Ciudades de película

Vietnam, la joya asiática inexpugnable para el cine occidental

Fotograma de 'Indochina', de Régis Wargnier.

Anaís Berdié (Insertos)

Hagamos una prueba. Piensen en al menos dos películas ambientadas en Vietnam. A poco cinéfilo que uno sea, la respuesta saldrá probablemente con rapidez. Porque este país del sudeste asiático ha atraído enormemente al cine occidental, especialmente a raíz de la guerra que asoló Vietnam durante casi 20 años. Hollywood ha producido más de 400 películas desde mediados del siglo XX sobre el conflicto bélico, desde la memorable Apocalypse now, ganadora de la Palma de Oro en Cannes, hasta las oscarizadas El Cazador y Platoon, pasando por La chaqueta metálica, Good morning Vietnam, Nacido el 4 de julio o la popular saga de Rambo. Llegó a inaugurarse con muchas de ellas un nuevo género dentro del cine bélico, donde el patriotismo y la gesta heroica dieron paso a una visión más realista y crítica de los horrores de la guerra y sus secuelas. Pero volvamos a la selva de Vietnam. A las aldeas incendiadas, a los túneles claustrofóbicos. Por más que uno tenga la sensación de haber visitado el país a través del cine en multitud de ocasiones, ni una sola de estas películas se rodó en las localizaciones reales. Es más probable que los helicópteros que ustedes recuerden sobrevolasen Filipinas, Tailandia o Malasia.

Para pasear, cinematográficamente, por las auténticas calles de Ho Chi Minh hay que esperar hasta 1992, cuando el Gobierno dio permiso al primer equipo occidental para rodar en el país después de su reunificación. Fue el director francés Jean-Jaques Annaud, con dos éxitos a sus espaldas como El nombre de la rosa y El oso y acostumbrado a rodar en países lejanos como Camerún, Kenia o Australia, quien consiguió adentrarse en la zona sureña del delta del Mekong para rodar El amante, capturando el exotismo de unas localizaciones que todavía conservaban parte de la arquitectura de la época colonial en que se ambienta la historia.

La novela semiautobiográfica de Marguerite Duras en que se basa la película cuenta la relación prohibida entre una adolescente francesa que vive en Saigón (la actual Ho Chi Minh City) y un hombre de negocios chino en los años veinte del siglo pasado. Aunque gran parte de la atención de la crítica se centró en las escenas de sexo, el director hubiera preferido que se destacase la utilización del paisaje como un personaje más de la historia. No en vano se había adentrado, con alma de explorador, en el sur de Vietnam, donde muchos niños no habían visto por entonces a ningún hombre blanco, para capturar ese pasado descrito en la novela.

La pequeña ciudad de Sa Dec, donde Duras vivió durante su infancia, Vinh Long y Can Tho, tres de las bulliciosas localizaciones bañadas por el Mekong, también forman parte de los paisajes de la cinta. Siguiendo su empeño por mantenerse fiel a la poética de la novela, el director trabajó durante meses buscando localizaciones en las zonas más remotas del río o esperando a que las aguas estuvieran lo suficientemente densas para captar el movimiento de los nenúfares flotando sobre el fango. Subirnos hoy a bordo de la limusina de El amante nos permite recorrer impresionantes arrozales, selvas, cruzar el Mekong sobre un puente de madera y contemplar el pasado colonial de la antigua Saigón, directamente rescatado del Ho chi Minh de principios de los noventa, muchos de cuyos detalles ya han desaparecido a día de hoy con la modernización del país.

Del mismo año que El amante es otra producción francesa, ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera, Indochina, de Régis Wargnier, que vino a constatar la creciente apertura de las autoridades vietnamitas para permitir rodajes extranjeros, así como el interés de los realizadores franceses por analizar los claroscuros de su papel como metrópoli en la época colonial.

Este drama romántico con el telón de fondo del final de la colonización francesa en Vietnam está protagonizado por Catherine Deneuve, que interpreta a Eliane, dueña de una plantación de caucho en Indochina y madre adoptiva de Camile, una niña de origen vietnamita. La fotografía es uno de sus puntos fuertes, pues captó como nunca antes algunos de los enclaves más turísticos hoy en día de Vietnam, como la ciudad imperial de Hue y la bahía de Halong.

Varias secuencias, como la de la boda de Camile, se rodaron en el histórico recinto amurallado de Hue, en el centro del país, que preserva la ciudadela de la antigua capital de Vietnam, declarada Patrimonio de la Humanidad un año después del estreno de la cinta. Era la primera vez que las cámaras occidentales rodaban en el palacio y en las tumbas de esta extensa área monumental que, no obstante, hubo que restaurar y decorar, con el apoyo de las autoridades locales, pues algunos de los edificios estaban estropeados por la humedad.

El peculiar paisaje kárstico de la bahía de Halong también es escenario de varias secuencias navales de Indochina y hasta aparece en su cartel (esas siluetas rocosas que observa Deneuve a contraluz), y casi puede decirse que la película puso en el mapa esta zona del nordeste de Vietnam para la industria cinematográfica.

