La Europa de las crisis
Donal Trump fue calificado por su ex jefe del Estado Mayor y general del ejército de los EE. UU, Marc Milley, de “fascista hasta la médula”. Y no es el primero: En los años 30 el partido German American Bund ondeaba la esvástica en sus mítines; los Defensores de la Fe Cristiana del evangelista Gerald Burton defendían las mismas ideas; el reverendo Charles Coughlin, Huey Long y McCarthy fueron furibundos populistas que obtuvieron el apoyo de hasta el cuarenta por ciento de la población. Y Henry Ford a través de su popular diario, The Deadborn Independent, proclamaba consignas fascistas y racistas contra los judíos.
Estos acontecimientos históricos inspiraron al novelista estadounidense Philip Roth a escribir la distopía La Conjura contra América, en la que imagina cómo podría haber sido el fascismo en los Estados Unidos. Charles Lindbergh no fue un personaje imaginario de Roth. Fue un defensor de la «pureza racial» que en la Alemania nazi de 1936 fue condecorado con la medalla de honor por Hermann Göring.
Por tanto, las declaraciones de Trump y de su escudero D.J Vance en Múnich son las de sus discípulos creando prosélitos entre las democracias europeas.
La protección frente a figuras autoritarias corresponde a los partidos políticos, que son quienes seleccionan a los candidatos presidenciales. La responsabilidad de mantener a peligrosos populistas fuera de la política y descartar a quienes suponen un desafío a la democracia, también corresponde a los partidos. Pero los republicanos sucumbieron para alcanzar el poder y abanderaron a una persona trastornada y diagnosticada públicamente por 225 psiquiatras. Un sociópata que firma órdenes presidenciales con doce sharpis de letra indeleble de diez centímetros de altura. Por ello, actualmente, casi no quedan republicanos. Porque el personaje se ha apropiado del partido, ha expulsado a los críticos y se ha rodeado de una colección de millonarios lobistas y de creyentes que moldearán la realidad a su voluntad. Como dejó claro Musk, acompañado de Trump, en la entrevista de la Fox: “Si la voluntad del presidente no se implementa, no vivimos en una democracia”.
Lo que no calibran es que, en unos años, muchos estarán en la cárcel, muchos años.
D.J Vance nos dijo que “hay un nuevo sheriff en la ciudad” y Trump echó por tierra ochenta años de atlantismo en su llamada de noventa minutos con Putin negociando concesiones para la paz de Ucrania, sin Ucrania. Porque quiere apropiarse de los yacimientos de minerales ucranianos y reconstruir el solar en que se ha convertido Ucrania. Y Gaza.
Nos conviene trabajar en un ejército europeo, no para invadir Groenlandia, Panamá o Canadá, sino para defendernos de Rusia, el nuevo socio de EEUU
En la Conferencia de Múnich, Vance recriminó a los jefes de Estado y primeros ministros europeos que apoyasen la sentencia del Tribunal Constitucional rumano que anulaba la primera vuelta electoral en base a pruebas descaradas de injerencia rusa; les compelió a detener la inmigración masiva; a invertir el cinco por ciento del PIB en defensa (con armas americanas), cuando ellos gastan el 3,5 por ciento; y pidió el voto para AfD. Un partido que insiste en que "Alemania debería pasar menos tiempo en culparse por su pasado nazi”.
El gobierno americano se ha lanzado a exportar su política nacionalista MAGA al continente europeo, exhibiendo su escepticismo para con las alianzas internacionales y resto de rasgos distintivos acordados tras la Segunda Guerra Mundial, porque lo que les importa no es Europa, sino el este de Asia.
Debemos recordar que Europa se construyó sobre muchas crisis. Derrotamos a la Covid-19 y recortamos nuestra dependencia del gas ruso. Debemos abandonar nuestros infundados complejos. Porque somos mucho más que lo que nos creemos: inventamos la imprenta, el microscopio, el WiFi, la Ilustración, el Romanticismo, el Renacimiento; tuvimos los mejores ejércitos del mundo y nos inventamos la fregona y la democracia. Acumulamos muchos más premios Nobel que ellos. Nos conviene trabajar en un ejército europeo, no para invadir Groenlandia, Panamá o Canadá, sino para defendernos de Rusia, el nuevo socio de EEUU. Podemos construir una potente industria europea armamentística y nuestras propias tecnológicas. Sin depender de los EE.UU. Pero sin quitarle el ojo a los rusos, que han olido sangre.
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Fernando Toll-Messía es socio de infoLibre.