Odiado, amado, ignorado, bendecido, insultado, esquinado, aplaudido… Carles Puigdemont es uno de los políticos que levanta más sentimientos de todo tipo. Y en sus manos, con las que maneja de manera absoluta los hilos de Junts, está buena parte del futuro de la legislatura. Pero él y su formación también se mueven en un escenario con varias pistas muy complejas para ellos en este arranque de curso.
Y es que su papel no es el que sólo dibuja la derecha de un hombre que chantajea a Sánchez ni tampoco el que él quiere vender de moverse solo al servicio del independentismo sin tener en cuenta el contexto nacional y su situación personal. Hay muchos grises detrás de los argumentarios. A pesar de sus duras advertencias al Gobierno central, el exjefe del Ejecutivo catalán es consciente de que el socialismo busca mantener todos los puentes con él y contar con sus votos para aguantar la legislatura. Por el momento, no rompe la baraja para precipitar una convocatoria electoral que llevaría, según las encuestas, a un Gobierno del PP y de Vox.
Algo que se evidenció de manera explícita este martes con la reunión entre Salvador Illa y Puigdemont en Bruselas, un paso que en el PSOE saben que es necesario para conservar los lazos. Una manera de rehabilitarlo políticamente, que tendrá su punto culmen cuando en el otro lado de la mesa esté Pedro Sánchez.
Una relación de funambulistas
El presidente del Gobierno ha confesado varias veces a los periodistas que está dispuesto a ese encuentro. No obstante, ese as lo guardan bajo llave en el Palacio de La Moncloa hasta que se tenga que usar para un objetivo de gran alcance, como podrían ser los presupuestos generales. La relación entre el PSOE y Junts se vio tocada por el caso Cerdán, al ser el ex secretario de Organización el que negociaba directamente con los independentistas. Ahora juega un papel crucial el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.
En Junts siempre insisten en que su apoyo está condicionado al cumplimiento de los acuerdos de investidura y que deciden punto por punto en cada sesión en el Congreso de los Diputados. En el Gobierno han asumido también que los posconvergentes necesitan ganar casi siempre en el relato ante su electorado y han digerido en Moncloa que la mayoría de veces Junts venderá su enfoque sobre los acuerdos. Ni los suyos saben hasta el último minuto qué decisión tomará Puigdemont.
El análisis que hacen ahora mismo en la cúpula socialista es que en Junts también pesa el contexto social en Cataluña, a pesar de que en público no lo mencionen. Un Gobierno del PP y Vox en La Moncloa serviría para la confrontación y los de Puigdemont podrían crecer en ese contexto, pero también está el riesgo de que si aparecen como los culpables de ese Ejecutivo de ultraderecha, el electorado catalán podría dar la espalda a los posconvergentes para intentar frenar con el voto útil la posibilidad de victoria de Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal.
Los nervios por Aliança
Pero, a la vez, hay una constante que se está adueñando desde hace semanas de los cargos medios y locales de Junts: el “nerviosismo” por el auge de Aliança Catalana. Según reconocen fuentes independentistas, esa sensación se está apoderando de muchos alcaldes del interior de Cataluña, que ya están advirtiendo a la cúpula del partido del terremoto electoral que puede suponer en las próximas autonómicas y municipales el partido de Sílvia Orriols. “Puede haber más Ripolls”, como indica una persona que ha estado en la dirección de la formación junto a Puigdemont.
Entre cargos de Junts se comparte cómo ven que sube esta formación en zonas como Girona y Lleida, además del norte de Barcelona. Esos enclaves son decisivos, por ejemplo, para formar mayorías en el Parlament en virtud de la ley electoral. Esto lleva a un dilema interno dentro del partido sobre endurecer todavía más su discurso sobre la migración. Aunque surgen las dudas de si los votantes prefieren al original o a la copia. “Como le pasa a Feijóo con Vox”, señalan fuentes soberanistas.
En el último barómetro del CEO (el CIS catalán) publicado el pasado mes de julio se reflejó que el partido de ultraderecha catalanista quintuplicaría hoy sus resultados en el Parlament, pasando de dos a diez u once escaños al obtener ya un 7,6% de los votos (creció 1,4 puntos respecto a la anterior encuesta del mes de marzo). En el estudio se refleja el alto grado de fidelidad en torno al partido de Ripoll y, sobre todo, que ese incremento llega por trasvase desde Junts.
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Uno de los debates dentro del partido posconvergente que se abre de cara al futuro es la relación con Aliança una vez se celebren nuevos comicios, pues podrían tener la llave para que volviera un Gobierno independentista, además de poder ser la suma clave en muchos ayuntamientos del interior de la comunidad. Hasta el momento, Puigdemont se ha negado a llegar a acuerdos con Orriols. “Nunca negociaré con la ultraderecha”, ha señalado en alguna ocasión el expresidente en relación a esa formación.
Pero, además, en todas las decisiones políticas que pueda tomar Puigdemont pesa lo que pase con su situación judicial. Está previsto que en el primer pleno del Tribunal Constitucional se estudie la admisión a trámite del recurso de amparo que presentó el ex jefe de la Generalitat contra la decisión del Supremo de no amnistiarle por el supuesto de malversación. Diversos dirigentes de Junts reconocen que la estrategia política cambiará una vez el expresident pise Cataluña de nuevo si se aplica esa amnistía.
Otro de los puntos de mira de Junts está puesto en Esquerra Republicana, su histórico rival por la hegemonía dentro del independentismo. Una de las tónicas que seguirá es marcar el perfil por parte de Puigdemont de que es más duro con el Gobierno central que los de Oriol Junqueras. De hecho, dentro de Junts hay voces que dicen que les beneficia el papel que ahora quiere jugar Gabriel Rufián en clave izquierda española porque les deja más campo abierto dentro del soberanismo.
Odiado, amado, ignorado, bendecido, insultado, esquinado, aplaudido… Carles Puigdemont es uno de los políticos que levanta más sentimientos de todo tipo. Y en sus manos, con las que maneja de manera absoluta los hilos de Junts, está buena parte del futuro de la legislatura. Pero él y su formación también se mueven en un escenario con varias pistas muy complejas para ellos en este arranque de curso.