Entrevista

Toni Aira, autor de ‘Mitólogos’: “Necesitamos una revolución informativa”

Toni Aira, profesor de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra (UPF).

Toni Aira (Barcelona, 1977), doctor en comunicación, profesor de la Universitat Pompeu Fabra y colaborador habitual de numerosos medios, es un optimista bien informado, pero no permite que eso le convierta en un pesimista. En Mitólogos (Debate), el ensayo que acaba de publicar, explora cómo los mitos clásicos siguen siendo claves para entender la comunicación política contemporánea. Mitos que son imágenes y que tratan de movilizar emociones colectivas.

¿Qué le pasa a una democracia que deja la razón y abraza la seducción emocional?

Somos una especie cada vez más iconofílica, adicta a las imágenes. Y de eso se aprovecha quien puede construirlas para obtener rédito político. Nos engañaríamos si creyéramos que eso no ha pasado siempre, y por eso ese vínculo con los mitos griegos, que al final son unas referencias que, sobre todo a Occidente, aun a día de hoy nos dicen muchas cosas. Esos arquetipos, esos modelos, siguen representándonos. Y hay una nueva mitología, unos nuevos dioses del Olimpo, que son estos líderes del siglo XXI, que en cierta manera se aprovechan de este sustrato.

Si viene de tan lejos, ¿es que ya pasaba antes de las redes sociales?

La propaganda ha existido siempre. Lo que han hecho las redes sociales digitales ha sido imprimirle un ritmo y una permeabilidad que nunca habían existido. Ahora puedes hacer que tu mensaje llegue mucho más rápido que antes. Más rápido que los medios de comunicación. Y de eso se aprovechan muchos líderes. Se autorrepresentan sin el filtro molesto de los medios.

La propaganda ha existido siempre. Lo que han hecho las redes sociales digitales ha sido imprimirle un ritmo y una permeabilidad que nunca habían existido"

Escuchándole, hay que concluir que la política siempre ha sido, de algún modo, una infantilización...

Lo que ha habido siempre ha sido una simplificación de mensajes, porque el ser humano, como decía Milan Kundera, “ya no somos el homo sapiens, sino que somos el Homo sentimentalis”, una especie adicta a las emociones. Más que nunca se apela a la razón a través de la emoción. Eso ha existido siempre: tú no conectas con alguien si no generas un punto de implicación emocional, si no le despiertas algún interés. Si le hablas con un discurso administrativo, frío, distante, la desconexión está asegurada. La política ha buscado maneras de conectar eficaces, por tanto, simples, directas, que vayan directo al corazón. Y hoy la tecnología ha acelerado muchísimo procesos larvados durante siglos. Hoy vivimos de la imagen y del impacto emocional.

Si el voto se decide con sentimientos más que por la razón, ¿cómo salimos de ese ciclo? Ya no tiene sentido fijarnos en los programas o en las propuestas de los partidos.

Es una cuestión de dosis y de qué emociones tiras. No es que solo vivamos de la emoción, sino que la emoción nos lleva a la razón. La razón está ahí, pero primero nos emocionamos y luego pensamos. Lo que se debe intentar, o hacia lo que yo creo que debemos evolucionar, es a ser conscientes de que existe una manipulación de nuestra conciencia a través de las sensaciones y de las emociones. Ser conscientes de eso, para pasarlo por el filtro de la razón.

No debemos morir de una sobredosis emocional. Hoy en día todos vivimos enganchados al móvil, nos genera una dopamina que nos engancha, y por eso ahora más que nunca queremos cambio, cambio y cambio, porque esa sensación de expectativa nos da placer. El primer paso es ser conscientes de ello. Y el segundo, saber ajustar la dosis. Una medicina que tú necesites para curarte, en la dosis adecuada, te cura. Una sobredosis te puede matar. Hay que saber identificar las emociones, porque hay de todo, hay emociones positivas y negativas. Por tanto, se trata de que eduquemos nuestra mirada. En el tema de lo que sentimos y lo que pensamos, estamos por alfabetizar. Nos dejamos llevar y reflexionamos poco sobre cómo sentimos y por qué sentimos. Pero no es inevitable si tenemos una sociedad que es más consciente de cómo nos manipulan las emociones.

No parece que nos preocupe mucho la alfabetización de las emociones.

No parece que nos preocupe casi nada. Vivimos distraídos. Y eso también es de lo que se aprovechan las redes. Al final vivimos con esa sensación de cambio constante, sin poder parar, sin poder reflexionar demasiado tiempo sobre nada. Pero yo siempre soy muy optimista. Creo mucho en lo pendular del ser humano, en que tenemos una tendencia a que, cuando nos pasamos con algo, buscamos el polo opuesto. No digo que vea en el horizonte una era racional, pero sí que se ponga un poco de moda o que existan sectores de la población que vuelvan a abrazar, en cierta manera, un discurso más crítico.

