Necesitada de afecto, de sosiego y de certezas. Así creció una niña bonita de pelo corto a la que la sociedad del chisme y del maledicente decoro obligaba a ir disfrazada de niño. Sus libritos de recortes, su única reliquia de aquellos años, alimentaban sus sueños y pese a todo, “a mi manera”, fue feliz.
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