La paradoja Bloom-Rodoreda Julia Montejo
(Cómo un guardián del canon patriarcal entendió antes que nosotros la fuerza de Rodoreda)
En estos días en que el CCCB se esmera en desmontar los viejos clichés sobre Mercè Rodoreda —“sensiblera”, “cursi”, “doméstica”— una no puede evitar recordar un dato incómodo: Harold Bloom, sumo sacerdote del canon más testosterónico del siglo XX, ya había colocado a Rodoreda en el altar de la literatura occidental hace tres décadas.
La paradoja es gloriosa: Bloom, el hombre que hizo del canon una muralla casi exclusivamente masculina, reconoció la grandeza literaria de una mujer que en su propio país seguía siendo tratada como si escribiera novelas de puntilla y costurero.
Quizá haya algo que aprender aquí, aunque moleste (a mí, bastante).
Porque estamos en un momento —necesario— en que lo masculino del pasado se mira con lupa moral, como si la calidad artística fuese un asunto de pureza ideológica. Y claro, Bloom, con su alergia al feminismo, su elitismo caricaturesco y su aversión a casi todo lo que no fuera Shakespeare, debería ser un fósil. Y no, no es que yo quiera recuperar ahora la mirada de Bloom, pero sí reconocer que este fósil tenía un olfato prodigioso.
¿Cómo puede ser que un crítico con prejuicios patriarcales captara antes la potencia de Rodoreda? Porque mientras Bloom le abría la puerta, la crítica confundía la escritura sobre mujeres con literatura menor
Lo fascinante es que Bloom no incluyó a Rodoreda para quedar bien, porque él jamás trató de quedar bien; él solo intentaba tener razón. Tampoco lo hizo para cumplir cuotas (hubiera ardido la biblioteca). Lo hizo porque su aparato estético, tan discutible como coherente, detectaba fuerzas profundas: estilos irreductibles, voces que se imponen, mitos disfrazados de cotidianeidad. Y La plaça del Diamant es precisamente eso: una tragedia universal narrada desde el temblor de una mujer anónima. Una voz tan intensa que a un lector sensible lo atraviesa… y a un lector como Bloom, que tenía la sensibilidad emocional de un caballero victoriano, directamente lo desarma.
Aquí entra la parte incómoda. ¿Cómo puede ser que un crítico con prejuicios patriarcales captara antes que nosotros la potencia literaria de Rodoreda? Porque mientras Bloom le abría la puerta del canon, buena parte de la crítica española seguía atrapada en un tic muy doméstico: confundir la escritura sobre mujeres con literatura menor; la emoción con blandura; la intimidad con falta de ambición. A menudo, el provincialismo no es territorial, sino mental.
Esto no significa absolver a Bloom, ni canonizar su canon. Significa algo más complejo: aceptar que en la cultura hay posibilidades contradictorias, que un misógino puede escribir Ana Karenina, que un moralista puede crear la Regenta más lúcida del XIX, y que un crítico elitista puede detectar la fuerza poética de una autora que su propio país subestimó durante décadas.
No todo lo que nace de una mirada limitada es desechable. Y no todo lo que nace de una mirada progresista es necesariamente más profundo. A veces —y aquí hablo con la serenidad de quien lleva años leyendo a señores insoportables— la lucidez estética surge donde menos esperas.
La paradoja Bloom–Rodoreda funciona así: Bloom la vio, nosotros tardamos. Y ahora que ya la vemos, nos apresuramos a olvidar que durante demasiado tiempo subestimamos lo que él, paradójicamente, supo reconocer.
El canon está cambiando. Bienvenido sea. Pero quizá la lección es esta: no hace falta dinamitar el pasado para construir un futuro más justo. Basta con leerlo con ironía, con cuidado, con la sonrisa preparada en los labios, entendiendo que el arte —por suerte— siempre excede a quienes lo producen y a quienes lo juzgan.
____________________________________________
Julia Montejo es escritora, profesora y cineasta.
Lo más...
Lo más...
LeídoTu cita diaria con el periodismo que importa. Un avance exclusivo de las informaciones y opiniones que marcarán la agenda del día, seleccionado por la dirección de infoLibre.
Quiero recibirlaAna María Shua y su 'Cuerpo roto'
Cartas de Maruja Mallo
Doña María Moliner: 'Hasta que empieza a brillar'
¡Hola, !
Gracias por sumarte. Ahora formas parte de la comunidad de infoLibre que hace posible un periodismo de investigación riguroso y honesto.
En tu perfil puedes elegir qué boletines recibir, modificar tus datos personales y tu cuota.