28A | Elecciones generales

El PSOE contiene el aliento a la espera de una movilización contra la derecha que dé paso a una mayoría sin independentistas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un acto electoral en Madrid.

En el PSOE contienen la respiración. El comité electoral socialista sabe que se aproxima a una victoria en las urnas que hace apenas un año era del todo impensable para cualquiera que siguiese la actualidad política española, pero también son conscientes de que no basta con eso para conservar el Gobierno. Por lejana que parezca, a la vista de casi todos los estudios de intención de voto, la posibilidad de que la derecha —PP, Ciudadanos y Vox— dé la sorpresa y sume escaños suficientes para formar gobierno sigue encima de la mesa.

En Ferraz y en Moncloa todo el mundo tiene muy presente el recuerdo de Andalucía, donde nadie fue capaz de prever que el PSOE perdería la hegemonía en el Parlamento y se vería obligado a ceder la Junta a una coalición formada por PP y Cs con el respaldo de la ultraderecha. Los estrategas de Sánchez saben además de las limitaciones de los estudios de intención de voto en un escenario tan volátil, con 52 circunscripciones y cinco partidos de ámbito estatal con posibilidad de obtener representación, y no se fían ni siquiera de las encuestas que examinan a diario y que les dicen que la derecha no sumará. Nadie está dispuesto a ceder a la complacencia y por eso, desde la celebración de los debates, el candidato ha redoblado los llamamientos a la movilización y al voto útil. Este viernes lo repitió, una vez más: el riesgo de que la ultraderecha tenga influencia en el Gobierno de España “es real”. No sólo pasó, contra pronóstico, en Andalucía. También el populismo de Donald Trump se impuso por sorpresa en las presidenciales de Estados Unidos y la extrema derecha finesa se quedó, hace apenas unos días, a un puñado de votos de convertirse en la primera fuerza política de Finlandia.

Este domingo el electorado decidirá entre “mirar al futuro” con un Gobierno socialista o “retroceder 40 años” si las tres derechas suman para formar Ejecutivo. Por eso es “muy importante no sólo ganar”, sino hacerlo con la ventaja suficiente para “gobernar”. “Por eso, a todos aquellos indecisos entre PSOE y Podemos, entre PSOE y Ciudadanos o con la abstención, que voten en bloque al PSOE para mirar al futuro”, pidió Sánchez en Toledo en uno de sus últimos actos electorales.

El llamamiento a votar para parar a la extrema derecha ha sido uno de los elementos centrales del mensaje del PSOE desde que las dificultades para sacar adelante los Presupuestos cimentaron las primeras hipótesis de adelanto electoral. La estrategia de Sánchez, después del golpe en el tablero que supuso la moción de censura, pasaba por demostrar su capacidad de poner en marcha desde el Gobierno dos grandes argumentos: el diálogo con Cataluña, como la única fórmula viable de encarar una solución política al problema territorial, y el desarrollo de una agenda social dirigida a revertir los recortes del PP, recuperar derechos sociales y hacer realidad iniciativas cargadas de simbolismo como la exhumación de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos, prevista para el próximo 10 de junio.

La derrota de su proyecto de Presupuestos, gracias a la acción combinada de los votos de la derecha —PP y Ciudadanos— y del independentismo —Esquerra y el PDeCAT— le dio la oportunidad de plantear las elecciones libre del peso de la acusación de haber cedido ante los soberanistas, eje del discurso político de Pablo Casado y Albert Rivera.

Agenda social

A partir de ahí, el comité electoral del PSOE construyó la campaña apoyándose en la gestión del Gobierno durante los últimos meses y presentándolo como un Ejecutivo de izquierdas al que la derecha ha impedido desarrollar su verdadero potencial. Sánchez aprovechó además la decisión de Ciudadanos de poner un cordón sanitario al PSOE y abrazar un pacto con la derecha que inevitablemente debe incluir el respaldo de Vox para disputar también el espacio de centro. El perfil presidencial y su tono más moderado fueron dos rasgos comunes a casi toda la campaña de Sánchez, al menos hasta que llegaron los debates.

La cita entre los principales rivales en televisión se convirtió en el único quebradero de cabeza de la campaña para el comité electoral socialista. La Junta Electoral desmontó el escenario más favorable a los intereses de Sánchez, un debate a cinco en Atresmedia, incluído Vox, y la torpe reacción de los estrategas del PSOE, intentando trasladar la emisión a RTVE, donde esperaban un formato con menos riesgos para el presidente, obligó a los socialistas a tener que aceptar dos debates en vez de uno y en días sucesivos: un auténtico campo de minas para el presidente.

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Pasados los debates —en Ferraz creen que Sánchez superó la prueba con rasguños pero entero— la estrategia de movilización trata ahora de mantener la tensión de los votantes de izquierdas visibilizando todo lo posible el riesgo real de que la ultraderecha acabe decidiendo el Gobierno de España. Y redondeando la idea que los socialistas han tratado de construir en las últimas semanas del PSOE como la única fuerza capaz de garantizar la estabilidad en un momento muy delicado. En los últimos días las encuestas internas que maneja Moncloa han hecho pensar a Sánchez que tiene al alcance de los dedos incluso la posibilidad de gobernar sin tener que contar con los independentistas. Siempre con la ayuda de Unidas Podemos y, en algunas hipótesis, incluso sin el PNV.

Las proyecciones de voto que manejaba Moncloa este viernes apuntaban a este último escenario: los socialistas rozarían el 30% de los votos, la derecha no sumaría —los datos sugieren que Vox crece a costa del PP, y cuando los de Casado se recuperan son los de Abascal los que sufren— y el PSOE estaría muy cerca de poder gobernar sin depender de los soberanistas catalanes.

Pero todo, advierten, depende de un margen muy escaso de votos que el domingo puede cambiar. El optimismo contenido no consigue disimular el miedo a una derrota que no sólo abriría las puertas a la influencia de la ultraderecha en el Gobierno de España sino que dejaría a la izquierda desarbolada en vísperas de las elecciones del 26 de mayo, en las que España volverá a las urnas para renovar los ayuntamientos, elegir doce Asambleas autonómicas y designar a los diputados españoles en el Parlamento Europeo.

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