Talento a la fuga

Celia Arroyo, psicóloga: “La emigración hace vulnerable a cualquier persona”

Celia Arroyo, psicóloga: “La emigración hace vulnerable a cualquier persona”

Ya se cuentan por decenas de miles los jóvenes españoles que se han marchado al extranjero en los últimos años. Asediados por una crisis económica que los ha abocado al vacío laboral y la falta de expectativas, decidieron continuar sus vidas fuera de las fronteras españolas. Sin perspectivas ciertas de retorno en muchos de los casos, los emigrantes configuran un fenómeno cuyo retrato va más allá de las habituales pinceladas estadísticas y demográficas que, con frecuencia, aparecen en los medios. Se trata también de un proceso de consecuencias psicológicas que trascienden datos socioeconómicos y cifras y que también compromete la identidad de quien se marcha.

Celia Arroyo, psicóloga y psicoterapeuta con una amplia experiencia en atención a emigrantes, pone el foco en los efectos sobre la salud mental de quienes, por una u otra circunstancia, decidieron reiniciar sus vidas en otros países. A través de las herramientas que proporcionan las nuevas tecnologías, atiende a aquellos españoles cuya experiencia migratoria los sitúa en “una situación de mayor riesgo y vulnerabilidad”. Una situación acentuada, en muchos casos, por el estigma con el que, todavía hoy, carga la palabra “emigrante” cuando se refiere a ciudadanos españoles.

Pregunta: En un artículo suyo habla sobre la conveniencia de emplear el término emigración para referirse a los miles de españoles que se han marchado al extranjero. Sin embargo, en ocasiones da la sensación de que, no solo desde instancias políticas o mediáticas, sino desde la propia visión del que se encuentra fuera, se produce una tendencia a rechazar el concepto.

Respuesta: El término emigrante tiene connotaciones negativas. De hecho, cuando España ha sido país de acogida, así lo asumíamos. No se quiere decir ni se quiere poner en los medios. Hay una premisa en psicología que dice que lo que no se nombra no existe. No hablar de los emigrantes españoles es negar una realidad y eso es malo a nivel social y personal. Si se asume de alguna manera que se es emigrante, aunque pueda escocer en un primer momento, se puede contar con los recursos para saber que se está ante una situación de riesgo para la salud mental, porque es así: la emigración hace vulnerable a cualquier persona. Reconocerse en esa figura permite la posibilidad de activar una serie de recursos para sentirse bien, para allanarse el camino.

P. Dice que emigrar es una situación que pone en riesgo la salud mental. ¿En qué sentido?

R: Algunos autores se refieren a la migración como “trauma”, pero no entendido como un suceso que ocurre una sola vez, sino como una condición que durante un tiempo prolongado va a poner en jaque las defensas psíquicas de las personas.

Los efectos psicológicos que puede tener la emigración van a depender mucho del tipo de personalidad: de si la persona ha tenido algún problema de salud mental previo como ansiedad o depresión, de las condiciones en que se vaya, de si tiene familia o amigos allí… Depende de muchos factores. Si el emigrante tiene duelos previos que no se han elaborado adecuadamente, la migración puede reabrirlos. Hay gente que puede incluso desarrollar un brote psicótico por emigrar, aunque hay que reseñar que eso no es lo común. Si eso sucede, es porque la persona tenía una predisposición y digamos que, en una situación de estrés como es el proceso migratorio, podría desarrollarlo.

P: ¿En qué medida se ve afectada la identidad de la persona cuando se aleja de su país y sus raíces?

R: Se produce una crisis de identidad y de querer primero mimetizarse con el país de acogida –ser más alemán que los alemanes o más inglés que los ingleses– y rechazar en público las costumbres del propio país. Pero, pasado un tiempo, surge la pregunta de “¿quién soy?” e incluso una sensación de haber estado actuando de una manera falsa. Entonces aparece la crisis de identidad y muchas veces la gente se asusta y lo que hace es aferrarse nuevamente a su cultura. Por ejemplo, las mujeres musulmanas saben que para integrarse es importante llevar una vestimenta occidental, pero cuando pasa el tiempo, vuelven a ponerse el velo. O un español se coloca el escudo del Real Madrid en el coche, algo que les hubiera parecido cañí de vivir en España.

