¿Aprenderá algún día la izquierda?
Hace unos meses, fue en primavera, escribí un monólogo teatral de unos veinte minutos de duración, que represento yo mismo como actor aficionado que soy y copartícipe, junto con un grupo de amigos, en una Asociación Cultural en que hacemos teatro y lecturas escenificadas. El título es Educar en valores patrióticos (la escuela de la posguerra, contada por un alumno de la época a sus hijos). La obrilla comienza con un “Aviso a navegantes”. No se trata de contar una pequeña parte de mi vida, que no importa a casi nadie; mi única intención es hacer una pequeñísima aportación a la pedagogía que había que haber hecho hace tiempo y ahora es urgente llevar a la juventud y también a otros no tan jóvenes, sobre el peligro de votar a la extrema derecha sin pensar antes en las consecuencias, caso de que llegue al poder aunque sea como aliado minoritario. Sin duda, cada cual puede pensar como quiera y votar a quien considere oportuno, pero con conocimiento de causa, nunca por ignorancia, por probar, o simplemente por despecho hacia lo existente.
No me puedo imaginar, yo que por razones de edad lo he vivido, lo que sería volver a un sistema de dictadura, con todo lo que ello significa (no creo necesario entrar en detalles aquí).
Lo que ahora interesa de ese monólogo es que lo justifico expresando mi opinión personal sobre la situación política actual, en que se está fraguando un golpe de Estado de los llamados “blandos”, y digo que los golpes, en el mundo occidental y también en algunos países latinoamericanos, ya no se dan con los militares en las calles sino que se “cuecen” en algunos despachos y cuentan con la valiosa colaboración de una parte de la Judicatura y ciertos medios de comunicación.
Los golpes, en el mundo occidental y también en algunos países latinoamericanos, ya no se dan con los militares en las calles sino que se “cuecen” en algunos despachos
En estos momentos me ratifico más que nunca en lo que escribí hace más de seis meses. En la política española hay mucho “barro”: incertidumbre, bulos y desinformación, y todo esto produce desafección y alejamiento de la política por parte de la ciudadanía, y es lo que buscan los poderes fácticos, que son muchos y fuertes, y ciertos políticos de la derecha porque les va bien.
Lo que ha ocurrido últimamente con la condena al fiscal general del Estado es un paso más en esta especie de tela de araña que desde el primer día del Gobierno actual se está extendiendo no sólo sobre él sino, lo que es más grave, sobre la propia democracia, que está en peligro (es necesario defenderla cada día).
Y es que el problema no es nuevo. La derecha no sabe vivir sin gobernar, y piensa que o gobiernan ellos o no gobierna nadie. Esto ocurre ahora y ha ocurrido siempre.
En las elecciones generales de 1933 ganaron las derechas, al parecer por varios motivos: división en la izquierda, abstención de los anarquistas y, probablemente, por el voto femenino, que se daba por primera vez en España y fue influenciado por sus confesores en bastantes casos. Ante estos resultados, el Gobierno republicano saliente les entregó el poder con toda normalidad.
No fue así en las del 16 de febrero de 1936, en que triunfó el Frente Popular. Dado que se preveía que iban a ganar las izquierdas, las propias elecciones se celebraron en un ambiente de tensión, con llamadas al levantamiento militar, y hasta se llegó a intentar la anulación del plebiscito. Y a partir de aquí estaba claro que el golpe se daría, sólo era cuestión de fijar el día. Finalmente, fue el 18 de julio.
Entonces se produjo así. Ahora, lo sucedido es que desde el primer día del Gobierno progresista actual se está haciendo circular el mensaje de que es ilegítimo.
Ante estos hechos, de antes y de ahora, hay que sacar enseñanzas. Seguimos viviendo en las dos Españas de Machado, y ante este panorama real, la izquierda tiene dos opciones: o renunciar al poder y someterse, o acepta que si gobierna va a ser bajo la presión de las derechas políticas, económicas, mediáticas y una buena parte de las judiciales. En mi opinión, hay que optar por la segunda, pero hay que prepararse y mentalizarse para ello, y aquí lo primero que tiene que hacer es unirse por encima de todo, dejando los liderazgos personales muy en segundo lugar; después, hacer una reforma fiscal profunda, donde paguen más los que más tienen, y a continuación, dedicarse a gobernar y ocuparse de los problemas reales de la ciudadanía, perdiendo el mínimo tiempo posible en discusiones de bar con la derecha política. De nada sirve que la macroeconomía vaya bien si ello no se refleja en el día a día de la gente.
No hace mucho leí algo que aquí parece una anécdota, pero creo que viene a cuento. En 1976, el cantante inglés Eric Clapton, parece que en estado de embriaguez, exhortó a todos los inmigrantes "a volver a su puto país"; este desprecio tuvo una respuesta positiva, pues su agresión produjo tal reacción en contra que acabó con una gran manifestación e incluso conciertos masivos contra él.
Ojalá lo que ahora está sucediendo aquí produzca una reacción similar y promueva movilizaciones masivas en defensa no ya del Gobierno sino de la Democracia, que es la que ya está en peligro.
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Pedro Crespo Rubio es socio de infoLibre.