¿Lo vamos a permitir?

Manuel Dios Diz

Vivimos tiempos de desconcierto, de grandes dudas, de desorientación. Ya sé que hay quien no, que existen los que están llenos de certezas, de seguridad, blanco o negro, así sin matices, todo absolutamente claro, ya lo decía yo... No es mi caso. Perdón. Estoy lleno de incertidumbres. Más que nunca. 

Veo cómo el mundo en el que creía, aquel que surgió luego de la IIGM, "nosotros los pueblos", las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los valores cívicos y democráticos, los Tribunales de Justicia, la democracia, el menos malo de los regímenes posibles, Europa como utopía de los pueblos para evitar de una vez la guerra, todo ese mundo, construido después de matanzas inimaginables, de un Holocausto brutal, no solo de judíos, de dos bombas atómicas, aquel mundo basado en normas autoaceptadas con las que quisimos superar un pasado de horror, ese mundo, se está derribando delante de nosotros porque los matones, los abusones, los sheriffss de las estrellas y de los colts están aquí de nuevo, y no para imponer orden y seguridad, perseguir a los cuatreros, detener a los malotes, sino para que la ley del más fuerte prevalezca, la suya.

Vuelve la oscuridad. 

En un mes, solo en un mes, el mundo está patas arriba. Los agresores son los agredidos. Las víctimas son los verdugos

En un mes, solo en un mes, el mundo está patas arriba. Los agresores son los agredidos. Las víctimas son los verdugos. Europa, la vieja Europa, y la nueva también, a merced de un matón, de dos o de tres.

¿Qué pensarían Eleanor Roosevelt, Pen-Chun Chang o Charles Malik, primeros redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1947.  ¿Qué pensarían hoy? ¿Y los que firmaron la Carta de las Naciones Unidas dos años antes, en 1945, en San Francisco? ¿Qué dirían aquellos que redactaron y firmaron aquella declaración hermosa?

"Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones próximas del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida infligió a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las que puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará la fuerza armada sino en el servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos... Por lo tanto, nuestros respectivos Gobiernos, por medio de representantes reunidos en la ciudad de San Francisco convienen en la presente Carta de las Naciones Unidas, y por este acto establecen una organización internacional que se denominará las Naciones Unidas"...

¿Adónde va toda aquella extraordinaria arquitectura internacional? ¿Quién la recuperará?

Quizás muchas y muchos no lo veamos.

Quizás los que pensábamos que éramos una generación privilegiada que no conocería la guerra en carne propia, ahora, después de tantos años, volvamos a las andadas gracias a matones que buscan su enriquecimiento máximo a cualquier precio.

¿Lo vamos a permitir?

_________________

Manuel Dios Diz es socio de infoLibre.

Más sobre este tema
stats