Cataluña

Sánchez y Aragonès cierran filas para evitar que el diálogo sobre Cataluña descarrile antes de empezar

Sánchez y Aragonés cierran filas para evitar que el diálogo sobre Cataluña descarrile antes de empezar

Lejos de enturbiar el ambiente entre la Moncloa y la Generalitat, la crisis abierta entre los socios independentistas del Govern de Cataluña ha tenido una primera consecuencia política: los lazos entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès han salido reforzados. En ninguna de las dos partes ha causado sorpresa la actitud de Junts per Catalunya, una formación abiertamente contraria a la mesa de diálogo y de la que, por tanto, no se espera colaboración. Que Sánchez acuda este miércoles a Barcelona y que Aragonès se haya plantado ante sus socios es interpretado por las dos delegaciones como el compromiso firme de los presidentes por lograr que la etapa de diálogo no descarrile a las primeras de cambio y tenga un largo recorrido.

Desde el Ejecutivo central valoran muy positivamente la actitud del president catalán tras negarse a aceptar una delegación de Junts con miembros ajenos al Govern. Tanto es así que piensan que Aragonès “lo está dando todo” porque el diálogo fructifique y eso, añaden, “hay que ponerlo en valor”. Aunque varias fuentes gubernamentales prefieren no “meterse en cosas de partidos”, recuerdan que son los presidentes “las personas responsables de nombrar a sus delegaciones”, en un mensaje de claro apoyo a la postura de Aragonès.

En la Moncloa no creen que la ausencia del partido de Puigdemont reste un ápice de legitimidad a la cita de este miércoles y recuerdan que, en todo caso, la interlocución que se producirá será de primer nivel porque se establece “de Gobierno a Gobierno” más allá de las disputas puntuales entre socios independentistas. Y más aún tras confirmarse que la reunión de la mesa estará precedida por un encuentro entre ambos presidentes. La presencia de Sánchez, reclamada públicamente por Aragonès, ha sido negociada entre Madrid y Barcelona en los últimos días. En el Ejecutivo central llegaron a albergar dudas sobre la conveniencia o no de que el presidente viajase a Barcelona en medio de una guerra abierta entre socios de Govern. Pero precisamente el desafío de Junts a la mesa de diálogo y al propio liderazgo del president han ayudado a concluir que era el momento para dar un respaldo explícito tanto a su interlocutor como a la propia hoja de ruta con la implicación en primera persona del jefe del Ejecutivo. "Una muestra más”, según fuentes gubernamentales, de que Sánchez le otorga la máxima relevancia institucional a una cita que debe servir para poner las bases de una negociación a largo plazo.

Orden del día

A última hora del martes los equipos coordinadores de ambas delegaciones continuaban con el intercambio de documentación para conseguir poner en pie un orden del día sobre el que nadie se atreve a dar demasiados detalles. Tras la confirmación de la presencia de Sánchez lo pactado es que ambos presidentes mantengan un encuentro a solas en el Palau de la Generalitat. En esa reunión lo previsto es que ambos diseñen cuáles serán las reglas del juego a partir de ahora: número de reuniones, calendario y la prioridad de los contenidos a tratar. Al término de esa conversación Sánchez y Aragonès comparecerán públicamente antes de participar en la introducción de la mesa bilateral entre las dos delegaciones, que continuarán la reunión para desarrollar con más detalle las directrices que aporten los presidentes.

Más allá de esa escaleta, las expectativas no son demasiadas en cuanto a la concreción de los temas a tratar. Nadie espera que se retome la ampliación de El Prat, en el Gobierno se da por supuesto que la Generalitat volverá a poner encima de la mesa la autodeterminación y la amnistía y en ERC se da por entendido que la respuesta volverá a ser que no. Un desacuerdo pactado a pesar del cual ambas partes coinciden en que por delante “debe quedar mucho tiempo, incluso meses y años” y que, por tanto, lo único relevante a estas alturas es sentarse y conseguir que nadie se levante.

En la sesión de control del Senado de este martes, el presidente del Gobierno le ha pedido a ERC que “se aparquen las posiciones de máximos” porque “si solo se puede hablar de autodeterminación y amnistía”, a su juicio, eso no es una negociación. Y ha solicitado a sus interlocutores que, como él, acudan con la mejor de las actitudes. “Se necesitan más de dos años para solucionar el conflicto”, ha añadido.

La batalla entre independentistas

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Durante todo el martes, el foco ha estado puesto en la batalla política entre los socios del Govern. A mediodía, el president de la Generalitat comparecía públicamente para dar un golpe encima de la mesa que ya le venían pidiendo algunos sectores de ERC excluyendo a Junts per Catalunya de la mesa de diálogo: “Quien representa a Cataluña es su Gobierno”, expuso Aragonès sobre la pretensión de sus socios de convocar a los indultados Jordi Sánchez y Jordi Turull y a la portavoz parlamentaria Miriam Nogueras, ninguno de ellos miembros de su Ejecutivo.

Desde Junts replicaban al president negándose a cambiar la delegación designada porque, en opinión de Jordi Sánchez, supondría “una mala praxis aceptar las exigencias que plantea el gobierno español”. Y aclaraba que “no dejan ninguna silla vacía, es que no nos dejan entrar”. La portavoz de ERC, Marta Vilalta, respondía pidiendo “lealtad” a sus socios con “el Govern y con el país”, y la presidenta del parlament, Laura Borràs, cerraba el bucle del fuego cruzado asegurando que “Pedro Sánchez nos tiene donde nos quiere: peleándonos por quién y no por qué”.

Hasta ahora, la única sesión de la mesa de diálogo llevada a cabo entre ambos gobiernos se produjo con Quim Torra al frente de la Generalitat. Diecinueve meses después se retoma ese foro de negociación entre los ejecutivos central y catalán con Sánchez y Aragonés al frente y sin representantes del partido de Torra y Puigdemont. No son pocos, a ambos lados del puente aéreo, quienes consideran que, por primera vez, solo estarán sentados los que de verdad quieren estarlo y tienen interés en que salga bien.  

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