La letra pequeña del CIS: el PP cae pero la división de la izquierda da la mayoría a la derecha

Yolanda Díaz e Ione Belarra, en una imagen de archivo.

Rafael Ruiz

El análisis independiente de Logoslab sobre los datos internos del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas deja un escenario incierto, en el que PP y Vox sumarían hoy una mayoría absoluta ajustada de 177 escaños, que sin embargo alcanzaría los 180-182 en el caso de que Sumar y Podemos concurrieran por separado a las elecciones, que es lo que nos presenta el CIS, la realidad del grupo mixto y el hecho de que Podemos concurra como Alianza Verde en Galicia.  

Era una de las incógnitas de este barómetro. Las expectativas de voto de Podemos en solitario alcanzan el 2,5% y 1 escaño por Madrid. La formación de Ione Belarra mantendría representación en el Congreso al sustraer un 17% de electores de Sumar y más de 500.000 votantes, que saldrían muy caros a la formación de Yolanda Díaz. Sumar obtendría el 9,3% de los votos y 17 escaños, frente a los 29  que lograría si fuera junto a Podemos. Este factor sería decisivo para consolidar la mayoría de derechas. Caer por debajo del 10% supone un desastre en términos de escaños por el inmisericorde efecto de la ley D’hondt en esa franja de porcentaje.

El valor electoral de Podemos se mide tanto por lo que puede lograr por separado como por lo que puede quitar o aportar al conjunto, en un escenario tan fragmentado en el que las derrotas o victorias se resuelven en la foto finish. Algo parecido podría suceder en Galicia donde el PP parte como favorito pero no está todo decidido. Si Podemos consigue las décimas que le faltan a Sumar para entrar, las posibilidades de la izquierda se reducen exponencialmente.  

Frenazo del PP 

El Partido Popular, con el 36% de los votos, sería primera fuerza con 153-154 diputados, 16 o 17 más que en las elecciones del pasado mes de julio, pero pierde en el último mes 1 punto y 88.000 votantes. Su viraje a posiciones más duras empieza a pasarle factura tras enlazar cuatro meses consecutivos al alza. Hace unos días el líder gallego anunciaba la Ruta por la Igualdad -un remedo de la Ruta por la Libertad que llevó a Albert Rivera a Alsasua, Rentería o Miravalles, el pueblo de Josu Ternera, entre otros- con el objetivo de denunciar los pactos de  Sánchez, y esta misma semana ha dado un paso más al afirmar que “el hito  fundacional de esta legislatura es una corrupción política” y pedir a los suyos usar la mayoría absoluta en el Senado para “recuperar la dignidad del parlamentarismo”, toda vez que “el gobierno ha entregado el Congreso a las minorías, convirtiéndolo  en un foro de inestabilidad y chantaje”. Esta escalada verbal se produce al mismo tiempo que la transferencia de voto de Vox al PP vuelve a subir. Un 18% de votantes de Vox en las pasadas elecciones generales optaría hoy por el PP,  mientras sólo un 3% haría el camino inverso. No es de extrañar que la formación de  Abascal haya anunciado que se descuelga por primera vez de la manifestación del PP del 28 de enero. De puertas afuera por la “ceremonia de confusión de Génova”, al que piden una estrategia conjunta frente a la amnistía. Y de puertas adentro porque el tándem en la calle estaba, a juicio de algunos dirigentes de Vox, sirviendo para blanquear al PP -duro en apariencia y blando en el fondo- engordando de este  modo a su principal adversario por el espacio conservador.  

Este nuevo mordisco del PP a Vox se produce con la importante contraindicación de perder una parte relevante del capital de voto ganado por los populares a la izquierda en el inicio del actual curso político. Según los datos recalculados del CIS, un 4% de votantes del PSOE y un 5% de abstencionistas escogería hoy la  papeleta del PP. Un botín que podría ser insuficiente para armar una mayoría. Si el mes pasado decíamos que la amnistía estaba pasando factura en el electorado progresista moderado, en éste es el PP el que retrocede. El trabajo de campo de la  presente encuesta, entre el 2 y el 5 de enero, coincidió con la piñata organizada contra Pedro Sánchez en Ferraz, que el PP tardó en condenar, lo que ha podido debilitar a los populares en el público templado. 

