Queipo de Llano contra los mineros de Huelva en un nuevo documental: "La represión fue brutal y cruel"
Resulta imposible contar la infinidad de historias que estaban aconteciendo al mismo tiempo en aquella España puesta súbitamente del revés el 18 de julio de 1936. Un país en el que ese día todo estaba pasando a la vez, al mismo tiempo, en todas partes, mientras se difundía la noticia del golpe de Estado militar contra el gobierno constitucional de la Segunda República.
Una de esas tantísimas historias (en riesgo de olvido por el paso de los años, como muchas otras) comenzaba a las pocas horas del golpe en las cuencas mineras de Huelva. Concretamente, en los municipios de Riotinto, Nerva y Calañas, la misma tarde del día 18, donde se formó una columna integrada por varios cientos de militantes de partidos y sindicatos de izquierda, principalmente mineros, a los que a lo largo del camino se les fueron uniendo voluntarios civiles de Valverde del Camino y San Juan del Puerto.
Cargados con más de 250 kilos de dinamita, el plan era que los integrantes de esta formación —conocida como columna minera de Riotinto— se uniesen en La Palma del Condado a un grupo de guardias civiles y de asalto comandados por el comandante de la Guardia Civil Gregorio Haro Lumbreras, para entrar juntos a defender Sevilla de los sublevados. Avisado de sus intenciones por este último, el funestamente famoso general Queipo de Llano, en otro de sus infames discursos radiofónicos, difundió el bulo de que la columna iba camino de la capital hispalense para volar la Giralda y la catedral, al tiempo que organizaba una emboscada en La Pañoleta (Camas).
Así fue como la mañana del 19 de julio terminaba sangrientamente la marcha del grupo. A las puertas de la ciudad, los mismos guardias civiles que tenían órdenes de acompañarles les tendieron una trampa en la que murieron 25 mineros y 71 fueron encarcelados en el Cabo Carvoeiro, la prisión improvisada en un barco de cabotaje atracado en el Guadalquivir. Tres de los prisioneros murieron y, de los 68 restantes, todos menos uno que era menor de edad fueron condenados a muerte en un juicio sin garantía ninguna. Los fusilamientos se produjeron en seis diferentes puntos de Sevilla para que sirvieran de escarmiento.
"Este fue el primer acto organizado para combatir el golpe de Estado", recalca a infoLibre el cineasta Jesús Garrido, director de Exp. 95/36 Columna Minera, la película documental que reconstruye este tempranísimo episodio de la guerra civil que sirvió a los sublevados, con los cadáveres abandonados durante horas en las calles, para difundir el miedo y dejar bien claro desde el principio sus crueles intenciones. La impiadosa y cruenta eliminación de la columna minera de Riotinto sirvió de ejemplo de lo que estaba por venir en los años venideros. Un aviso para navegantes republicanos.
"Todo esto han intentado ocultarlo durante los casi noventa años que llevamos con un velo detrás de otro, intentando tapar la Historia. Por eso hemos decidido que tenía que conocerse", explica Garrido, que reconstruye con su equipo todo lo sucedido entonces a través de imágenes de archivo, grabaciones actuales, testimonios de familiares —como los de aquel menor al que no asesinaron, pero que vivió toda la vida con terribles pesadillas, tal y como sus nietos cuentan—, aportaciones de historiadores e investigadores, y reflexiones de figuras tan relevantes como el juez Baltasar Garzón o la exministra de Justicia Dolores Delgado, actualmente Fiscal de Sala de Derechos Humanos y Memoria Democrática.
El documental parte de la novela histórica de Rafael Adamuz La memoria varada (Ediciones Atlantis, 2015), la chispa que prendió el fuego y puso a Garrido manos a la obra, "tirando de hilos y más hilos" hasta recomponer la historia completa con la imponderable ayuda de los nietos de los ejecutados, esa generación que superó el miedo de sus padres y abuelos para buscar justicia y la reparación debida. "Es que el dolor no es algo que queda en la víctima o en la familia directa de entonces, sino que se queda en las casas. Por eso, se hereda de generación en generación, hasta que hemos llegado a este momento en el que los familiares decidieron hacerlo público", destaca el director.
