Humor al cubo

Miki Nadal aprendió una lección sobre pelotaris

Miki Nadal (Zaragoza, 1967) ha desarrollado toda su carrera profesional en el mundo del humor en televisión. Aunque no empezó a trabajar como cómico profesional hasta cumplir los 30 años, desde 1997, prácticamente no ha dejado de participar en un programa tras otro. Sus inicios fueron en La sonrisa del pelícano, de Pepe Navarro. En los últimos quince años se ha convertido en un fijo de las sobremesas televisivas como colaborador de Sé lo que hicísteis y de Zapeando, en La Sexta.

Desde hace años, aunque no mucha gente lo sabe, también se ha convertido en productor cinematográfico. Participa como socio en Nostromo, una productora de películas como Palmeras en la niebla o Contratiempo, protagonizadas por Mario Casas; Luces rojas, con Sigourney Weaver; Blackwood, con Uma Thurman; o La red avispa, con Penélope Cruz. En estos meses, debido a la pandemia, ha suspendido sus actuaciones como monologuista recorriendo España de un lado a otro: “Lo que tengo es ganas de volver a empezar y cuando se pueda, pues haremos lo que haga falta, iremos donde haga falta”.

¿No te pides papeles en las películas en las que participas como productor?

Yo solo he participado en una. No me han querido llamar para ninguna más ¡Y fíjate que soy socio de la productora! Era para la película Cómo sobrevivir a una despedida de soltero. Hice un pequeño papel ahí, en el que hago de presentador de un concurso de talento en un parque de atracciones en el que la jurado es Emma Bunton, la rubia de las Spice Girls. Tengo fotos con ella y todo. Eso es lo que me pagaron, una foto sin marco.

Puedes aprovechar esta conversación para pedirles que te contraten

Estoy esperando que me contraten. ¡Cómo es de triste la vida que no me contratan ni en mi propia productora para hacer películas! Seré mal actor, pero ojalá un día haga una comedia en la que resuma todo lo que me gusta dentro del humor y pueda rodarla. Me gustaría que fuera con Ángel Martín, que me parece un genio. Ángel, si me estás leyendo, vamos a hacer una película buena. Aquella que te comenté, ¿te acuerdas que te reías?

Por lo menos en televisión no te falta trabajo. ¿Qué tal te lo pasas?

He trabajado en muchos programas. Actualmente estoy en Zapeando diariamente y la verdad es que llevamos ya 1.800 programas casi y lo cierto es que ha habido muchos momentos muy hilarantes, muy de risa, en los que nos lo hemos pasado muy bien. Sobre todo, te ríes mucho con las cosas inesperadas, cosas que ocurren que no te has dado cuenta. Yo también soy bromista en las situaciones dentro del programa porque el humor sirve mucho para romper un poquito el hielo dentro de todos los ámbitos, en el trabajo, en las relaciones o en las situaciones problemáticas.

¿Qué tipo de bromas sueles hacer?

A mí lo que me gusta por ejemplo es hacer cositas para que la gente se relaje. A los nuevos me gusta darle a la palanquita que hay debajo del asiento, para que en vez de estar en una postura normal en la mesa se les quede la silla bajita y parezcan chiquiticos. ¡No saben qué hacer! ¡No saben cómo reaccionar! Me gusta ponerles en situaciones tensas porque la gente está muy tensa, no está relajada en televisión. Después de tantos años, estoy ya como en mi casa, pero me gusta poner en aprietos a la gente y con eso al final ellos se relajan, porque es verdad que se relajan, y los demás pues pasamos un buen rato viendo cómo están ‘puteaos.

Antes de trabajar en televisión ¿a qué te dedicabas?

Estudié Derecho en la universidad, pero no llegué nunca a ejercer. Me dediqué a actividades diversas. Incluso fui propietario de un bar. Lo vendí hace años cuando empecé a trabajar en esto. Lo que sí que hacía en mi bar era una pequeña performance, que era subirme a una mesa que había allí, que era una mesa de campeonatos de pulsos, y hacía una actuación con la música de Don Diablo de Miguel Bosé. Causaba un gran estupor entre el público y una cantidad de insultos muy variados que me hacían ser el más popular de la noche, no en el buen sentido de la palabra.

¿No te lanzaban objetos? ¿No peligró tu integridad física?

Algún problema tuve, aunque no por mis performances. Recuerdo una ocasión en la que había unos muchachos allí muy fornidos que estaban tomando algo en el bar, en Guadalajara. Los veía que entraban al baño. Salían. Entraban al baño. Luego iban dos… Yo estaba muy mosqueado y les llamé la atención. Les dije: "Perdona, pero aquí esto no se hace. O sea que ya os estáis yendo fuera. Estas cosas no se hacen en este bar. Así que venga, los tres fuera". Entonces me dijeron que ellos no se dedicaban a nada raro, que ellos eran gente muy sana y ¡que eran pelotaris! Entonces, yo le dije a uno de ellos: "Serás pelotari, pero tú de aquí te vas, y si no te meto ahora mismo una hostia bien dada". Me dijo: "¿Ah sí?" ¡Y me sacudió con la mano abierta! Me hizo un flash la visión, un pitido en el ojo y ya no recuerdo nada más. Ahí me quedé. Luego me despertaron, porque eran buena gente, los volví a meter al bar, les invité a una copa y nos hicimos amigos. Mis amigos los pelotaris de Guetaria, ¡un saludo para ellos!

¿Y sigues manteniendo el humor en tu vida cotidiana?

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Me gusta siempre con mis amigos hacerles bromas. Por ejemplo, con Nacho, que además de buen amigo es mi representante, cuando vamos de viaje en AVE, le suelo dejar pasar primero. Al entrar a los vagones los dos, el pasillo es estrecho y tenemos que entrar uno detrás de otro. Solemos entrar los últimos porque llegamos siempre tarde. Entonces, ya todo el mundo está sentado tranquilamente preparado para el viaje. A veces, cuando entramos en el vagón, me divierte esconderme detrás de él y gritar dentro del vagón: "¡Buenas tardes a todos! ¡Un poquito de atención!". Entonces, se le queda mirando todo el mundo y el otro pobre pues se muere de vergüenza. Ya se lo he hecho bastantes veces. A él ya no le queda más remedio que aceptarlo y sonreír de buen grado.

¿Tienes planes ya fijados para cuando acaben las restricciones de la pandemia?

A ver, para cuando acabe todo esto, la verdad es que no tengo nada programado todavía. Me gustaría tener algo como aquella cinta de casete que tenía Barragán, que una vez me contaba que se titulaba Grandes chistes de Barragán y que debajo ponía: "Más de cien mil cintas apalabradas". No, yo no tengo apalabrado nada.

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