sería el dilema, porque la macroencuesta publicada este jueves indica que, en estas comunidad, los de Rivera no sumarán con el PP.

El futuro electoral de estos barones condiciona su papel en el partido. Sus cargos son su fortaleza, especialmente en el caso de los más críticos, Lambán y Page. Si pierden sus respectivas Presidencias, también peligrará el poder orgánico que tienen y que tradicionalmente han utilizado para socavar el discurso de Sánchez en asuntos tan delicados como Cataluña.

Un fracaso de las candidaturas socialistas enfriará, de paso, el éxito cosechado por Sánchez el 28 de abril. Un buen resultado —algunos en el PSOE sueñan con la Comunidad de Madrid, con Castilla y León e incluso con Navarra— tendría el efecto contrario y consolidaría las posiciones del presidente en los prolegómenos de una legislatura en la que el debate territorial estará en el centro.

  2. La derecha en guerra

El superdomingo de mayo será, también, el campo de batalla en el que el Partido Popular y Ciudadanos midan fuerzas. Las elecciones generales abrieron la guerra entre ambas formaciones para disputar el liderazgo de la derecha y, desde ese momento, las hostilidades no han cesado. Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (Cs) intercambian críticas y reproches casi a diario mientras miran de reojo a Vox y echan cuentas para ver si entre los tres suman mayorías para hacerse con alcaldías y con gobiernos autonómicos.

El 28 de abril el PP mantuvo el primer puesto en el espacio de la derecha, pero por muy poco. El hundimiento de Pablo Casado redujo a más de la mitad los escaños que tenía su partido en el Congreso: pasó de 137 a 66, 71 menos que en 2016. Ciudadanos no consiguió echar a Sánchez de la Moncloa ni convertirse en la primera fuerza de la derecha, pero sí ha creado el escenario propicio para intentar de nuevo el segundo objetivo: se quedó a sólo nueve diputados del PP (57 escaños; 25 más que en 2016).

Ciudadanos superó al PP en cinco comunidades: Andalucía, Aragón, Cataluña, Madrid y Baleares. Así que para el 26M su objetivo es mejorar ese resultado y apuntalar el relato que Rivera está intentando construir de sí mismo como jefe de la oposición a Sánchez.

Pablo Casado tiene mucho más que perder que Rivera en el superdomingo que viene. Necesita ganar en Madrid, tanto en el ayuntamiento como en la comunidad, y al menos conservar los territorios en los que gobierna: Castilla y León, Murcia y La Rioja, que, según el CIS, están amenazados.

Después del hundimiento de las generales, Casado ha reescrito su estrategia. Ya no disputará el espacio de la derecha más extrema, en un intento de centrar el partido, y tratará de sembrar dudas sobre las verdaderas intenciones de Cs para después del 26M haciendo ver que secretamente pretende pactar con el PSOE en comunidades como Murcia o Castilla y León.

El líder del PP necesita detener la sensación de derrota en la que se ha instalado su partido y que amenaza con desestabilizarlo aún más después del superdomingo si acaba perdiendo poder en autonomías y municipios. Rivera, por el contrario, cree estar ante una oportunidad de oro para apuntillar al PP y consumar el sorpaso por el que trabaja desde que Sánchez ganó la moción de censura. La macroencuesta del CIS apunta a todo lo contrario.

  3. Los ultras buscan hueco

La novedad de las generales, la ultraderecha de Vox, ya no lo será el 26 de mayo. Los electores pusieron a los extremistas de Santiago Abascal en su sitio: 24 diputados irrelevantes para el juego de las mayorías en el Congreso que, eso sí, han resultado decisivos para dividir a la derecha y favorecer la hegemonía del PSOE y de Podemos en la Cámara baja.

Y eso que las elecciones generales eran el escenario ideal para sus propuestas: la defensa de la unidad de España, la eliminación de las autonomías o la liberalización completa de la economía. Sus mensajes de trazo grueso, como el que trata de identificar la inmigración con la delincuencia, tiene un encaje más complicado en la batalla electoral autonómica o en la pelea por la alcaldías, donde las propuestas concretas priman sobre las declaraciones más generalistas.

La cita del 26 de mayo les ha pillado, además, con el partido a medio construir, sin tiempo de montar suficientes candidaturas ni de poner en marcha la logística imprescindible para una campaña electoral complejísima como son unas municipales si se quiere competir de tú a tú con el resto de partidos estatales.