El dolor no es algo que queda en la víctima o en la familia directa de entonces, sino que se queda en las casas. Por eso, se hereda de generación en generación
No extraña, por ello, que confiese que ha sido un "rodaje muy duro" en el que ha habido que cortar la grabación muchas veces por el "llanto" de los implicados. "Pero estábamos dispuestos a sacarlo adelante, y los familiares estaban dispuestos a que su historia se escuchara", resalta, explicando en este punto las bases de la película: "Los familiares tenían que regalarnos su dolor, que es un acto de humanidad tremendo. Además, se tenía que dar a conocer que desde la sociedad civil también se formó resistencia contra el golpe militar, y sacar la historia de la columna del olvido impuesto, como dice Garzón. Y, por último, tenía que estar envuelta en un aura de pedagogía, para que a las nuevas generaciones podamos contarles qué es lo que ocurrió realmente y no camuflar la verdad con historias de fantasía, porque sólo le fue bien a quien tuvo la maldad de poner en práctica su represión".
Dicho todo lo cual, y tras alertar de ese auge de la ultraderecha que aparentemente se está dando entre los más jóvenes por falta de conocimiento histórico veraz, indica el cineasta que Exp. 95/36 Columna Minera busca también conseguir la reparación de las víctimas pues "cuando una sociedad deja de socializar el dolor de sus propias víctimas se convierte en una sociedad salvaje, en la que impera la ley del más fuerte, del más mentiroso y del más cruel". "Y estamos en un momento muy complicado, por lo que tenemos que aportar el granito de arena, o ese puntito de sutura, para que esa socialización del dolor podamos asumirla entre todos", añade,
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Y todavía continúa: "Es una cuestión de justicia con nosotros mismos. El dolor hay que socializarlo, el victimario hay que socializarlo. Tenemos que ser empáticos y solidarios con las víctimas, con cualquier tipo de víctima, ya que si no estamos con ellas, estamos en la más absoluta deshumanización. Hay que preguntarse por qué tanto al PP como a Vox les salen ampollas cuando les dice que hay que quitarle el dolor a quien lo tiene, que hay que empatizar. ¿Por qué te salen ampollas cuando lo que te estamos pidiendo es que repares a unas víctimas? ¿Qué es lo que tienen de más que no quieren que sepamos, que son herederos directos o indirectos de a quien les fue bien durante la dictadura y la represión? Necesitan ocultar por algo lo que ocurrió, no contar los hechos que de verdad ocurrieron".
Es una cuestión de justicia con nosotros mismos. El dolor hay que socializarlo, el victimario hay que socializarlo. Tenemos que ser empáticos y solidarios
Lo que ocurrió, según relata, es que "precisamente por no haber frente de guerra en la zona de Andalucía y Extremadura se ensañaron con la represión contra los grupos, o grupúsculos, de gente que se oponía al golpe de Estado". "En la zona de Huelva hubo otra desbandada, pues según iban llegando las tropas de Queipo de Llano la gente cogía la llamada vía de los 8.000 hacia Portugal o hacia Castilla-La Mancha", remarca, insistiendo en que todo lo allí vivido fue "cruelísimo". "La represión que hubo después en la cuenca minera fue brutal, mucho más cruel que la propia sentencia del juicio sumarísimo. Tanto es así que en la fosa común de Nerva han aparecido los restos de un guardia civil que fue fusilado hasta con su tricornio por no secundar el golpe", agrega.
Termina Garrido contando que el estreno oficial de la película fue el pasado 12 de diciembre en Sevilla y tuvieron que habilitar dos salas para no dejar gente fuera, algo que en cualquier caso ocurrió. También hubo una presentación en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva con "ocho minutos de aplausos". A partir ahí, ya en enero, el film volverá a festivales y a cines de toda España como mínimo durante unos seis meses". "Es que esta es una película que toca la patata", termina.