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El auge de la derecha radical

Vox sitúa la alianza con Orbán como el inicio de “la descomposición” del PP europeo

El primer ministro húngaro, Víktor Orbán. en una rueda de prenda en Bruselas.

En Vox están de enhorabuena. La decisión del Grupo Popular Europeo de endurecer sus normas internas para hacer frente al constante desafío de Viktor Orbán al estado de Derecho sobre el que su fundó la Unión está a punto de consumar un terremoto en el equilibrio de fuerzas políticas del continente.

El primer ministro húngaro, líder del ultranacionalista conservador Fidesz, ha roto definitivamente con el grupo de Angela Merkel y Pablo Casado y busca nuevos aliados. Y Vox, su referencia en España, no solo saluda la ruptura sino que la considera un “síntoma de la debilidad del Partido Popular Europeo” en general y de “la descomposición de los partidos populares en todas las naciones europeas” en particular, en palabras de su portavoz Jorge Buxadé. Un fenómeno del que el partido de Santiago Abascal espera beneficiarse en las próximas convocatorias electorales: las andaluzas de 2023 y las generales de 2024.

El también eurodiputado, uno de los cuatro que los ultras españoles tienen en Estrasburgo, admitió este lunes que Vox espera que “por supuesto” Orban pueda incorporarse al grupo de Conservadores y Reformistas Europeos del que ellos mismos forman parte y reforzar así su posición en el Parlamento Europeo. Pero no sólo eso. “Tenemos la esperanza de que el movimiento de Fidesz provoque otros cambios y movimientos dentro de la pléyade de partidos patrióticos en Europa” y que, recordó, “en prácticamente todos los países suben en las encuestas”, así como “en apoyo popular cada vez que hay elecciones”.

Orbán, añadió Buxadé con sorna, “ya no podía soportar más vivir con los del consenso progre. consenso progre.Debe ser duro, cada vez que te reúnes con el grupo, escuchar que te insultan”.

Lo cierto es que el primer ministro húngaro, liberado de las bridas en las que le había metido el PP europeo, busca aliados sin tener ya que disimular sus ideas más extremas. “Lo importante”, declaró hace pocos días, “es que haya en Europa un hogar político para los que piensan como nosotros”. Por eso se propone crear un nuevo grupo en Estrabuego que represente a los votantes europeos que rechazan la inmigración, el multiculturalismo y que “no se han sumergido en la locura LGBTQ”. “Hay que trabajar por ello y yo pienso que una corriente como esta sería una fuerza política importante en Europa”.

Su importancia institucional —en estos momentos es el político de extrema derecha con el puesto de mayor rango en Europa— le convierte de hecho en el líder ultra del continente. Y en calidad de tal ya ha empezado a hablar con los socios de Vox en la Unión (el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos), entre los que está el PiS polaco, actualmente en el Gobierno. Pero también con Identidad y Democracia, el grupo que integran los grandes partidos ultras del continente, ente ellos los franceses de Marie Le Pen y los italianos de Matteo Salvini, además de Alternativa para Alemania.

El grupo europeo de Vox, de ideología conservadora, euroescéptica y antifederal, tiene en la actualidad 61 eurodiputados. Pero si consuma la entrada de Fidesz alcanzará los 74. Eso les permitiría superar en número e influencia a los Verdes y prácticamente igualar a los ultras de Identidad y Democracia. Pero Orbán probablemente está pensando en ir más allá. De sus palabras se deduce el objetivo de reunir a ambos grupos en uno solo, lo que situaría a la derecha radical por encima de los 150 diputados. Sería no sólo el segundo grupo del Parlamento Europeo sino que tendría a tiro de piedra al PP de Merkel y Casado.

Expectativas electorales

Las expectativas no son malas para los ultras en el calendario electoral de este año. Dentro de uno días votarán los ciudadanos de Países Bajos, donde el Partido de la Libertad de Geert Wilders (alineado con Le Pen y Salvini) tienen grandes expectativas. En abril hay elecciones en Bulgaria y los sondeos dibujan un escenario muy abierto que puede acabar en la salida del primer ministro (uno de los miembros del PP Europeo). Las elecciones de Noruega, aunque este país no es miembro de la UE, también pueden dar alas a la derecha radical del Partido del Progreso. Aunque la piedra de toque será Alemania, que tiene que renovar este año los parlamentos de Baden-Württemberg, de Renania Palatinado y, sobre todo, el Bundestag, la Cámara federal alemana.

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Vox se sienta en Estrasburgo junto al PiS polaco, cuyos 24 eurodiputados dominan el grupo, y representantes de otros doce países. Pero tiene muy buenas relaciones con Orbán, con Salvini y con Le Pen. Y comparte alianzas internaciones con el Partido Conservador de Boris Johnson, el Likud de Benjamin Netanyahu, el Partido Republicano de Estados Unidos y numerosas fuerzas políticas de América Latina que se sitúan en la órbita de la derecha radical, entre ellos el partido del presidente brasileño Jair Bolsonaro.

De hecho, la referencia ideológica de Santiago Abascal en el continente siempre ha sido el llamado Grupo de Visegrado, la alianza de Hungría, Polonia, Chequia y Eslovaquia que lidera el propio Orban. Una coalición construida en torno al rechazo a las instituciones de la Unión Europea, la xenofobia y la defensa de normas contrarias al estado de Derecho. El grupo mismo combina partidos tanto del grupo de Vox como del de Le Pen y Salvini, lo que le convierte en el puente ideal para una posible unificación de la extrema derecha en el continente.

La gran esperanza de Vox —y de Orbán— es que detrás de Fidesz salgan del Partido Popular Europeo otros partidos que se sienten más próximos al primer ministro húngaro que al europeísmo de Merkel. Como los del primer ministro austríaco, Sebastian Kurz, o de su homólogo esloveno, Janez Jansa, lo que podría acabar poniendo en dificultades el liderazgo del PPE en el Parlamento de Estrasburgo.

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