El superdomingo servirá, además, para comprobar hasta qué punto la militancia ultra española se mantiene movilizada después de no haber satisfecho sus expectativas en las elecciones generales. Y también para saber si una parte de sus votantes se replantea haber cambiado la papeleta del PP o la de Cs por la de Vox, a la vista de que la división ha pasado una elevada factura al espacio político de la derecha.

Si el CIS acierta, Vox será irrelevante en todas las comunidades salvo dos: irrelevante Madrid y Murcia. En esta última pueden acabar decidiendo la Presidencia si PP y Ciudadanos aceptan pactar con ellos como hicieron en Andalucía. Queda por ver en cuántos municipios —alguno de ellos muy importante, como es el caso de Madrid— quedarán también en situación de condicionar alcaldías.

  4. El desafío de Podemos

Las elecciones autonómicas y municipales representan un reto para la formación liderada por Pablo Iglesias. Obligado a navegar contracorriente en un ciclo electoral a la baja, el jefe de filas de Unidas Podemos se ha echado a la espalda la responsabilidad de dar la vuelta a las tendencias, como ya hizo en la fase final de la campaña de las generales gracias sobre todo a los debates en televisión y empujar a sus candidaturas para frenar, o si es posible revertir, el retroceso que anuncian todas las encuestas.

Podemos fue decisivo o jugó un papel muy relevante en 2015 en comunidades como Castilla-La Mancha, Aragón, Navarra o Extremadura. El 26 de mayo tiene que competir de nuevo con el llamamiento a la concentración en el PSOE del voto progresista, que sin duda harán los candidatos socialistas, si quiere garantizarse una posición relevante en la negociación de los pactos que se avecinan. Cuanto más peso tenga Podemos en las autonomías en las que el PSOE esté necesitado de apoyos, más posibilidades tendrá Iglesias de doblar el brazo a Sánchez para que acepte formar el primer gobierno español de coalición de la democracia en nuestro país.

El otro desafío que servirá para medir el éxito o el fracaso de Podemos el 26M son las municipales, especialmente el futuro que aguarde a los llamados ayuntamientos del cambio. Las municipales de 2015 facilitaron a los de Pablo Iglesias la oportunidad de participar en gobiernos locales muy relevantes, como los de Barcelona, Madrid, València, Cádiz, A Coruña o Santiago.

Los desencuentros internos que ha vivido la organización, especialmente en Madrid, son su principal lastre de cara al superdomingo. Iglesias necesita conservar influencia en la administración local y autonómica para apuntalar el papel decisivo que quiere jugar en el gobierno de Sánchez.

  5. La batalla de Madrid

Las elecciones son importantes en todos los territorios, pero Madrid será esta vez protagonista de lo que suceda, tanto en el ayuntamiento como en la comunidad. La capital de España, la joya de la corona local, cayó en 2015 del lado de la izquierda por primera vez en 30 años. Manuela Carmena llegó a la Alcaldía de la mano de Podemos y con el respaldo del PSOE, pero ahora se presenta con su propia plataforma y teniendo que disputar el espacio progresista a otras dos candidaturas de izquierda —la socialista y la de IU—.

La posibilidad de que Carmena revalide la Alcaldía está amenazada por la derecha, sobre todo si Vox consigue entrar en el ayuntamiento y acaba sumando mayoría absoluta con el PP y Ciudadanos.

El futuro de la Comunidad de Madrid también está lleno de incertidumbres. PP, Ciudadanos y Vox —no hay garantías sobre quién liderará este espacio, si los de Casado o los de Rivera— parecían en mejor situación de sumar mayoría absoluta que sus rivales, una izquierda también dividida en tres partidos: PSOE, Podemos y Más Madrid, la plataforma que Íñigo Errejón decidió poner en marcha, de común acuerdo con Carmena, para disputar las elecciones autonómicas en vez de con la formación de Pablo Iglesias, que le había elegido candidato a la Presidencia. Sin embargo, el CIS pronostica que será la izquierda quien obtenga mayoría absoluta en la Comunidad.

  6. Europa en riesgo

El 26 de mayo también hay elecciones para renovar el Parlamento Europeo. Una cita dominada por las incógnitas, en primer lugar porque su celebración el mismo día que las elecciones municipales y autonómicas contribuirá previsiblemente a reducir la abstención asociada a una votación que muchos ciudadanos perciben como intrascendente, a pesar de que todo indica que existe un gran riesgo de que los partidos euroescépticos ganen mucho terreno.

