Vocación centenaria
Los nacidos en los años 50 con vocación centenaria habrán pasado la mitad de su vida en el siglo XX. Una cuarta parte, en la España del NODO, con su Guerra Fría, sus bombas de Palomares, sus planes de desarrollo y con la leche en polvo y el queso amarillento que llegaba a las escuelas desde que los americanos llegaron a Zaragoza.
Otra cuarta parte de su tiempo se habrá gastado entre el sueño de una transición incompleta y la frustración del escaso cambio del 82. Por mucho que en su decrépita senilidad, el líder de aquel cambio pretenda ser maestro de convivencia, lo cierto es que no pasó de ser un discípulo del neoliberalismo y adalid de las privatizaciones que abortó la ilusión de un país por alcanzar el estándar socialdemócrata europeo.
Mucha gente que a finales del S. XX se hubieran considerado clase trabajadora elige libremente ser gobernada por una casta de facinerosos, desechos de la tienta de la historia
Tras el espejismo de una buena Ley de Educación, España embarrancó en un falso progreso mientras buena parte de la población parecía feliz pudiendo viajar a toda velocidad aunque sin saber muy bien adónde. Gracias al dinero europeo creció el vacío de las Españas y con estos avales las derechas tardo-franquistas pudieron seguir disolviendo la sociedad civil que, tristemente, optó por trocar la libertad por la seguridad. Mucha gente ha preferido una alarma en su vivienda a cotizar en un sindicato y, por ese individualismo triunfante, se ha alcanzado la naturalización del odio al “otro” y de los muros protectores del Rico Epulón del asalto del Pobre Lázaro y los "parias de la tierra".
Fruto de esta deriva, el primer cuarto del siglo XXI ha alumbrado el fascismo sin ambages. Siguiendo la última versión del catecismo del país del queso amarillento y la leche en polvo de los años sesenta, una presidenta autónoma de un Estado presuntamente federal, vive amancebada en un ático de lujo con un presunto delincuente. Paseando a un perrito virtual ha aprendido que la falsedad y el odio es una valiosa herramienta de poder. Pero lo peor de todo es que mucha gente que a finales del S. XX se hubieran considerado clase trabajadora elige libremente ser gobernada por una casta de facinerosos, desechos de la tienta de la historia, que no dudan en poner en duda los valores que generaron en sus padres un atisbo de ilusión por la socialdemocracia que nunca fue.
Visto lo visto, en ausencia de toda racionalidad en la política española, no es tan mala la incapacidad mostrada al volante de esta sociedad que se encamina al segundo cuarto del siglo XXI, lo peor es que los pasajeros de este transporte colectivo tampoco parecen saber adónde quieren viajar.
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Jesús Sampériz Maluenda es socio de infoLibre.