Los líderes del "nacionalismo del desastre" incitan a los disturbios racistas
El fin de semana del 14 de julio estallaron disturbios racistas en el sur de España, cerca de Murcia. Hace un año, Inglaterra se incendió de la misma manera, con la ayuda del brexiter Nigel Farage, que se aprovechó de un suceso aislado. Hace un mes pasó en Irlanda del Norte. Y Francia no se queda atrás en materia de violencia de extrema derecha, desde el caso Crépol hasta el asesinato de Hichem Miraoui en Puget-sur-Argens (Var).
En Disaster Nationalism. The Downfall of Liberal Civilization (Nacionalismo del desastre. La caída de la civilización liberal, edit. Verso Books, 2024), el ensayista británico Richard Seymour ofrece un marco interpretativo global para estas explosiones de violencia política de extrema derecha.
Mediapart se reunió con él en París, con motivo de su participación en el coloquio marxista Historical Materialism – Conjurer la catastrophe. Seymour explica por qué, en su opinión, la izquierda aún tiene tiempo para impedir el advenimiento de una “verdadera política fascista de calle”.
Mediapart: Los disturbios racistas que estallaron en España recuerdan a los que sacudieron Inglaterra hace un año: un suceso instrumentalizado por la extrema derecha en las redes sociales y el consiguiente estallido de violencia. ¿Se trata de un modelo que se repite conscientemente?
Richard Seymour: En primer lugar, es interesante señalar que la mayoría de los artículos en inglés sobre lo ocurrido en España, cerca de Murcia, no hablan de disturbios racistas. Solo mencionan “enfrentamientos” o “disturbios”. Estos eufemismos forman parte del contexto en el que se repiten y cobran magnitud estos minipogromos contra los migrantes.
Se trata en efecto de un patrón coherente. El evento desencadenante suele ser un delito violento atribuido a la supuesta desviación moral de los inmigrantes, aunque este tipo de delitos, lamentablemente, están muy extendidos en nuestras sociedades. A continuación, el rumor o la desinformación se propagan como la pólvora a través de los grupos de WhatsApp y Telegram, así como en plataformas más públicas.
Los disturbios racistas brindan una oportunidad para la intervención y el reclutamiento de la extrema derecha
Creo que sería demasiado fácil ver aquí solo una forma de instrumentalización de la extrema derecha: es cierto, pero a menudo las cosas se desarrollan sin que sea realmente necesario una ayuda por su parte. Los disturbios racistas que tuvieron lugar en Knowsley el año pasado comenzaron tras la difusión de un vídeo en el que se veía a un joven inmigrante hablando con una chica de quince años. La extrema derecha se hizo eco de ello, pero solo a posteriori.
Los disturbios racistas suelen ser explosiones espontáneas de una política racista incipiente, que brindan la oportunidad de intervenir y reclutar a la extrema derecha. Hay mucha gente dispuesta a tomar las armas para golpear y matar a cualquiera que parezca extranjero si tienen la ocasión. Pero hasta ahora no lo hacen basándose en un programa político, siempre necesitan algo que les empuje a cruzar el umbral de la violencia colectiva.
Eso significa que aún hay tiempo, para la izquierda y los grupos antirracistas, de evitar una aceleración hacia una verdadera política fascista de calle. Para ello será necesario hacer frente al fascismo incipiente, no solo a escala nacional, sino también en localidades donde la izquierda lleva mucho tiempo ausente. Reforzar la resistencia de la comunidad ante este tipo de ataques y crear unidades de intervención rápida contribuiría a crear cierta resiliencia.
En Disaster Nationalism, usted muestra que, paradójicamente, la violencia política de extrema derecha no perjudica electoralmente a la extrema derecha.
Hay lugares donde eso hace tiempo que dejó de ser una paradoja. En la India, en 2002, los pogromos antimusulmanes fomentados por la derecha nacionalista hindú en el Estado de Gujarat —del que Narendra Modi era entonces ministro jefe— aumentaron los votos del Bharatiya Janata Party (BJP, extrema derecha nacionalista hindú) en las elecciones. La derecha nacionalista hindú actúa así antes de cada ciclo electoral.
Pero es cierto que esos fenómenos no eran habituales en los principales Estados capitalistas avanzados. Sin embargo, desde la década de 2010 se observa un aumento de los actos de violencia cometidos por “lobos solitarios” o por milicias armadas de extrema derecha. Y los gobiernos de extrema derecha, ya sea en Brasil o en Estados Unidos, no se muestran avergonzados por ello.
En Estados Unidos, en 2020, un joven que se creía un “justiciero”, Kyle Rittenhouse, asesinó a tres manifestantes del movimiento Black Lives Matter con una ametralladora y se convirtió inmediatamente en un héroe de la derecha estadounidense, que recaudó fondos para su defensa legal. Donald Trump lo defendió.