Estos son los mimbres que explican que la distancia entre bloques en la franja central, entre aquellos que se ubican en el 5 ideológico, empiece a reducirse. La suma de PP y Vox obtendría hoy el 30% de los votos (4 menos que en diciembre) vs 19% de PSOE, Sumar y Podemos (1 más que en diciembre). No es tanto que la izquierda se esté rearmando en el centro como que la derecha pierde apoyos en  favor de la abstención y la indefinición. 

Es en este río revuelto en el que mejor se desenvuelve Vox, que pese a las dificultades que está atravesando se mantiene en el 11% de los votos y 27-28 escaños, lejos de los 33 que obtuvo en las elecciones pero igualmente decisivos  para que el PP alcance la meta.  

El PSOE se recupera 

Seguramente en el retiro que tuvo con sus ministros en la finca toledana de Quintos de Mora Sánchez les habló de la importancia de los tiempos en la política y de la  poca memoria electoral, de la necesidad de resistir hasta que se apruebe la ley de amnistía, como punto de inflexión. A día de hoy el PSOE obtendría el 30,6% de los  votos y 123 escaños, 2 más que en julio. Un resultado, que sin ser positivo,  mantiene a la izquierda en la carrera. En la jerga ciclista diríamos que hace la goma, parece que va a descolgarse pero si miras hacia atrás ahí está, pese a todo. Otro nuevo capítulo del manual de resistencia. Por delante asoma ya la amnistía, un plato de difícil digestión. Por lo pronto, Junts se ha desmarcado del texto del PSOE,  Sumar y Esquerra y ha registrado hasta 12 enmiendas. Veremos cómo encaja todo esto el elector socialista que hoy bascula entre votar PSOE o la abstención. En la actualidad 380.000 votantes socialistas se quedarían en casa. 

Los últimos capítulos de desavenencias entre socios están alimentando la idea  de legislatura imposible, de un mandato necesariamente corto que se hará muy largo por la agonía del gobierno para sacar adelante cada votación importante. El barómetro de enero no recoge los efectos de la caótica votación de los primeros  decretos del Gobierno, ni el efecto secundario de las posibles cesiones a Junts en materia migratoria, pero evidencia que las dificultades van más allá de la aritmética variable. O de la inestabilidad provocada por la fractura de Sumar y Podemos. Entronca con profundas diferencias ideológicas que sólo el pegamento de Vox evita que salten por los aires. La idea de unos pactos de investidura que eran según el presidente pactos de legislatura, está hoy más en entredicho que nunca por la volatilidad de varios de sus socios y los intereses cruzados de las elecciones vascas y catalanas. 

En el pulso PSOE-Sumar el balance es ligeramente positivo para Yolanda Díaz en 35.000 votos, pero las buenas noticias son para el PSOE, puesto que ha reducido una diferencia que en diciembre se iba hasta los 140.000. Un 10% de votantes de Sumar votarían hoy a los socialistas, por un 4% de electores de Sánchez que optarían por Sumar. Tras dos meses de recuperación y tendencia positiva para la  formación de la vicepresidenta, enero ha supuesto un parón y un jarro de agua fría. Podemos ver todos estos movimientos en el cuadro siguiente. 

Feijóo no encuentra el sitio, Díaz retrocede 

Una vez ponderadas y recalculadas las notas apenas hay variaciones respecto a  diciembre. Todos los líderes suspenden con claridad. Sánchez mejora una décima y empata con Yolanda Díaz en el primer puesto (4,3), pero lo más destacado es la caída de Feijóo entre sus propios votantes (hasta el 6,7) la valoración más baja de toda la serie histórica desde que es presidente y candidato del PP.  

Será interesante ver la evolución a medio plazo de la marca Feijóo. Llegó a Madrid con la idea de ser un político conciliador, fiable y serio. Con un 5,1 de valoración en abril de 2022 en el conjunto del país. Ahora mismo los dos primeros rasgos están en tela de juicio, el primero de ellos por la mimetización con Vox en algunas posiciones (ahí está la reciente enmienda a la totalidad de la ley de amnistía con la que el PP ha propuesto ilegalizar partidos que convoquen referéndums ilegales), la segunda -la fiabilidad- porque es la línea de flotación en la que la izquierda le está golpeando una y otra vez de modo contumaz, para instalar la impresión de un líder que improvisa por desconocimiento y no va preparado a las intervenciones.

