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'Sapo, S.A. Memorias de un ladrón', la versión interesada de unos delitos extraordinarios

Fotografía de la serie ‘Sapo, S.A. Memorias de un ladrón’

Los psicópatas juegan con cartas marcadas, no se ven obligados por las reglas del respeto o la compasión que afectan a los demás. Eso les permite ejecutar muchos más movimientos que el resto de jugadores. Si además son inteligentes, quien se cruce con ellos se encuentra en constante riesgo.

El Sapo, protagonista de la miniserie documental de Prime Video, se aproxima a la figura de un psicópata de los que adoran los guionistas. Culto, inteligente, implacable. La serie lo retrata a modo iceberg, impacta con lo que muestra, pero intriga e inquieta aún más con la enorme cantidad de información que se oculta.

No es periodismo de investigación, es una versión de los hechos

Este trabajo comienza con un rótulo que informa de que no se trata de periodismo de investigación sino de una versión de parte de algunos hechos extraordinarios. La aclaración tiene su miga porque las plataformas nos están acostumbrando a formatos en los que la estrella concede entrevistas que eran muy cotizadas no sabemos con qué condiciones, pero probablemente a cambio de salir bien paradas bajo su criterio, de eludir ciertas polémicas que les desagradan.  

En este caso, la miniserie se articula en torno a una serie de entrevistas con el esquivo ladrón, uno de los más destacados de la historia de la delincuencia en España. La serie está dirigida por el periodista Nacho Medina, hijo de Tico Medina, creador y director de Frank de la jungla y coautor y reportero de Callejeros

Otra serie de entrevistas, algunas con mayor interés que otras, completan el reportaje. Se agradece cada vez que se utiliza algún recurso nuevo, recreaciones, o visitas a los lugares que transita el Sapo actualmente.

Criminal a ratos, a ratos colaborador del Estado

En los tres primeros episodios se recogen espectaculares y rocambolescos hitos de la vida de este criminal. Desvalijó bancos, robó arte por valor de cientos de millones a Esther Koplowitz y medió en el secuestro del Alakrana por parte de piratas somalís. Quien también fuera agente de las fuerzas especiales francesas, se muestra como alguien capaz de pactar con abogados, víctimas, terroristas o naciones. 

El episodio final resulta exasperantemente repetitivo, solo puede verse con el mando a distancia en la mano para adelantar pasajes ya reproducidos, pero incluye apasionante información sobre la vida actual de Jon Imanol Sapieha Candela, el Sapo. Actualmente se dedica a la compra y venta de oro en Kenia, entre otros negocios, aparentemente en actividades legales, ¿quién puede saberlo? y sin causas pendientes desde que fuera detenido en Marbella en 2020.

El audaz robo del tesoro de Yecla

La primera entrega presenta al personaje -inteligente, sofisticado, narcisista-, y se centra en un robo insospechadamente lucrativo, el que abrió las cajas de seguridad de una sucursal del Banco Popular en la localidad murciana de Yecla en 1998. 

La información es importante para cualquier negocio. Para el de los ladrones es crucial. Sabedores de que los prósperos empresarios del mueble de la localidad abusaban del efectivo y lo depositaban irregularmente en las cajas del banco, dos bandas con dos cabezas, la del Sapo y la de Casper, otro líder del hampa patrio, se unieron para dar un golpe en plena Nochebuena.

Mucha parte de lo robado no se podía denunciar, así que no se pudo saber a cuánto ascendía el botín. Jon Imanol Sapieha Candela, el Sapo, afirma burlón que fueron unos 16 millones de euros.

El ingenioso asalto a la casa museo de Esther Koplowitz

Otro sonado golpe, el mayor robo de arte conocido en España, el de los cuadros que Esther Koplowitz exhibía en su piso en el centro de Madrid, centra el segundo episodio de la serie. En este caso, lo robado aquel agosto de 2001 convertía en calderilla lo conseguido en Yecla. El Sapo se llevó 19 cuadros valorados en unos 300 millones de euros. Solo uno de los dos Goyas sustraídos, El columpio, estaba tasado en 12 millones de euros. Brueghel el Viejo, Gris o Pissarro firmaban algunas de las obras birladas.

Este es el mejor de los cuatro episodios que componen la serie. Además del propio Saphiela, su cómplice, captado tres años antes del robo, vigilante jurado del edificio de la millonaria, ofrece su propia versión de los hechos. Sumados los dos testimonios no llegan probablemente a un tercio de la verdad, pero contraponerlos revela hacia donde quieren que la audiencia dirija la atención

En cualquier caso, la planificación del crimen muestra que estamos ante un delincuente extraordinario, que ocultó las obras en un piso del mismo conjunto residencial, alquilado meses antes a nombre de una empresa. 

La difícil venta de famosos cuadros robados

En esta entrega, además, el Sapo se disfraza y recrea algunos momentos de la acción. El crimen podía haber sido perfecto, pero según cuenta el delincuente, los clientes, árabes, tuvieron que abortar la compra porque Bin Laden derribó las Torres Gemelas y los protocolos de seguridad se incrementaron en todo el mundo.

La policía y el FBI trataban mientras de hacerse pasar por compradores y tendieron una espectacular trampa a la banda. Parece ser que entonces los ladrones pactaron devolver la mercancía a cambio de dinero y rebajas en sus condenas.

El criminal concedió una entrevista a Israel López, de El Programa de Ana Rosa, en 2021 en la que hablaba de estos hechos y en la que se puede ver que parte de las explicaciones se sostienen en las dos entrevistas y que otras cambian a voluntad. También escribió el libro Por amor al arte sobre este robo durante su estancia en prisión. En la biografía del autor que aporta a la editorial añade algunos datos más sobre su vida.

Mediador entre el Estado español y los piratas somalís

Un perfil completamente diferente del Sapo se presenta en el tercer episodio, en el que Jon Imanol Sapieha, como es llamado en esta miniserie, ayuda al Estado español a negociar en secreto con los piratas somalís que secuestraron el atunero vasco Alakrana en octubre de 2009.

47 espantosos días se prolongó la captura de los 36 tripulantes. El Sapo fue buscado por sus contactos internacionales y especialmente africanos y consiguió que el importe del rescate llegase a manos de los piratas. El juez Garzón ordenó detener y traer a España a dos de los captores que habían salido del barco mientras los marineros seguían atrapados. Su testimonio es recogido también en Sapo, S.A..

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Mientras uno de los tripulantes muestra aún secuelas psicológicas de aquellos días, Saphiela analiza lo ocurrido con distancia, como una partida de ajedrez con movimientos más o menos hábiles. El Sapo organizó la entrega, pero su narcisismo le lleva a exhibir cómo burló después a los secuestradores y no se conformó con el pago por sus servicios.

La serie deja bien claro que estos incidentes son tan solo algunos en una vida espectacular en la que el Sapo puede inventarse hazañas para atemorizar a sus contactos, pero también puede ocultar otras tantas que le comprometerían o no contribuyen a su leyenda. 

Habrá que ver si el ego descomunal de Jon Imanol Sapieha le anima a desvelar más facetas de una vida que saliendo a la luz pone el foco en otros muchos rincones oscuros de la política, las relaciones internacionales o la delincuencia que merecen ser conocidos. Será sin duda interesante, como lo ha sido esta propuesta.

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