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Humor al cubo

El día que Dani Mateo intentó engañar a un fan

El popular cómico catalán Dani Mateo, aunque estudió Periodismo en la universidad, ha dedicado toda su carrera profesional al humor. Ahora, con los 40 ya cumplidos, es uno de los cómicos más conocidos del país. Su trabajo en El Intermedio y en Zapeando le ha dado una enorme popularidad. Fuera de los platós es siempre un hombre simpático y accesible. Él se define básicamente como "un tipo bastante miedoso, hipocondríaco y de todo", que gracias al humor consigue reírse de la vida.

PREGUNTA: ¿Recuerdas el primer momento en el que te diste cuenta de que eras gracioso?

RESPUESTA: Yo me di cuenta de que era gracioso cuando vi que se reían conmigo, y eso lo vi en el colegio. Yo era un chaval que tampoco es que fuera muy popular, la verdad. Era así, gordito, y más bien de los que está un poquito aislado. No era nunca el que marcaba más goles en los partidos porque para eso tendría que haberme metido a jugar en el partido y yo estaba como en un rincón, con un cómic de Mortadelo.

P: La imagen no parece muy divertida…

R: Lo que ocurría es que entonces, cuando íbamos de campamentos, yo solo, sin avisar a nadie, me iba preparando un show con los sketches que había visto de Martes y 13 o de Cruz y Raya. Entonces, liaba a un compañero y ensayábamos los sketches. Y luego, la última noche, por sorpresa, le decíamos a la profesora: "¿Podemos hacer unos sketches?". Así que salíamos, lo hacíamos ahí delante de toda la clase y se mondaban de risa. Y ahí dije: "¡Hostia, esto es muy divertido, y además me permite existir!". Así que hasta entonces yo era un ser marginal por ahí, flotando… Era como Patrick Swayze en Ghost, ¿no? Para que me vieran tenía que tirar una taza.

P: ¿Y tus inicios ya profesionales?

R: Cuando empecé a ver que realmente podía dedicarme a esto, fue al cabo de un tiempo de empezar a hacer monólogos. Mi primera impresión cuando empecé no fue que me podía dedicar a ello. Era malo de cojones. Era una cosa… Les metía unos rollos… Quiero decir que de chiste a chiste había una brasa que no te puedes ni imaginar. Claro, te van ayudando, te van puliendo… En Paramount Comedy teníamos muy buenos profesoresParamount Comedy. Estaban Ricardo Castella y Juan Diego Martín, que eran los que se encargaban de coger el texto, corregirlo y ayudarte. Había muy buen ambiente, te fijabas en los demás. Allí, en Paramount Comedy, fue donde aprendí a ser cómico.

P: ¿Qué tal es la relación de un cómico famoso con sus fans?

R: Recuerdo una vez que estaba llorando, hablando por teléfono en la calle. Entonces, vino una persona a pedirme una foto. Yo la miré con lágrimas en los ojos. Y el cabrón, me dijo: "No, no, tranquilo, que espero". ¡Que espero! No pensó: "¡Hoy no toca!. ¡No!". Podía haber dicho: "Tranquilo, que espero a que se te pase el disgusto y luego nos hacemos la foto". Que ahí dices: ¡Pero tú eres un grande de España!

P: Eso es lo que se llama un tío perseverante…

R: Y luego hay otra muy buena, que es una vez que disimulé y no quería hacerme una foto, porque iba con prisa. Entonces, cogí el teléfono y empecé a fingir que hablaba: "Sí, sí… No, eso lo tenemos que arreglar, cuéntame… Ya, ya, es un problema...". Entonces le hago el gesto de que no puedo atenderle. Y él me dice por gestos que me espera sin problema… Y ¡se espera también! Y ahí tuve que inventar toda una conversación por teléfono para no quedar mal: "Sí, esta tarde nos vemos… A las siete está bien, sí, nos vemos…" ¡Con el teléfono apagado! Que me digo: "¿Qué estoy haciendo con mi vida?". Al final, me tuve que hacer la foto y no le dije nada, pero debería haberle felicitado: "Me has hecho pasar uno de los peores momentos de mi vida, felicidades". En las dos ocasiones, me ganaron.

P; ¿Dónde has encontrado el público más sorprendente?

R: Una vez, cuando fui a Cuba, estaba allí en la piscina del hotel. Habíamos estado bebiendo piña colada y de todo, nos habíamos venido arriba. Y me voy a la barra a pagar y me dice: "Tranquilo amigo, que ya está pagado. ¡Usted es aquí un ídolo!". Y digo: "¿Yo soy un ídolo en Cuba? No recuerdo haber sido revolucionario en ningún momento de mi vida".

P: ¿Te habían confundido con alguien famoso?

R: Resulta que me contaron que allí en Cuba se pasan los programas de El Club de la Comedia con un pendrive de mano en mano. Así que todos los cómicos de El Club de la Comedia allí somos diosesEl Club de la Comedia. De hecho, fui a ver a un amigo cómico que actuaba en el teatro Carlos Marx y se pusieron 3.000 personas en pie a aplaudirme y decían desde el escenario: "¡Tenemos aquí a un cómico español!". Pero lo más importante es que no pagué las bebidas.

P; ¿Ese es el público más apasionado con el que te has encontrado?

R: Cosas locas me han pasado un montón. Me acuerdo una vez que tenía tos y, con los nervios, antes de la actuación, me bebí un bote de Bisolvon entero. ¡No probéis eso, eh! ¡Eso lo persigue la DEA! Me pillé tal globazo que acabamos todos, todo el teatro, cantando. "¡Bisolvon, Bisolvon!". Bueno, cosas patéticas en general.

P: ¿Qué significa la comedia para ti?

R: A mí el humor me parece la única salida digna de este mundo, de esta vida. Porque es una gran broma. Lo que nos hacen es una broma bastante pesada. Dejarte aquí, sacarte del útero y dejarte en este mundo donde hay animales que te comen, coches que te atropellan, enfermedades que te matan, donde no estás seguro en ningún momento del día. En cualquier momento, ahora mismo, te puede dar un apechusque, como dicen en Albacete, y la roscas, que eso me gusta mucho. Esa conciencia de la mortalidad genera una ansiedad que el humor la quita. Y yo creo que la función del humor es ser un bálsamo para el miedo. Cuando hay humor, no hay miedo, te lo quita. Entonces, yo que he sido un tipo bastante miedoso, hipocondríaco y de todo, gracias al humor consigo reírme de la vida, y eso me salva, sin duda.

P: ¿Llevas el humor a todos los espacios de tu vida?

R: El humor es como el tenis. Se tiene que jugar en la cancha. Porque si lo intentas jugar en la carretera, te atropellan. Si juegas a tenis en la vía del tren, pues te pasa por encima el AVE. El humor hay que jugarlo en la cancha. Fuera de la cancha lo puedes jugar. Te puedes arriesgar. Imagina que te para la guardia civil con el coche y le haces el chistecito de turno:

- ¿Papeles?

- No tengo.

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- ¿Seguro?

- Seguro que no tengo.

Le haces eso a un guardia civil, si tienes huevos. ¿Te puede salir bien? Sí. Pero, ¿cuántas probabilidades hay de que te salga bien? Poquitas. Así que es mejor dejar el tenis para la cancha de tenis.

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