La carrera electoral

Los vaivenes del discurso de Ciudadanos en busca del electorado del PP y del PSOE

Albert Rivera sube al estrado para dar un mitin en Granada.

Fernando Varela

Ciudadanos se dispone a coronar este fin de semana su transformación en lo que algunos analistas ya llaman el primer partido nacionalista español desde la aprobación de la Constitución —si no el primero, sí el que por primera vez tiene opciones de alcanzar el Gobierno—. Lo hará el domingo en un acto en Madrid en el que va a lanzar “una plataforma de la sociedad civil para conformar un proyecto de país que traspase el ámbito de los partidos políticos y fomente la unidad de la sociedad en torno a los valores constitucionales”.

No es un anuncio improvisado. La encuesta del CIS de la semana pasada ha culminado una serie prácticamente unánime de estudios de intención de voto que desde comienzos de año han instalado en los medios de comunicación y en la opinión pública la idea de que Ciudadanos está creciendo a costa del PP —y de otros partidos— y ya está a las puertas de ser la primera fuerza política española.

Coincidiendo con la publicación de estos datos y ante la inminencia del levantamiento de la intervención de la autonomía catalana que devolverá el control de la Generalitat a los independentistas, al líder del partido naranja, Albert Rivera, aprovechó para endurecer su discurso contra los nacionalismos catalán y vasco y anunció que, a partir de ahora, el Gobierno de Mariano Rajoy no cuenta con su respaldo en Cataluña. Les acusan de “blandos”, de haberse plegado al PNV y pretender una aplicación de la Constitución que sea “amable” con los independentistas. Y exigen recuperar cuanto antes el 155 para volver a intervenir la autonomía catalana sin esperar a que el nuevo Govern cometa alguna ilegalidad.

No es la primera vez que Ciudadanos enarbola banderas del nacionalismo español que hasta ahora eran patrimonio del PP e incluso de la ultraderecha extraparlamentaria. Lo hizo antes de las elecciones catalanas del 21 de diciembre —con notable éxito: se convirtió en la candidatura más votada— y no ha desaprovechado ninguna ocasión para marcar perfil propio en este tema con el objetivo de mostrar una imagen de mayor dureza que el PP. Reclamó una aplicación estricta del artículo 155 de la Constitución, criticó que el Gobierno y el PSOE renunciasen a intervenir también la radio y la televisión públicas catalanas, planteó una ofensiva sin contemplaciones contra el cupo vasco —piedra angular del autogobierno en Euskadi—, denunció en absoluta soledad el adoctrinamiento al que supuestamente somete la escuela a los niños catalanes y se puso a la cabeza de la manifestación —literalmente— para reclamar la equiparación salarial de policías y guardias civiles con los Mossos d’Esquadra.

Hay precedentes en Cs de esa identidad a la derecha del PP que se remontan, por ejemplo, al año 2015, cuando hizo suyas las propuestas económicas del liberalconservadurismo más ortodoxo, las que diseñan y difunden José María Aznar y sus seguidores a través de la fundación FAES.

Pero esta vez, el endurecimiento de su políticas, con el que Rivera trata de hacer ver que el PP ha decidido someterse a la voluntad del PNV e incluso del independentismo catalán —un mal que consideran endémico de la democracia española y del que responsabilizan también al PSOE—, coincide con la derechización del partido naranja que perciben los electores españoles y del que también ha dejado constancia el CIS hecho público la semana pasada. Y contrasta, sin embargo, con el ideario centrista que Rivera reivindica para Ciudadanos y con la reivindicación de la herencia de Adolfo Suárez, el protagonista de la Transición española, al que el líder naranja cita con frecuencia y al que, a falta de otras referencias, considera su principal tótem político.

Esta doble identidad —el cultivo de una imagen centrista y moderada y el abrazo a algunos de los mensajes del ala más a la derecha del espectro político— no es la única contradicción en la que incurre o ha incurrido Ciudadanos en los últimos años. Contradicción o simplemente bandazos, como prefieren calificarlos sus adversarios políticos. Estos son algunos de las más más representativos.

