El principal problema del Partido Popular se llama Vox. Y la formación de Alberto Núñez Feijóo lo sabe. Las encuestas apuntan a que la extrema derecha avanza a velocidad de crucero mientras que su principal competidor en ese campo retrocede posiciones, a lo que se le suma un Feijóo en horas bajas cuya valoración le sitúa a la altura de su antecesor, Pablo Casado, cuando fue defenestrado. Por ese motivo, en la dirección nacional del PP han decidido cambiar de estrategia y pasar al ataque directo contra los de Santiago Abascal tras meses ignorando las pullas recurrentes por parte de los ultras.
Un giro que el líder del PP evidenció en la cumbre de barones celebrada el pasado fin de semana en Murcia, en la que denunció la "pinza" que, a su juicio, practica Abascal con los socialistas y se presentó como el "único partido con alternativa de Estado" frente a quienes "quieren volarlo todo". El conservador trataba así de presentar a la formación ultra como el partido del "no a todo", con el ojo puesto en las autonomías en las que el PP gobierna en minoría y donde Vox no ha aprobado los presupuestos como Extremadura o Aragón.
En Génova quieren que cale la idea de que mientras Vox se presenta como el partido "protesta", el PP es el partido de la "propuesta", por lo que van a incidir todavía más en su falta de experiencia de gestión. Se trata de una crítica recurrente por parte de los presidentes autonómicos del PP, que siempre que pueden destacan que Vox prefirió abandonar los gobiernos porque se encuentra más cómodo en ese papel.
Sin embargo, el reproche de los conservadores contrasta con su estrategia en el Congreso, donde los partidos del Gobierno –PSOE y Sumar– no cuentan con mayoría y necesitan al bloque de la investidura para aprobar cualquier norma. En la Carrera de San Jerónimo, la táctica de los populares consiste en no dar tregua a Pedro Sánchez, priorizando la derrota parlamentaria del Ejecutivo frente a los intereses, incluso, de algunas de sus autonomías o de los propios votantes del PP, como ha sucedido recientemente con la reducción de la jornada laboral.
Cuando llegó a la presidencia del PP hace ya más de tres años, Feijóo prometió desterrar el frentismo y abrir una nueva etapa donde fueran posibles los pactos de Estado. Pero lo cierto es que ese giro nunca llegó a producirse y lo que prioriza es el choque con el Gobierno de Sánchez. La prueba es que en esta legislatura apenas se han firmado acuerdos con la firma de los dos grandes partidos, más allá del pacto para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por la presión de Bruselas y para reformar el artículo 49 de la Constitución y eliminar el término "disminuidos".
Bajar al barro
La orden de no "ignorar" a Vox implica también darle la batalla en los temas que más incomodan al PP, como la inmigración. Se trata de una de las cuestiones que la extrema derecha ha situado entre sus banderas, con planteamientos abiertamente xenófobos, en la línea con sus homólogos europeos, y en la que ahora el partido de Feijóo quiere bajar al barro, aun a riesgo de defender postulados idénticos a los de Abascal, como viene haciendo desde hace meses. Así, el pasado domingo trató de situarse en una posición intermedia.
Además de presentar el visado por puntos —una idea reciclada que prioriza a los migrantes procedentes de Latinoamérica respecto a los de África—, aseguró que aquellos que emigran a nuestro país no son "víctimas, como afirma el Partido Socialista", ni "delincuentes por defecto, como dice Vox": "Ninguno de los dos extremos es verdad y, en consecuencia, la solución no es ni regularizarlos a todos ni echarlos a todos al mar".
Un mensaje que no pasó inadvertido a Abascal, que le replicó a través de sus redes. "¿'Echarlos a todos al mar'? Feijóo se une a la demonización de Vox con mentiras y manipulaciones. No le basta con engañar a sus votantes. Tiene que preparar su nuevo pacto con el PSOE. Feijóo es todo lo contrario a una alternativa, porque ya miente y estafa igual que Sánchez", escribió en la red social X el domingo. Desde entonces, se han multiplicado los ataques contra el PP en las cuentas de Vox y sus altavoces mediáticos.
El mensaje casi siempre es el mismo: acusar al PP de abrazar las mismas políticas que el PSOE y retratar a sus dirigentes como el reverso de una misma moneda que supuestamente comparten con los socialistas. Para los ultraderechistas, el futuro pasa por forzar al PP a retratarse. Y hacer creíble la idea de que el único modo de que Feijóo, una vez en el Gobierno, no se escore al "consenso progre", es que la extrema derecha tenga el mejor resultado posible en unos futuros comicios generales.
El charco del aborto
Ver másEl PP recicla la idea de un visado de puntos y a la carta para migrantes que prioriza a latinos frente a africanos
El domingo, el PP también trató de diferenciarse de Vox en materia de igualdad: "Reafirmamos nuestro compromiso con las mujeres que sufren violencia machista, que han tenido la valentía de denunciar y cuya situación extremadamente vulnerable no admite ningún fallo", dijo Feijóo, en referencia a las pulseras antimaltratadores. Sin embargo, este mismo jueves la dirección nacional del partido avaló la decisión del PP en el Ayuntamiento de Madrid de aprobar una propuesta de los ultras para que sea obligatorio informar a las mujeres que quieren abortar de las consecuencias de un supuesto síndrome postaborto que no está avalado por la ciencia. El alcalde José Luis Martínez Almeida reculó horas más tarde, pero Génova ya le había respaldado.
Se trata de un nuevo pulso que ha vuelto a ganar la extrema derecha, cuyo principal objetivo es radicalizar las posiciones del PP, como viene haciendo desde que los electores la situaron en la posición de aliada natural de los conservadores, a partir de las generales de 2019. En estos años con Feijóo de presidente, no se ha producido la gran ruptura que el líder de Vox sí escenificó con Pablo Casado después de que el exlíder de los populares votara en contra de su moción de censura en 2020 mostrándose extremadamente crítico con ellos. Feijóo, sin embargo, apostó desde sus inicios por una relación más complaciente y ordenó a su grupo abstenerse en marzo de 2023, en la que los ultras presentaron como candidato al economista Ramón Tamames.
A esto se le añade que después de aterrizar en Madrid, Feijóo se vio obligado a dar cobertura a los pactos autonómicos y municipales firmados por el PP con los ultras. Primero, en Castilla y León, y después en otras cinco autonomías tras las elecciones de mayo de 2023. El líder del PP se plegó a las condiciones de Abascal para conseguir el respaldo de la extrema derecha y normalizó las relaciones entre las dos fuerzas políticas. Y ha comprobado de primera mano las dificultades de plantear una hoja de ruta independiente de lo que haga Vox, presionado a su vez por el ala dura de su partido.
El principal problema del Partido Popular se llama Vox. Y la formación de Alberto Núñez Feijóo lo sabe. Las encuestas apuntan a que la extrema derecha avanza a velocidad de crucero mientras que su principal competidor en ese campo retrocede posiciones, a lo que se le suma un Feijóo en horas bajas cuya valoración le sitúa a la altura de su antecesor, Pablo Casado, cuando fue defenestrado. Por ese motivo, en la dirección nacional del PP han decidido cambiar de estrategia y pasar al ataque directo contra los de Santiago Abascal tras meses ignorando las pullas recurrentes por parte de los ultras.