Periodismo de sangre y fuego, en TintaLibre de marzo

TintaLibre

Que el periodismo es un oficio de riesgo lo sabemos todos los que ejercemos esta profesión, pero eso mismo en Latinoamérica es doblemente verdadero. En marzo TintaLibre despliega en sus páginas un número especial dedicado a ese periodismo “de sangre y fuego” que demasiadas veces cae en el olvido cuando uno lee confortablemente las noticias en el teléfono móvil o en las páginas de papel que todavía resisten.

Abrimos con un conversatorio entre dos consumados reporteros, Olga Rodríguez y Enric González, que destripan en un making off inolvidable muchos aspectos tanto del oficio como del negocio. Ambos no solo hablan de las guerras que han seguido en Irak o Afganistán sino también de esas guerras intestinas que suceden en una redacción y su entorno casi a diario. Como sostiene González, “el peor escenario es cuando tú notas que estás enfrentándote a tu propio medio”.

En cuanto al despliegue de cónicas latinoamericanas tenemos el honor de abrir con una lección de periodismo, una más, del maestro argentino Martín Caparrós y su impagable veredicto de cómo contar un continente. Caparrós en esta nueva entrega ñamericana ofrece un diagnóstico agudo de lo que está pasando, un diagnóstico esperanzador para los militantes que siguen confiando en el oficio: “Cuando miramos qué periodistas son asesinados”, sostiene, “cuáles se exilian, cuáles deben callarse, vemos enseguida que no suelen ser -con escasas y brillantes excepciones- empleados de la gran prensa de sus países, sino editores y reporteros de pequeños medios locales y regionales decididos a rechazar los sobornos y las amenazas de aquellos empresarios y hacer un trabajo de verdad. Por hacerlo suelen cobrar poco y, a veces, pagan demasiado. Quizás esto podría encabezar una definición brutal del periodismo: “un oficio donde los buenos cobran poco y pagan demasiado”.

Javier Lafuente (uno de los coordinadores del número, desde México) habla de la resistencia congénita al periodismo latinoamericano, José Zamora narra el caso de su padre, el prestigioso periodista José Rubén Zamora que vivió más de 800 encarcelado y sigue en arresto domiciliario en Ciudad de Guatemala, Gladys Serrano habla de la muerte en Sinaloa y los peligros de contarla; Darío Alemán cuenta un la historia de El Estornudo, único oasis informativo en una isla, Cuba, cerrada por completo a la libertad de expresión; Estefanía Pozzo destripa las marrulleras estrategias digitales de la era Milei en Argentina; Luz Mely Reyes ofrece desde Venezuela un contrapunto sobre un personaje tan enigmático políticamente como María Corina Machado y Lydia Cacho cuenta, desde su exilio madrileño, lo que cuesta ser en cualquier parte, pero sobre todo en México, una periodista irreverente.

No podía faltar en estas páginas una memoria de oficio, encargada para esta ocasión a Manuel Rivas que nos regala una crónica biográfica que empieza en el posfranquismo y sus jerarcas y llega hasta el narcotráfico, una pieza narrativa contada por un autor al que la fábula le hizo burlar (y salir vivo) de situaciones muy arriesgadas. José Antonio Guardiola, periodista televisivo curtido en muchos escenarios, cuenta desde México los avatares de seguir informando con ética contra todo y contra todos con un leit motiv: “Los grandes señores no comparten información”.

Marzo en TintaLibre apuesta por seguir confiando en el periodismo, pese a todo.

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