1. De la socialdemocracia al liberalismo

A pesar de su juventud —Ciudadanos tiene sólo doce años de historia, de los cuales sólo los últimos tres han tenido lugar fuera de Cataluña—, el partido de Albert Rivera ya ha sufrido una mutación sustancial en su ideario político. Los estatutos originales proclamaban su carácter socialdemócrata pero, en fecha tan reciente como febrero de 2017, la asamblea del partido decidió reescribir su identidad y abrazar el liberalismo.

Después de perder cientos de miles de votos en las elecciones generales de 2015 —en comparación con las europeas de 2014— y de retroceder en las de 2016, Rivera optó por resetear la identidad del partido y definir a Ciudadanos como “un partido constitucionalista, liberal, demócrata y progresista”.

2. ¿Penas específicas por violencia machista? No, pero sí

En 2015, cuando Ciudadanos estaba en plena expansión territorial, defendía abiertamente acabar con las penas específicas por violencia machista porque, en opinión de Rivera y sus compañeros de viaje, discriminaban a los hombres por razón de sexo.

Las críticas que despertó este enfoque obligaron al partido naranja a abandonarlas en mayo de 2016. “Hemos reflexionado sobre el tema y creemos que es lo más adecuado”, se limitó a explicar el entonces secretario de Acción Política, Antonio Espinosa.

3. ¿Cadena perpetua? No, pero puede que sí

Primero Ciudadanos pactó con el PSOE derogar la prisión permanente revisable —la versión española de la cadena perpetua— impulsada por el PP como parte del pacto de Gobierno que ambas fuerzas políticas trataron de impulsar en 2016.

En estos momentos, en cambio, Cs no sólo quiere mantenerla sino que propone endurecer el Código Penal para hacer más difícil el acceso de los condenados al tercer grado penitenciario —la salida de prisión bajo determinadas condiciones—. Rivera decidió subirse a la ola de alarma social causada por algunos crímenes especialmente graves —como los asesinatos de Diana Quer y del niño Gabriel Cruz— y se opuso hace pocas semanas a una propuesta del PNV que proponía su derogación. ¿Su argumento? Prefiere esperar a que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre su adecuación al ordenamiento jurídico español, tal y como solicitó hace años el PSOE.

Atrás han quedado los razonamientos con los que, hace bien poco, Cs defendía la derogación. Como cuando, en 2016, sostuvo en el Congreso que “la dureza de la medida no previene los delitos ni sirve para mejorar la seguridad ciudadana real y efectiva”. O como en octubre de 2017, cuando la diputada naranja Patricia Reyes, para defender la derogación, reprochó al PP que “lo que realmente hicieron ustedes, utilizando un eufemismo, es introducir lo que en otros países se reconoce abiertamente como cadena perpetua”.

4. Impuesto al sol no, pero de momento sí

Albert Rivera tomó la iniciativa en agosto de 2016 para poner fin a la actual regulación que impone cargos al autoconsumo de electricidad, más conocida como el impuesto al sol, tramitando una proposición de ley. Es lo que su partido había prometido en campaña —está en su programa electoral—.

Sin embargo, para sorpresa de algunos, en febrero de 2017 el partido naranja apoyó al PP para bloquear la tramitación de la modificación legal con el argumento de que supondría una reducción de ingresos presupuestarios.

5. Primarias sí; fichajes también

Ciudadanos tiene a gala ser uno de los primeros partidos que puso en práctica en España el sistema de primarias para elegir a sus candidatos electorales. Ese es oficialmente el modelo que siguen desde su fundación.

Sin embargo, el procedimiento original ya sufrió modificaciones en la última asamblea del partido, celebrada en febrero de 2017. Desde entonces, sólo se someterán a ellas los candidatos a presidente del Gobierno de España; los candidatos a presidentes de los gobiernos autonómicos y los candidatos a las Alcaldías de las capitales de provincia, pero únicamente si “el censo para la elección es superior a 400 afiliados”.

La misma norma se aplicará para los cabezas de listas de las circunscripciones electorales de las elecciones autonómicas, generales y europeas. Es decir, que solo se celebrarán primarias en donde “el censo de afiliados de la respectiva elección sea superior a 400 afiliados”.