P: Mencionaba antes los recursos a los que los emigrantes pueden acogerse para enfrentar su situación. ¿Qué pautas son recomendables para los que se marchan desde el punto de vista de la psicología?

R: Fundamentalmente deben buscar gente de su país que también haya pasado por la experiencia migratoria, porque son esas personas las que les van a comprender. Decidir marcharse a Gran Bretaña, Alemania o donde sea y no convivir con españoles porque lo que quieren es aprender inglés, es un error. No sé si para aprender el idioma es bueno, pero puedo asegurar que para la salud mental es malo. El riesgo más grande al que se expone un emigrante es entrar en lo que se llama la “deprivación afectiva”, o sea, que por el idioma o por la gente de la que se rodea, no tenga un sitio donde poder expresar sus emociones, relacionarse con otras personas y generar una conexión emocional realmente genuina.

Con respecto a las personas que han tenido que dejar a sus hijos, es recomendable que hablen con ellos y les expliquen, adaptando el lenguaje a su edad, cuándo se van a ver, cuándo habrá una conversación por videoconferencia, porque esto de alguna manera les devuelve su sensación de control. Porque cuando uno de los padres se marcha, los niños pueden tener una fantasía inconsciente de que les han abandonado porque han hecho algo mal.

P: Cuando se ahonda en el fenómeno de la emigración desde la óptica de la psicología, aparece siempre el concepto “duelo migratorio” como un proceso por el que atraviesa todo inmigrante. ¿En qué consiste?

R: Por duelo migratorio yo me refiero a elaborar lo que hemos perdido cuando nos hemos marchado a otro país. Me explico: al principio, la persona tiene, inconscientemente, la percepción de que se puede estar en dos sitios a la vez, de que se pueden tener dos vidas simultáneamente. No se percibe que la familia y amigos continúan haciendo su vida en España. Pero cuando llegan de vacaciones muchas veces hay conflictos o no se sienten bien. Esperan de los amigos que en seguida lo dejen todo para ir a verles y que toda la relación siga igual, pero no lo es, porque entre otras cosas ellos han cambiado mucho. Y en este sentido muchas veces hay una falta de comprensión entre los que se van y los que se quedan. Entonces hay cosas que han perdido de su identidad, de su cultura, de sus relaciones, sobre todo el que decide quedarse en el país de destino, porque de alguna manera renuncia a muchas cosas que hay en España, y esa renuncia es lo que se llama duelo migratorio, el duelo por las cosas que has dejado aquí. Es un duelo con unas características particulares, que pueden hacerlo crónico e incluso afectar a las generaciones venideras.

P: “Sal de tu zona de confort” se ha convertido en una expresión repetida tantas veces que parece que se ha asumido casi como una consigna válida para crecer laboralmente en el extranjero. ¿Hasta qué punto son recomendables o apropiados mensajes como este?

La emigración de españoles al extranjero creció un 23% en el 2015

R: Que es recomendable salir de la zona de confort es algo que desde el punto de vista de la psicología sabemos que es cierto, pero anteponiendo siempre que es un riesgo. Solamente si la persona tiene los recursos suficientes para enfrentar esa amenaza, entonces se va a convertir en una oportunidad en la que se va a ampliar el autoconocimiento, la autoestima, y que tendrá una repercusión alta en lo que se consigue. Pero no todo el mundo tiene esa capacidad; de hecho, hay mucha gente que se marcha y regresa a los meses, que lo vive como un fracaso. Y no lo es, porque si te encuentras con mucha ansiedad y lo estás pasando mal, volver es un éxito.

P: La gran mayoría de los expatriados entrevistados en Talento a la fuga expresan su deseo de volver algún día a España ¿Es fácil retornar, readaptarse al país de origen tras haber empezado una nueva vida fuera?Talento a la fuga

R: Cuando estás fuera, idealizas mucho el país, el sol, todo lo que te gusta, y a las personas que dejaste. Eso dificulta la readaptación en un principio, porque uno ya no es el mismo. La experiencia migratoria cambia a la persona a unos niveles que es difícil de explicar o de entender para alguien que no los ha atendido como terapeuta o no ha pasado por esa experiencia. Esas personas se sienten en cierto modo de ningún sitio; una parte de ellos sólo se siente comprendida entre inmigrantes, porque comparten esa experiencia.

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