Hasta ahí quisieron llevar también al agente secreto más famoso del cine, James Bond, en la decimoctava entrega de la saga, El mañana nunca muere. Pero, tras tener planificado gran parte del rodaje en Vietnam, la producción tuvo que trasladarse en el último momento a Tailandia ante la negativa final del gobierno a concederle los correspondientes permisos. Más suerte tuvo la más reciente Pan de Joe Wright, quien, inspirado por las revistas de National Geographic, viajó hasta Vietnam para capturar no solo la utópica imagen de la bahía de Halong, sino también otros de sus paisajes naturales más imponentes, como la Gruta de Én y las formaciones rocosas de Trang An. Un puñado de imágenes de postal que ayudaron a conformar un moderno país de Nunca Jamás en una cinta, por otra parte, plagada de efectos visuales y que está en las antípodas del pictoricismo logrado por la fotografía de Indochina.

Pero había sido antes, a principios del nuevo siglo y 25 años después del fin de la guerra, cuando se consiguió rodar la primera gran producción de Hollywood en el país después de su unificación. La segunda adaptación para el cine de El americano impasible, el clásico de Graham Greene que, adelantándose a su época, se adentraba en los excesos del intervencionismo estadounidense en la zona a principios de los cincuenta, obtuvo por fin el visto bueno de la censura vietnamita, pues su guion fue considerado riguroso y respetuoso con la historia del país. Durante cinco semanas, el director australiano Phillip Noyce y su equipo desplegaron el rodaje por las atestadas calles de Ho Chi Minh City y, la primera vez que sucedía, por las de la capital, Hanoi, en el norte del país. Lograron permisos para cerrar algunas áreas y así poder recrear el ambiente de los últimos años de la etapa colonial de Vietnam, para un thriller que combina un exótico triángulo amoroso con un fondo de tinte político.

Pese a que el mítico Hotel Continental de Saigón, mencionado en la novela de Green, sigue en pie en el centro de Ho Chi Minh City y conserva su arquitectura francesa original, la localización no fue utilizada para el rodaje (cosa que sí se hizo en la película de 1958 del mismo nombre), sino que se recurrió a una recreación digital en otra parte de la plaza. En su terraza es donde Michael Caine, en la piel del periodista inglés Thomas Fowler, toma su té de media mañana y donde conoce a Alden Pyle, el agente infiltrado estadounidense interpretado por Brendan Fraser con cuyo asesinato arranca la película. También desde allí es testigo de la explosión del coche bomba en pleno centro de la ciudad, que hará saltar por los aires la relación del periodista y el agente.

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Resulta curioso comparar el Vietnam de las dos versiones de El americano impasible, entre las que median cincuenta años y una guerra de diferencia, ya que ambas consiguieron la rara excepción de poder retratar el país desde dentro. La cinta de 1958, dirigida por Joseph L. Mankiewicz, fue rodada solo unos años después de la publicación de la novela, poco después del fin de la dominación francesa sobre Vietnam y de la división del país en dos, cuando las localizaciones no necesitaban ser decoradas para resultar acordes a la época. Su argumento, no obstante, fue lo que no se mantuvo fiel a la obra literaria de Graham Greene, quien consideró que no respetaba el espíritu antibelicista de su historia y llegó a tildar la película de "propaganda americana".

La versión de Noyce, sin embargo, es desde sus primeras imágenes una declaración de amor a Vietnam. "No sé qué hizo que me enamorase de Vietnam", es lo primero que escuchamos decir a Michael Caine, que resultó nominado al Oscar por este trabajo. "Que pueda cautivarte la voz de una mujer, que todo sea tan intenso. Los colores, el sabor, incluso la lluvia, nada parecido a la insolente lluvia de Londres". Una sugerente invitación a sumergirse en un país exótico que también gustó a los propios vietnamitas.

Pese a que el éxito de El americano impasible, dentro y fuera de las fronteras de Vietnam, auguraba una nueva era en las relaciones entre Hollywood y el país asiático, tuvieron que pasar todavía muchos años hasta que una superproducción aterrizase de nuevo en la zona. Pero lo hizo a lo grande. La reciente Kong: La Isla Calavera, de 2017, dirigida Jordan Vogt-Roberts, utilizó gran parte de los paisajes naturales de Vietnam para recrear las montañas y ríos de la isla inexplorada donde habita Kong, y trasladó hasta el norte del país gran parte de su rodaje. Con esta película, la historia de las relaciones entre el cine occidental y el país más cinematográfico del sudeste asiático tiene, por el momento, final feliz. El resultado fue tan satisfactorio para el país que las compañías de turismo se apresuraron a organizar excursiones a los lugares de rodaje, donde incluso conservaron algunos elementos decorativos de los sets, y el director estadounidense fue nombrado durante dos años embajador de turismo de Vietnam.

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