VIOLENCIA SEXUAL

Una mujer denuncia haber sufrido violencia sexual por parte de Adolfo Suárez cuando ella era menor

El expresidente Adolfo Suárez en una imagen de 1978.

"Esta tortura duró tres años y me marcó para toda la vida". Así describe Ariadna (nombre ficticio) las secuelas que dejó en ella la violencia sexual de la que denuncia haber sido víctima. A pesar de las dimensiones de lo sucedido, reconoce que en más de cuatro décadas fue incapaz de denunciar formalmente a su presunto agresor. Tanto la "trascendencia social de los hechos" como la "posición de poder del autor principal" enterró lo acontecido en el silencio. Hasta ahora: infoLibre ha accedido a la denuncia interpuesta el 9 de diciembre de 2025 en la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) de la Policía Nacional contra el expresidente Adolfo Suárez González como presunto autor de un delito de violencia sexual.

"Conocí a Adolfo Suárez González el 23 de noviembre de 1982", comienza la víctima. Ella tenía entonces 17 años y le unía a él una profunda admiración hacia su carrera política. El 31 de octubre de 1982, tras las elecciones generales que concederían mayoría absoluta al Partido Socialista y por las que el ya expresidente ocuparía un escaño como diputado, la joven le escribió una carta para mostrarle su "admiración y pidiéndole asesoramiento sobre qué podía estudiar" para canalizar su vocación política, tal y como describe en la denuncia. En ese momento, él tenía 50 años.

Fue entonces cuando llegó la primera llamada. "Lo hizo uno de sus secretarios", expone la víctima. "Me dijo: 'el presidente quiere verte'. Y me citó para el día siguiente". En el escrito, la denunciante cita a dos figuras que trabajaban entonces en el despacho del expresidente: "Amores" y "Gádor". El primero es Inocencio Hernández Amores, ya fallecido. La segunda es Gádor Ongil, la única que permanece con vida entre todas las personas mencionadas. infoLibre ha podido hablar con ella tras tener conocimiento de esta acusación.

La que posteriormente sería diputada por el PP en la Asamblea de Madrid y consejera de Familia con Esperanza Aguirre dice sentirse "absolutamente sorprendida" ante el testimonio de la víctima. Insiste en que su labor entonces era "llamar a las visitas" para concertar las citas que le encargaba el expresidente. Una vez desempeñadas sus tareas, asiente, la puerta del despacho se cerraba y lo que ocurriese tras ella pasaba al ámbito privado. Ongil asegura que no recuerda a ninguna menor, si bien reconoce que "han pasado muchísimos años".

Amores y Ongil eran quienes citaban a la menor, le abrían la puerta cuando llegaba al despacho particular y la dejaban a solas con el exfalangista, tal y como narra la denunciante.

"Me quedé totalmente bloqueada"

Ariadna acudió a aquel primer encuentro acompañada por su madre. Recuerda nítidamente todos los detalles del recorrido: la línea de autobús que tomó para llegar al destino, la escalera de mármol blanco que daba acceso al primer piso, las puertas dobles de madera blanca y cristal del despacho y el sofá de cuero pálido que se encontraba en su interior. Ahí llegó el primero de los actos que desconcertó a la joven: "Me hizo sentar en el sofá blanco". La cercanía le impactó.

Suárez se interesó por ella, por sus estudios e inquietudes, por su vida familiar. También por sus relaciones afectivas. "De repente, en medio de la conversación, me preguntó si tenía novio". En este punto, la denunciante deja claro que no existía en ella ningún interés sexual hacia el presunto agresor. "No sentía ningún tipo de atracción por él, en aquel momento era once años mayor que mi padre", rememora. Las preguntas íntimas fueron a más: "Me preguntó si tomaba anticonceptivos". Ante su negativa, le animó a hacerlo. "A partir de ahí hubo varios silencios incómodos", hasta que la joven decidió abandonar el despacho y regresar a su casa.