Trump se benefició de la violencia contra Black Lives Matter del verano de 2020. Aunque perdió, aumentó su número de votos con respecto a 2016. Sabiendo que podía contar con una base movilizada y radicalizada, convocó la marcha sobre Washington el 6 de enero de 2021. Lo único que le impidió ganar fue la fuerza del movimiento social de entonces, desde Black Lives Matter hasta Bernie Sanders, que obligó a los demócratas a salir de su zona de confort.
Poco después del asalto al Capitolio, los partidarios de Jair Bolsonaro en Brasil atacaron edificios gubernamentales con la esperanza de provocar una “intervención militar”. Una vez más, eso no hizo más que enardecer a sus seguidores.
Lo que ocurrió en Brasil en 2022 —una ola de asesinatos políticos— demuestra que los líderes del nacionalismo del desastre no se contentan con recoger los frutos de la violencia: incitan a la violencia popular. Bolsonaro debería haber sido derrotado fácilmente por el Partido de los Trabajadores (PT) tras el regreso de Lula, la figura política más popular de Brasil, pero alimentó un clima general de odio del que, una vez más, sacó provecho.
Poco después del asesinato de Benedito Cardoso dos Santos, un militante del PT asesinado por un partidario de la extrema derecha, Bolsonaro declaró en un discurso que los militantes del PT deberían ser “ametrallados” y que la izquierda debería ser eliminada de la política nacional. Sus seguidores recorrían el país para pelear, asesinar y provocar disturbios y eso entusiasmó a la base bolsonarista: pasó del 30% en las encuestas preelectorales a cerca del 50% el día de las elecciones [Lula ganó por solo un 50,9% frente al 49,1% –ndr].
Existe una dialéctica de radicalización entre los líderes y su base, que recuerda al fascismo
Además, todos esos líderes de extrema derecha se han convertido en expertos en organizar periódicamente oleadas de odio en las redes. Son especialistas en el arte de señalar enemigos, a los que consideran responsables de desastres fantasiosos como el “gran reemplazo”. Esas campañas dan a su base la impresión de estar logrando algo. Es lo que el filósofo marxista alemán Ernst Bloch llamaba “el engaño de la plenitud” en relación con el fascismo. Existe una dialéctica de la radicalización entre los líderes y su base, que recuerda al fascismo.
¿Por qué hablar de “nacionalismo del desastre” en relación con este fenómeno?
Es una referencia al “capitalismo del desastre” de Naomi Klein [teorizado en La doctrina del shock, publicado en 2008 – ndr]. Pensé en este concepto durante la campaña del Brexit en el Reino Unido, cuando la derecha comenzó a utilizar un discurso apocalíptico agitando la idea de una confrontación violenta relacionada con la “inmigración masiva”. Para el líder del Partido por la Independencia del Reino Unido, Nigel Farage, si el Brexit fracasaba, lo único que quedaba era ponerse el casco colonial, el uniforme militar, coger el rifle e ir a combatir a Dover.
La gente estaba fascinada con la idea de que el país iba a caer en un declive inevitable, que la libra se desplomaría, que las ciudades dejarían de ser seguras, que se multiplicarían las agresiones sexuales... Un imaginario catastrófico. Se había observado exactamente lo mismo en Estados Unidos, donde Barack Obama no solo era descrito como socialista, sino como keniata, lo que es aún peor, por supuesto. Su reforma del sistema sanitario era objeto de teorías conspiranoicas difundidas por los republicanos, según las cuales quería instaurar “tribunales de la muerte”, con el objetivo secreto de llevar a cabo un “genocidio blanco”.
En la India, al mismo tiempo, los nacionalistas hindúes difundían la fantasía racista de la “yihad del amor”, la idea de que los hombres musulmanes seducían a las mujeres hindúes para convertirlas al islam y socavar el tejido étnico de la nación. Todos esos desastres tienen que ver con la idea de la subversión. Y para impedirla, no queda más que la violencia, la revuelta, una revuelta muy conservadora, ya que nunca pretende cambiar el sistema.
En ningún caso atacan las fuerzas abstractas y más profundas que dominan nuestras vidas, como el capitalismo. No es difícil comprender el atractivo de esos movimientos y teorías conspirativas, como QAnon, que se asemejan cada vez más a los videojuegos. Se trata de un espacio totalmente digital que, por utilizar una metáfora de la IA, provoca alucinaciones generativas mucho más deseables que el mundo real.
Esto es aún más comprensible si se tiene en cuenta que el nacionalismo del desastre desvía la atención de las catástrofes reales. ¿Es de temer que la agudización de las crisis alimente aún más esta distracción que es el nacionalismo del desastre?