Y, en segundo lugar, porque a diferencia de las autonómicas —que sólo se celebran en doce comunidades— y de las municipales —donde únicamente PP y PSOE tiene capacidad para presentarse en casi todos los ayuntamientos—, las elecciones europeas darán una idea de la voluntad del conjunto de los electores españoles.

Las europeas serán también un buen retrato de la posición que cada uno de los partidos ocupa en la política española. El PSOE tiene la oportunidad de convertirse en el núcleo del grupo socialdemócrata europeo. Ciudadanos buscará, una vez más, desbordar al PP e impulsar el grupo liberal en Estrasburgo, siempre con la vista puesta en su principal objetivo: hacer ver que su jefe de filas, Albert Rivera, es el jefe de la oposición a Sánchez y su única alternativa frente a un PP en descomposición. La estrategia de Pablo Casado será exactamente la contraria: su futuro depende de la capacidad que tenga su partido de batir a la formación naranja no sólo en autonómicas y municipales sino a escala española, la única circunscripción en las que todos las electores podrán elegir entre PP y Cs.

Unidas Podemos fue hace cinco años la candidatura revelación en las elecciones europeas. Ahora tratará de mantener el apoyo de 2014 peleando por un espacio en el que el electorado suele ser menos permeable a los llamamientos al voto útil, conscientes de que hay menos cosas en juego que en unas elecciones generales, locales o autonómicas.

Para Vox será también una gran oportunidad. Las elecciones le van a abrir las puertas de Estrasburgo, donde previsiblemente compartirán grupo con la extrema derecha francesa, italiana y húngara. Y, como Podemos, confían en que el voto útil no funcione y recibir el apoyo de los electores de derechas conscientes de que no hay ningún gobierno en juego.

Las elecciones europeas serán también la oportunidad de resolver un duelo muy particular: el que enfrentará la candidatura encabezada por Carles Puigdemont con la que lidera Oriol Junqueras. Ambos se disputan algo más que la representación del independentismo en Bruselas: estarán sometiendo a referéndum dos formas muy distintas —una rupturista y otra negociada— de impulsar el soberanismo.

  7. ¿Es una segunda vuelta?

El efecto que la proximidad entre las elecciones generales y el superdomingo de mayo pueda tener sobre la intención de voto de los electores es un misterio sobre el que politólogos y sociólogos no se ponen de acuerdo, sobre todo porque se trata de una situación de la que no hay precedentes.

Algunos creen que el PSOE se verá beneficiado por el llamado efecto bandwagon bandwagon(se podría traducir como efecto arrastre, efecto carro ganador o efecto luna de miel). Quienes predicen este fenómeno creen que el electorado, especialmente en la resaca de unas elecciones, tiende a elegir al partido ganador, el que ha salido reforzado de los anteriores comicios.

En España no hay experiencia que avale su existencia, pero sí en países como Francia, donde se celebran primero las elecciones presidenciales y después las legislativas.

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Otros, sin embargo, opinan todo lo contrario. Creen que el 26 de mayo puede imponerse el llamado efecto underdog underdog(efecto de compensación), que haría que en la segunda elección se reforzasen las opciones que han obtenido malos resultados, o las que tratan de poner coto al poder del partido ganador. Los que creen en esta hipótesis sostienen que el electorado optará por forzar una especie de equilibrio.

El sociólogo y consultor político Rubén Juste aseguraba hace pocos días en infoLibre que “es evidente que la campaña se va a contagiar del mismo espíritu que las generales, pero de otra forma. Ya no puede ser lo mismo. Ahora sabemos que la extrema derecha tiene menos peso del que nos han hecho creer. Eso va a permitir hablar más en clave regional y que resurja la agenda social. A Sánchez le va a penalizar mucho la indefinición. Muchos de sus votos son prestados, no hay una fidelidad identitaria a las siglas, como antes. Dentro de los votantes del PSOE hay una preferencia por el acuerdo con Unidas Podemos”.

Para los socialistas será clave, de nuevo, la movilización de los suyos. Pero ahora les será mucho más difícil agitar el miedo a un pacto entre las tres derechas y el temor al auge de la extrema derecha, que el 28A entró en el Congreso, sí, pero por debajo de las previsiones.

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