En el libro relaciona a Isabel Díaz Ayuso con el mito de la mater dolorosa y con la Némesis. ¿El personaje de la presidenta madrileña sobreviviría sin un enemigo como Pedro Sánchez? ¿No es un riesgo definirse por antagonismo a algo que puede desaparecer?

Definirte por el contrario es el signo de los tiempos de la polarización. De hecho, no olvidemos que hay un momento en el que el mismo Pedro Sánchez alimenta al mito de Ayuso. Existe aquella mítica foto con las banderas de Madrid y de España, en la que el presidente del Gobierno interlocuta con la presidenta de la Comunidad de Madrid con la escenografía de dos jefes de Estado. En esa imagen, algo que me interesa muchísimo también, aparecen juntos estos mitólogos que son Miguel Ángel Rodríguez e Iván Redondo. Ahí había intención por las dos partes. Les interesó en un momento determinado tener un gran adversario, un gran antagonista, una gran némesis, con la que alimentarse.

Pero Pedro Sánchez tiene más posibilidades de sobrevivir sin Ayuso que Ayuso sin Sánchez.

Correcto. Pedro Sánchez ha sido un gran experto en buscar antagonistas que le han servido en momentos puntuales, internos y externos. Tengo mis dudas de si Ayuso sería tal fenómeno sin un estratega como Miguel Ángel Rodríguez. Y no tengo ninguna duda de que Pedro Sánchez sería lo que es con uno u otro asesor.

Tengo mis dudas de si Ayuso sería tal fenómeno sin un estratega como Miguel Ángel Rodríguez. Y no tengo ninguna duda de que Pedro Sánchez sería lo que es con uno u otro asesor.

¿Qué pueden hacer los medios para desmontar tanto artificio?

Los medios, y me incluyo ahí, aún estamos en shock ante el tsunami tecnológico que lo ha cambiado todo. En la fase de quien va avanzando a tientas. Aún vivimos demasiado, yo creo, del clickbait, incluso medios que se las dan de muy solventes y de muy alternativos a la ola populista. Y estamos surfeando esa ola. Por tanto, es inevitable que nos hayan metido a los medios en el marasmo de la polarización, del “esto lo dices porque eres de estos” y “esto lo dice el otro porque es de los otros”. Pero yo creo que, tarde o temprano, los medios se tienen que reivindicar. Ya no es Trump, es Meloni. Ya no es Meloni, es Ayuso. Ya no es Ayuso, es Le Pen, Farage, Orbán. Ante eso debe haber una reacción. La revolución que viene es la de la información sobre la desinformación. Necesitamos una revolución informativa.

Si trabajara asesorando a un político, ¿le recomendaría usar los mitos y las emociones? ¿Acierta el gobernador de California al responder a Trump como un espejo? ¿Hace bien Óscar Puente suministrando emoción a los suyos?

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Aciertan en mutar en medios de comunicación de sí mismos y en demostrar que los mitólogos, los constructores de mitos modernos, no tienen un don especial que no pueda tener cualquier otro. Todos podemos ser mitólogos de nosotros mismos, en el sentido de que todos podemos ser constructores de una imagen con intención de nosotros mismos. Al final, debes conocer qué potenciales tienes, cuáles no tienes, ante qué audiencia te enfrentas, sea de una persona, sea de miles. Saber cómo consumen mensajes, a qué atienden y a qué no. Porque hay gente que habla y la escuchan y gente que no.

En este contexto es fácil imaginar un mundo en el que la democracia nos expulsa. Antes ha dicho que confía en el péndulo, en una vuelta a la razón. Pero las cosas se han complicado tanto que hay gente que cree que el modelo al que debemos ir es al de China, en cambiar prioridades y sacrificar, por ejemplo, la libertad a la economía.

Sería dramático, pero recordemos que durante la pandemia muchos dijeron que China era el modelo. Pero claro, es una dictadura. Un régimen que no tiene límites a la hora de provocar que la sociedad les obedezca. Se puede dar que fuéramos hacia un régimen similar al chino sin ser conscientes de ello. Si no sabemos quién era Franco, ¿cómo vamos a saber qué es el franquismo? Hay mucha gente que quizás vota a Vox sin saber qué es el franquismo o que tiene propuestas que entroncan nítidamente con algo que no saben ni que existió. De esta ignorancia militante en la que estamos inmersos, sí que se pueden derivar opciones o votos que, sin saberlo, sean autoritarios. Pero yo creo que la solución a eso es la revolución de la información. Tenemos que hacer sexy que la gente se informe. Y tenemos que dejar de hacer sexy la ignorancia.

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