La democracia interna, sin embargo, no parece estar reñida con el fichaje, a dedo y desde arriba, de políticos procedentes de otros partidos. El caso más llamativo, hasta este momento, es la candidatura que el partido está negociando con Manuel Valls, el ex primer ministro francés, para hacer de él el cabeza de lista de su candidatura al Ayuntamiento de Barcelona. O la captación de un destacado exconselleiro del PP de Alberto Núñez Feijóo anunciada esta semana y que está llamada, según diversas fuentes, a servir de base a la candidatura autonómica de Ciudadanos en la comunidad gallega en las próximas elecciones autonómicas.

No es nada nuevo. La mayoría de los 78 alcaldes que Ciudadanos tiene en la actualidad proceden de la política activa y militaban con anterioridad en el PP, en partidos regionalistas o en candidaturas centristas.

6. La lista más votada tiene derechos, pero no siempre

Ciudadanos defiende oficialmente el derecho de la candidatura más votada a formar gobierno, ya sea en España, en las comunidades autónomas o en los ayuntamientos. Lo ha repetido un día sí y otro también para justificar su decisión de mantener al frente de la Comunidad de Madrid al PP después de exigir la dimisión de Cristina Cifuentes y a pesar de la acumulación de casos de corrupción que afectan a  dirigentes madrileños de este partido.

Pero hay notables excepciones. La más llamativa, cuando pactaron llevar a Pedro Sánchez a la Moncloa a pesar de que el PP había sido el partido más votado en las elecciones de 2015. Pero hay varios ejemplos en el ámbito municipal, en el que Ciudadanos se ha hecho con la Alcaldía de varias localidades sin ser la suya la candidatura más votada. En todos ellos, la dirección nacional del partido ha dado por buena esa política.

Hay otra llamativa excepción a esta regla: hay que impedir a los partidos independentistas acceder al gobierno aunque sean la lista más votada.

7. Donde dije 155 digo Diego

A la vista de los buenos resultados que obtuvo en Cataluña y de los réditos que espera conseguir en el conjunto de España, Albert Rivera ha abrazado sin reservas la aplicación del artículo 155 a Cataluña. Y pide ahora, incluso, que la intervención de la autonomía catalana sea aún más dura que la que el Senado decidió aplicar en octubre de 2017 y que incluyó la destitución del Govern de la Generalitat.

Lo más llamativo es que Ciudadanos no siempre opinó así. Hace menos de un año, el pasado verano, cuando la estrategia unilateral del independentismo ya era pública y notoria, Rivera pidió al Gobierno trabajar “para no tener que aplicar” el artículo y no dar “un titular fantástico” a Carles Puigdemont.

8. Podemos no es de fiar, salvo para hacer presidenta a Arrimadas

La política de alianzas de Ciudadanos siempre ha incluido una línea roja: nunca con Podemos, ni siquiera en un pacto legislativo que no incluya compartir gobierno. La necesidad de llegar a acuerdos con los de Pablo Iglesias fue uno de los argumentos de los de Rivera para descartar hacer presidente a Ángel Gabilondo en la Comunidad de Madrid.

La cosa cambia, sin embargo, si se trata de Cataluña y de hacer presidenta a Inés Arrimadas. Durante toda la campaña del 21D, e incluso después, el partido de Rivera buscó, sin éxito, un acuerdo con Catalunya en Comú —el socio catalán de Podemos— en busca de una mayoría que permitiese a su líder en la comunidad intentar hacerse con la Presidencia de la Generalitat.

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9. De cortafuegos de la derecha a su principal socio

Antes de las elecciones, el líder naranja, Albert Rivera llegó a firmar por activa y por pasiva que nunca facilitaría un Gobierno del PP. En un acto público, uno de los participantes le preguntó expresamente si descartaba abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy. Su respuesta no dejó lugar a dudas: “Sí, nosotros no queremos que Rajoy gobierne. Más claro no lo puedo decir”.

Mariano Rajoy, sin embargo, es hoy presidente del Gobierno gracias al apoyo parlamentario que le prestó Ciudadanos y la abstención del PSOE.

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