Con la llegada de las navidades, el presidente del Centro Democrático y Social (CDS) hizo explícito su interés por mantener el contacto con la menor, enviándole felicitaciones firmadas de su puño y letra. El segundo encuentro sucedió en un acto público que organizaba su partido. "Se me ocurrió acercarme para darle las gracias y felicitarle también". Al día siguiente, uno de sus secretarios volvió a descolgar el teléfono para citarle esa misma tarde. El ritual de recibimiento fue el mismo y terminó con el préstamo de dos libros de filosofía cuidadosamente seleccionados para la joven. Pese al desconcierto inicial, la admiración de la joven por el líder político –una de las figuras más relevantes del momento– iba en aumento.

Ariadna no volvería a ver al expresidente hasta marzo de 1983. Una vez más, fue ella quien recibió la llamada de sus secretarios. "Ese día lo recuerdo con horror", enfatiza. Suárez decide entonces entablar contacto físico con la joven, tomándole de la mano y dando "tirones hacia él". "Yo no me movía, no quería acercarme", rememora.

Ante la parálisis, detalla la víctima, el político se abalanzó sobre ella y le agredió sexualmente dándole un beso en los labios. "Me dijo que separase los labios para meterme la lengua, fue un beso asqueroso con sabor a puro habano". Poco después, "introdujo su mano" por dentro de la camiseta de la joven y "bajo el sujetador" le tocó los senos. "Yo no entendía nada, me quedé totalmente bloqueada y no reaccionaba". Suárez, según los hechos denunciados, se situó entonces frente a la víctima, "desabrochó los botones de su bragueta" y le obligó a practicarle una felación.

"Yo no sabía qué hacer con eso dentro y él me iba diciendo. Eyaculó fuera y se limpió con un pañuelo". Aquella agresión se convertiría en el primer contacto sexual en la vida de la joven. "Me levanté para irme porque no podía más", describe. Aunque reconoce que entonces no supo poner nombre a lo que había pasado, años después una de sus psicólogas lo hizo por ella: había sufrido una violación siendo menor de edad. "También me explicó que mi falta de reacción fue consecuencia de la intimidación ambiental y del abuso de superioridad". El encuentro se cerró con la víctima abandonando el edificio a toda prisa y entre lágrimas. "Desde ese momento mi vida cambió y yo también".

Tres años de violencia

Aquello impactó directamente en la autoestima de la joven. "Me fui convirtiendo en una chica introvertida que no quería quedar con nadie y que no salía de su habitación", expone. Ariadna perdió capacidad de concentración, lo cual influyó en sus estudios, pero su salud también se vio afectada por dolencias como la tricotilomanía, sintomática de trastornos mentales como la ansiedad. "No sabía cómo gestionar esa situación, no me atrevía a decir nada en casa", en parte porque su familia estaba ilusionada con la amistad de la joven con el expresidente, tal y como relata. También pesaba el miedo: "Era un hombre con muchísimo poder y si me negaba a lo que él quería podría arruinarme más la vida", razona.

Los encuentros continuaron hasta que en octubre de 1983 la joven comenzó la carrera de Derecho en la Universidad CEU San Pablo. Allí coincidió con su hijo, Adolfo Suárez Illana. "Mi padre me ha dicho que te conoce y que eres muy buena estudiante y si quieres te puedo invitar a casa", exclamó él. A partir de entonces, la víctima trató por todos los medios de esquivar al familiar del líder político. El malestar iba en aumento.

En diciembre de 1983 volvió a citarla. "Eyaculó en mi pelo y me lo manchó todo", recuerda la víctima. "Sé que hubo más citas y más encuentros, todos igual de horribles", una dinámica que la joven no sabía cómo frenar.

Meses después, en verano del año siguiente, se produjo el primer encuentro en el hogar familiar del exmandatario. "Me dijo que estaba solo, que su familia estaba fuera de vacaciones. Recuerdo que le dije que tenía la regla y usaba tampones, a ver si con un poco de suerte desistía. Me dijo que le daba igual".

En este punto de la denuncia, la víctima pasa a describir con detalle el chalet donde habitaba el parlamentario con su familia. "Me obligó a sentarme encima frente a él y me sobaba por dentro de la ropa", relata. En el cuarto de uno de sus hijos, volvió a violarla, intentando penetrarla. "Me hacía daño y me giré, le pedí por favor que no lo hiciera y se subió el pantalón". Ariadna sabe con certeza que hubo más citas, pero el tiempo y el peso del trauma le impiden recordar los detalles con claridad.