Creo que sí, porque el nacionalismo del desastre se alimenta de los desastres reales. Pero también creo que está adquiriendo autonomía. Algo fundamental ha cambiado en la cultura desde que vivimos en un mundo conectado a Internet. Ha cambiado nuestra forma de pensar y de socializar, como expliqué en mi libro The Twittering Machine (La máquina de trinar, 2019). Nadie es aún consciente de la profundidad de este cambio. Los gigantes tecnológicos y los conductistas que los asesoran, con sus sistemas de recompensas y castigos, han encontrado la manera de piratear la psique humana y explotar su vulnerabilidad.
Hemos caído en lo que Lacan llama un fantasma colectivo
Tomemos el ejemplo del rumor #Pizzagate en 2016. Todo comenzó con un artículo que acusaba al entorno de Hillary Clinton de “tráfico de niños” en el sótano de una pizzería. Esta información se volvió viral en las páginas web de extrema derecha. Un joven cogió un rifle de asalto AR-15 y fue allí. Hizo evacuar a los clientes y disparó. Entrevistado en prisión, no expresó remordimiento alguno, simplemente dijo que quería llevar a cabo “su propia investigación”. Eso le daba algo que hacer, le hacía sentir poderoso.
Por supuesto, esas personas se ven afectadas por la crisis del capitalismo, pero eso no basta para explicar tal radicalización hacia la derecha. ¿Por qué quiso creer esa historia? Hay un colapso total de la confianza en el sistema político, en los expertos, en los periodistas. El resultado es que hemos caído en lo que Jacques Lacan [psiquiatra y psicoanalista –ndr] llama “fantasma colectivo”.
Si la extrema derecha se beneficia de un colapso político, usted explica que, a diferencia del fascismo histórico, por el momento no cuenta con un “movimiento de masas” arraigado en la sociedad. Considera que nos encontramos más bien en los primeros días de un nuevo fascismo.
La sociedad civil está mucho menos organizada que antes. En su historia del fascismo europeo, Dylan Riley explica que los nazis y los fascistas italianos pudieron contar con una base de asociaciones de veteranos, clubes militares de partidos de derecha y de paramilitares en los años 1920-1930. Entonces no había televisión ni Internet.
Hoy en día, la sociedad civil está mucho más conectada. Puedes ser una persona muy introvertida, sin mucho éxito, que vive con su madre, pero basta con entrar en un foro online para convertirte en una “leyenda”. Y tendrás aún más posibilidades de hacerte respetar si eres cínico, si tienes una especie de voluntad depredadora de explotar las debilidades de los demás, rompiendo todos los tabúes.
Es en ese entorno donde se socializó Anders Breivik (terrorista noruego de extrema que asesinó a 77 personas en 2011, ndt), y si lees su manifiesto, verás que las partes que escribió están muy inspiradas en los videojuegos. Habla muy a menudo de “terminar” tal o cual misión. Y cuando estos manifiestos de “lobos solitarios” [como el del atentado islamófobo de Christchurch o el del asesino de Buffalo – ndr] se comparten en 4chan u 8chan, antes de que pasen a la acción, los comentaristas suelen animarlos a “conseguir la mejor puntuación”. Es algo muy particular de la cultura de Internet. Mi hipótesis es que esta cultura se ha transformado en una subcultura de extrema derecha, en la que la crueldad, la disociación y la inversión moral son fundamentales.
Pero el fascismo necesita años para construir su fuerza histórica, desarrollar tácticas y radicalizar su base.
¿Qué puede hacer la izquierda para resistir eficazmente?
En mi opinión, la izquierda estaría en mejor posición si contara con partidos más organizados de forma clásica, capaces de transmitir una memoria y una conciencia históricas. Pero hay que afrontar la situación tal y como es. Desde hace treinta años, los movimientos sociales han adoptado una forma más tumultuosa, mientras que la gente abandona los partidos y los sindicatos. Los políticos que han asimilado las lecciones de la historia en las últimas décadas suelen ser viejos. No han olvidado lo que los jóvenes nunca han aprendido.
Pero desde hace una década existe una nueva polarización política tanto en la izquierda como en la derecha. La extrema derecha está en fase de aprendizaje, tanto si está en el poder como si no, algo que no ha podido hacer desde el final de la guerra.
En la izquierda, la esperanza puede venir de figuras como Zohran Mamdani. La izquierda necesita luchadores que no se dejen intimidar para generar esperanza y coraje. Cuando se le presionó para que diera marcha atrás en temas como Palestina, Zohran Mamdani siempre se mantuvo firme. Intentó modular su retórica para llegar a los votantes que no le habían seguido hasta el final, pero no cedió ni se disculpó. Así es como inspiró respeto y esperanza.
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Richard Seymour estuvo en París a finales de junio de 2025 para participar en el coloquio marxista Historical Materialism. Nos reunimos con él en esa ocasión. La entrevista se realizó en inglés. No la ha revisado. La primera pregunta, sobre la situación en España, se le formuló a posteriori.
Traducción de Miguel López