En esta guerra de marcos en la que se ha convertido la política actual, el electorado puede sentirse huérfano al percibir que su proyecto político se reduce a echar a Sánchez - al quedar en un segundo plano todo lo demás-, como años antes pasara con Rajoy  y Zapatero en la antesala, todo hay que decirlo, del mejor resultado de la historia  del PP y el más efímero, puesto que a éste le precedió la eclosión de los nuevos partidos. Hoy Feijóo acelera el paso para achicar el espacio de Vox (amnistía,  referéndum, Junts, Bildu, ETA…) pero las coordenadas de voto nos retrotraen a otro tiempo y a un tipo de liderazgo sobre el que planea la sombra de Ayuso desde el feudo de Madrid (hoy con la política energética, ayer con el traslado de inmigrantes  y cada semana enarbolando una nueva bandera de choque frente al gobierno). Las elecciones gallegas son una buena oportunidad para quitarse el olor a derrota y comenzar a transmitir confianza en su victoria y su estrategia. El hecho de haber declarado en las últimas horas que la mayoría absoluta está en peligro por Vox es un arma de doble filo

Al otro lado, Sánchez (4,3 entre el conjunto de españoles y 7,0 entre sus votantes) sobrevive con la gasolina del antisanchismo, agarrado a su sello de político ganador. Nadie discute su liderazgo, aunque a nadie se le escapa el vacío que existe cuando se piensa en un posible relevo natural. Tampoco sufre por ahora el 'síndrome del pato cojo'. Al contrario, se le sigue percibiendo como alguien que al final siempre se sale con la suya. El problema es que Junts se lo está poniendo difícil. Su imagen está herida en buena parte de sus propios votantes. A un 30% de ellos el presidente de gobierno le inspira poca o ninguna confianza y eso son muchos miles de votos al albur.

La impresión de un líder maniatado por el  independentismo y dispuesto a vender la casa común se ha intensificado con la moción de censura en Pamplona (este es el primer barómetro que recoge su  incidencia), y ahora se une también la posible claudicación en la defensa de principios de alto voltaje, como el trato a los migrantes, cuyos efectos demoscópicos veremos el próximo mes. Este asunto es especialmente relevante,  en primer lugar por el drama humanitario que se está viviendo (18 migrantes mueren cada día intentando alcanzar las cosas españolas), y en segundo lugar porque amplifica el mensaje de la derecha: la imagen de alguien capaz de ceder en  cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder.  

En este contexto de desafección Abascal obtiene un 2,6 de nota general entre los españoles, pero el líder de Vox recupera impulso entre sus propios votantes (7,0) y vuelve a colocarse a la cabeza en este indicador. Aunque su formación está atravesando un momento complejo de debate interno su imagen sigue sosteniendo una parte importante del voto a su partido. 

Yolanda pierde tirón entre los suyos (de 7,2 a 6,9 en un mes), y al igual que Feijóo obtiene la peor nota entre sus votantes de toda la serie histórica, y ya acumula 8  décimas de retroceso respecto a octubre. La ruptura con Podemos tiene su coste

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Para terminar, merece la pena llamar la atención un mes más sobre la deriva política que reflejan los datos de problemática ciudadana. La fractura entre  bloques, el odio al adversario y la disociación entre los problemas reales del día a  día y el debate político, que está llevando la desafección a un nuevo nivel. La suma de menciones a la clase política, los políticos, los partidos y el gobierno, alcanza al  40% de españoles que lo sitúan como el principal problema del país, por encima  del paro, la precariedad, la situación económica o la vivienda... ¿Hasta cuándo? 

*Análisis de Logoslab. Datos recalculados desde la propia matriz de resultados, cruzados por recuerdo de voto para eliminar el sesgo producido por el desfase entre el voto real en urnas y el manifestado en el barómetro de enero del Centro de Investigaciones Sociológicas.  

* Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos en Logoslab.

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