Inmigración

Mismos inmigrantes, más violencia policial

La Policía marroquí impidiendo la avalancha de inmigrantes en la frontera entre Ceuta y Marruecos el pasado jueves.

En busca de un futuro mejor miles de inmigrantes tratan de alcanzar tierras españolas cada año. Antes de llegar a su anhelado destino, la playa ceutí de Tarajal, el sueño se truncó para 14 de ellos el pasado jueves. Si bien aún no se han esclarecido los hechos, diferentes ONG condenan la escalada de violencia en los métodos que utiliza el Estado para proteger sus fronteras.

Las oleadas de inmigrantes hacia las costas españolas no son ninguna novedad. “Existe esta tradición migratoria desde hace muchos años –explican desde SOS Racismo a infoLibre–, y las autoridades no van a frenar esta trayectoria con el uso de la violencia”. Este análisis se enmarca en la tragedia del pasado jueves, cuando un grupo de inmigrantes trató de bordear a nado el espigón que separa Ceuta de Marruecos. Varios testimonios aseguraron que las fuerzas de seguridad españolas dispararon pelotas de goma y gases a quienes estaban en el agua. A pesar de que en un primer momento las autoridades españolas negaron su uso, la Delegación del Gobierno de la ciudad autónoma terminó por reconocer el empleo de material antidisturbios, pero sólo, según se subrayó, con disparos al aire y nunca sobre las personas.

Para SOS Racismo, “los últimos acontecimientos son muy preocupantes”. Aún más si a estos se suman las cuchillas instaladas en las vallas fronterizas y las devoluciones “en caliente” de inmigrantes irregulares que la Guardia Civil considera algo “habitual”. “Se utilizan medios que cruzan una línea infranqueable: los derechos humanos”, denuncian desde la organización [ver vídeo].

La mera utilización de medidas disuasorias no es una solución para la inmigración irregular: “No es posible poner puertas al campo”, explican. Amnistía Internacional condenó la instalación de concertinas en la verja de Melilla el pasado mes de noviembre, y calificó la medida como “un paso atrás en políticas de inmigración”. Tras lo sucedido en Ceuta, la organización ha iniciado una investigación que, con la ayuda de su rama británica, pretende esclarecer los hechos. Esta decisión evidencia la preocupación que existe a nivel internacional sobre las agresivas políticas migratorias de los gobiernos de la UE.

Migreurop, red de ONG europeas, exigió el pasado viernes la creación de una comisión parlamentaria en el Congreso para investigar las prácticas policiales en el control de las fronteras con Marruecos de Ceuta y Melilla. La petición tuvo lugar tras darse a conocer que tanto la Guardia Civil como las fuerzas auxiliares marroquíes utilizaron abundante material antidisturbios contra los inmigrantes que trataban de alcanzar territorio español.

Una asociación de guardias civiles denuncia la falta de medios para frenar la oleada de inmigrantes en la frontera

Una asociación de guardias civiles denuncia la falta de medios para frenar la oleada de inmigrantes en la frontera

Para la red, estos acontecimientos ponen de manifiesto "el absoluto fracaso de las políticas migratorias españolas y europeas, obsesionadas por el blindaje de las fronteras y por medidas que ni tienen en cuenta la realidad de los países de origen, ni cualquier consideración de tipo humanitario y que impiden, en muchos casos, el acceso a la protección internacional a potenciales personas refugiadas".

El conjunto de organizaciones que conforman Migreurop reclamó además "el establecimiento de procedimientos que prioricen el deber de socorro y el respeto de los derechos humanos de las personas que intentan llegar a nuestro país".

El pasado jueves la tentativa de un grupo de más de 200 subsaharianos de alcanzar la playa ceutí de Tarajal acabó en tragedia. Según la Delegación del Gobierno de la ciudad autónoma, desde el pasado mes de septiembre han tenido lugar 14 “asaltos masivos” en grupos de entre 50 y 400 personas con el objetivo de cruzar la frontera. En los últimos seis meses, cerca de 1.900 inmigrantes han tratado de alcanzar el sueño español. Una quimera que, lejos de ser novedosa, arrastra años de trayectoria. No cambia el número de personas que sueñan con un futuro mejor, pero si lo hace el ritual de su “bienvenida”, cada vez más violento y deshumanizado.

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