"¿A dónde va nuestro tiempo?": la importancia de tomarse un respiro en esta sociedad hiperacelerada
Vivimos con la sensación constante de no llegar a todo. De ir saltando de una tarea a otra con la cabeza siempre en lo siguiente que tenemos que hacer. Para muchas personas, la vida se ha vuelto una especie de carrera constante contrarreloj, siempre con la sensación de ir con retraso. Esta dinámica nos atrapa y hace muy difícil que seamos capaces de parar y tomar un respiro.
¿Cómo es posible que nuestras vidas estén cada vez más ocupadas a pesar de que los avances técnicos y tecnológicos deberían permitirnos más tiempo libre? Para el filósofo y sociólogo alemán Hartmut Rosa la explicación se encuentra en la “aceleración social”.
Cuanto más rápida se vuelve la sociedad, menos tiempo tiene la gente
Los avances de la sociedad nos han permitido ahorrar tiempo en muchos aspectos de nuestra vida. Los emails han sustituido al correo postal, el transporte y las conexiones cada vez son más rápidas. Ahorramos tiempo en la producción de bienes y servicios... Y, aun así, aunque esto debería ahorrarnos tiempo y liberar nuestros días, no parece que sea así. “Cuanto más rápida se vuelve la sociedad, menos tiempo tiene la gente”, explica Rosa en entrevista con infoLibre. El filósofo, que acudirá el próximo septiembre al Festival de las Ideas, se pregunta: “¿A dónde va nuestro tiempo?”.
Esta aceleración y necesidad de ir cada vez más rápido y llegar a todo no es algo únicamente individual, sino que se extiende a la sociedad en su conjunto. “En las sociedades capitalistas necesitamos crecer cada año, y eso significa que tenemos que producir más, consumir más y también distribuir más, lo que nos obliga a correr cada vez más rápido simplemente para mantenernos en el mismo lugar”, explica.
La promesa de mayor libertad que nos iba a permitir el progreso de la sociedad moderna no se ha cumplido. En vez de usar este tiempo añadido para descansar o disfrutar, lo rellenamos sumando más tareas a nuestra lista. Esto se debe también a la dinámica de la aceleración, ya que la plenitud y calidad de nuestro día a día tiende a medirse cada vez más en función de la cantidad de experiencias vividas: una buena vida sería aquella que es intensa, un carpe diem constante, donde apenas hay tiempo para el descanso.
Tomarse un respiro
En este contexto de aceleración parece complicado sacar tiempo para “tomarse un respiro”. Rosa asegura que nos es casi imposible dejar de lado esa “to-do list” (o lista de tareas pendientes). Incluso cuando nos tomamos días libres en el trabajo sentimos que nos estamos perdiendo algo y sentimos que “deberíamos hacer más”: por nuestro cuerpo —hacer más deporte—, por nuestra mente —leer o reflexionar más—, por nuestra vida social o laboral, por nuestras relaciones…
Por ello, aunque no estemos trabajando, esa lista de tareas sigue activa, y si te permites parar en alguna de ellas, “simplemente tendrás que correr más rápido al día siguiente”, lamenta Rosa. “Como sociedad, ya no tenemos ritmos”, explica el sociólogo, “estamos perdiendo cosas como por ejemplo el domingo como día de descanso”.
María Azurmendi Tedín, filósofa y futura ponente del Festival de las Ideas, coincide en que “el sistema capitalista” en el que vivimos “premia el desarrollo personal” y fomenta que no se pare en ningún momento. “La sociedad le está quitando valor al tiempo libre porque no hay una compensación económica”, añade Rosa.
La sociedad le está quitando valor al tiempo libre porque no hay una compensación económica
En este contexto, es cada vez más importante reivindicar la pausa y volver a tomar el control de nuestro tiempo. La segunda edición del Festival de las Ideas, que se celebrará entre el 18 y 21 de septiembre, contempla precisamente un espacio de bienestar, dedicado al cuerpo, que mediante distintos talleres y conversaciones busca que sus asistentes se escuchen y se sientan presentes.
Azurmendi Tedín cree que para poder tomarnos este respiro son necesarias “unas condiciones materiales propias” que ahora mismo “cada vez se dan menos, especialmente en la juventud”. Estas condiciones están íntimamente ligadas a la clase social. No es lo mismo frenar cuando se cuenta con estabilidad económica a cuando llegar a fin de mes depende de encadenar turnos.
Para muchas personas con menos recursos, la lista de tareas es aún más larga: alternar varios empleos, hacer malabares con horarios imposibles o cuidar de personas dependientes sin ayuda hace que la sensación de aceleración se dispare y que el tiempo libre sin obligaciones simplemente no exista.
Aún sin la presencia de estas condiciones hay ciertas acciones que podemos llevar a cabo para conseguir esta calma, sobre todo desde el ámbito médico. Es la tesis que Nazareth Castellanos, doctora en neurociencia y también ponente del festival, desarrolla en El puente donde habitan las mariposas (Siruela). En esta obra, aborda el impacto de la respiración sobre la dinámica neuronal. Respalda con evidencia científica los efectos de una buena respiración sobre nuestro sistema nervioso, siendo capaz de reducir la ansiedad y recuperar la calma en momentos de tensión.
Soluciones colectivas
La respiración, el descanso o la terapia son acciones que pueden ayudarnos a ser más conscientes de nuestro presente. Sin embargo, para Azurmendi Tedín no es suficiente. “Son medidas de urgencia, pero no son soluciones a los problemas reales”, lamenta: “Estamos poniendo parches individuales a problemas sociales. Puedo ir a terapia, meditar, respirar, pero eso no es una solución real al problema. Volvemos a responsabilizar al individuo de una situación social muy crítica. Necesitamos políticas sociales que atiendan a las necesidades reales de la sociedad, como es el problema de la vivienda, la situación de las personas migrantes..."
“Si el 70% de las personas se sienten presionadas y con una vida agitada, no se trata de un problema individual, sino colectivo”, apunta Rosa. La causa, insiste, está en “la estructura de nuestro mundo socioeconómico y capitalista”, y por eso no basta con buscar remedios personales como el mindfulness o un paseo por el bosque. “No digo que esto sea inútil, pero no resuelve el problema estructural”, advierte.
Para él, la lógica de la presión temporal y la aceleración funciona “como una enfermedad crónica: no tiene cura individual, pero sí mecanismos para sobrellevarla”. Entre ellos, sugiere aprender a “perdernos cosas conscientemente” y aceptar que es imposible estar siempre al día. Cambiar la meta de no perderse nada por la de marcar límites claros y crear “oasis de desaceleración” —momentos y lugares en los que decidimos desconectar— es, según Rosa, un paso realista y saludable.
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Búsqueda de una mejor vida
Para Hartmut Rosa, la salida a la sensación de no tener tiempo para nada no pasa por encajar más tareas en nuestra agenda, sino por cambiar la manera en que nos relacionamos con el mundo. Frente a la lógica de la aceleración, propone la resonancia como núcleo de una vida plena: vínculos significativos con personas, naturaleza, cultura o trabajo que nos transforme y nos haga sentir vivos. En su visión, espacios como el Festival de las Ideas son necesarios para tomar distancia y repensar colectivamente qué entendemos por “una buena vida”.
Por su parte, Azurmendi Tedín reivindica la necesidad de políticas sociales que aborden problemas como la vivienda o la salud mental. Para ella, el bienestar individual no puede alcanzarse sin un cambio en el sistema que priorice el descanso y la conexión por encima de la productividad.