Libertad absoluta para Las Seis de la Suiza: una lucha que sigue
El 18 de julio, apenas una semana después de ingresar en prisión, las seis personas condenadas por el caso 'La Suiza' fueron clasificadas en tercer grado penitenciario. Una concesión que muchos han celebrado como victoria parcial. Pero no lo es.
El tercer grado no es sinónimo de justicia. Es una tirita institucional sobre una herida política que sigue abierta y sangrando. Que 'Las Seis de La Suiza' estén ahora en semilibertad no borra ni su paso por prisión, ni la lógica represiva que las llevó allí.
Recordemos los hechos: cinco mujeres y un hombre fueron condenados a tres años y medio de prisión por participar en protestas sindicales frente a la pastelería La Suiza, en Gijón, tras el despido de una trabajadora embarazada. Aquellas protestas, legítimas y pacíficas, fueron consideradas por los tribunales como coacción y obstrucción a la justicia. Aunque la defensa denunció que no había precedentes penales ni peligro de fuga, el Tribunal Constitucional rechazó su recurso. El mensaje fue claro: la acción sindical también puede llevarte a prisión.
Cuando Las Seis entraron en prisión el 10 de julio, no lo hicieron solas. Las acompañaban sus comunidades, sus compañeras de trabajo, miles de personas que entendían que la represión de la protesta sindical es una amenaza colectiva, no un asunto individual. Una semana después, la misma institución que las encerró decide “flexibilizar” el castigo. Les concede el tercer grado. Duermen en prisión, trabajan fuera. ¿Eso significa libertad? No. Significa control, vigilancia y condicionalidad.
El tercer grado no repara el sufrimiento causado. No repara la humillación de entrar en prisión por ejercer un derecho constitucional. No repara el silencio judicial ante años de acoso laboral. No repara la criminalización de la protesta. Es un parche. Una maniobra que intenta desactivar el creciente clamor social por el indulto, sin ceder realmente ante su exigencia. Una forma de desactivar la presión sin asumir el error.
El caso de “Las seis de La Suiza” no es un episodio aislado. Es el síntoma de una tendencia más preocupante: la normalización de la represión contra quienes alzan la voz desde abajo
Desde distintos frentes; organizaciones sindicales, partidos políticos, juristas, plataformas ciudadanas, se exige lo mismo: indulto ya. Lo que ocurrió en Gijón fue una protesta legítima. Lo que ha ocurrido después ha sido una respuesta desproporcionada, injusta y profundamente aleccionadora.
El caso de “Las seis de La Suiza” no es un episodio aislado. Es el síntoma de una tendencia más preocupante: la normalización de la represión contra quienes alzan la voz desde abajo. Por eso, este no es solo su caso, es el de todas.
Dormir en la cárcel no es libertad. Es un régimen atenuado de represión. Lo que pedimos, lo que exigimos, es libertad absoluta. No aceptamos la tirita. Queremos que se cierre la herida. Queremos que se reconozca la dignidad de quienes luchan. Queremos una democracia en la que protestar no sea delito. Y hasta que eso ocurra, seguiremos nombrándolas.
La justicia parcial no es justicia. Y el miedo impuesto no detendrá nuestra voz.
Porque su lucha es la nuestra.
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Clara Gil Donaire es socia de infoLibre.