Fue a finales de 1985 cuando reunió el coraje para poner fin a la violencia descrita. Le escribió una carta instándole a que le "dejase en paz". "No recuerdo si me llamaron del despacho, pero sí que no fui más", añade. Como respuesta, el expresidente le remitió una tarjeta de su puño y letra. En ella, decía que "no aceptaba" su "renuncia".

Las secuelas y la revictimización

Ariadna sólo fue capaz de verbalizar lo ocurrido a unas pocas personas de su entorno. A su madre, primero. A su padre, años después. Y de ellos recibió todo el apoyo que necesitaba, pero jamás acudió a las autoridades para denunciar, hasta ahora. En 2002 tuvo su primer diagnóstico de depresión. La psicóloga le aconsejó escribirle una carta al presunto agresor, exponiendo lo sucedido y pidiéndole explicaciones. Siguió su sugerencia, pero nunca obtuvo respuesta más allá de una llamada de teléfono desde un número oculto. "Sé que recibieron esa carta", desliza la denunciante. Tres años después, en 2005, la familia de Suárez haría público que padecía alzheimer y que en ese momento ya no reconocía a personas cercanas.

En 2015, la víctima volvió a terapia a consecuencia de un episodio de violencia de género por parte de una pareja. Entonces fue a parar al Programa MIRA de la Comunidad de Madrid, dirigido a víctimas. En ese contexto afloró la violencia sexual sufrida en los ochenta, como uno de los focos claves de su malestar. La atención duró tres años y medio, "tratando este tema como principal". La violencia sexual sufrida, expresaron entonces las profesionales, era "el origen de todo lo que me pasaba" y volvió a ser tratada en 2023, esta vez a través del espacio municipal de Igualdad María Telo. Ariadna está reconocida oficialmente como víctima de violencia machista por el mencionado caso de malos tratos en pareja.

Cuatro décadas después, la violencia sexual seguía siendo el asunto troncal de los problemas psicológicos que atravesaban a la víctima. Lo era, entre otros asuntos, por la revictimización de la que era incapaz de librarse. "Ha sido constante", perfila en la denuncia. Cita los homenajes generalizados al legado político del mandatario, el bautizo del aeropuerto de Madrid-Barajas con su nombre –"que no podía ser peor para mí"– y la representación de su figura en la serie televisiva Anatomía de un instante.

La responsabilidad civil

La denuncia se cierra con la petición de "que se admita a trámite (...) y se practiquen las diligencias que se estimen necesarias para el esclarecimiento de los hechos, consistentes en abusos y agresiones sexuales continuadas con abuso de superioridad e intimidación que comenzaron cuando era menor de edad, por parte de ASG, con la complicidad, cooperación necesaria y encubrimiento de al menos dos personas de su entorno profesional en los años denunciados, y se proceda conforme a Derecho".

Ariadna sabe bien que no hay recorrido penal. No sólo el supuesto autor de los hechos falleció hace más de diez años, sino que lo ocurrido ha prescrito ya. Una prescripción que afectaría también a los presuntos cómplices y cooperadores necesarios de lo sucedido. Pero la víctima "tiene todo el derecho a denunciar", explican fuentes jurídicas a este diario.

Existe además una salvedad a esa prescripción: en caso de acreditarse la violencia sufrida, "la responsabilidad civil no prescribe y se hereda". Pero en este caso concreto, puntualizan las mismas voces, resuelta altamente complejo probarlo en los tribunales.

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La evaluación jurídica de los hechos, en todo caso, se haría a partir de la legislación vigente en el momento de lo sucedido. Es decir, con el Código Penal de 1973 en la mano, donde quedaban castigados los "delitos contra la honestidad".

"Pese al tiempo transcurrido, durante toda mi vida he sufrido las consecuencias de los hechos que hoy denuncio y en la actualidad sufro un proceso de revictimización como consecuencia del relato público", manifiesta la víctima. El paso de denunciar, aun haciéndolo décadas después, es una forma de caminar hacia la reparación de un daño que ha pesado sobre la víctima desde aquel primer encuentro en el despacho de puertas dobles de madera blanca.

*Nota de la redactora: esta noticia ha sido editada el mismo día de su publicación para añadir información más precisa sobre la atención psicológica recibida por la víctima.

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