‘Anatomía de un instante’, un retrato cojo de la transición

Cartel de 'Anatomía de un instante'.

La serie proporciona interesante información sobre el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981 pero borra en escena el papel de la mujer.

Tres traidores salvaron la democracia según la tesis del libro de Cercas y de esta producción audiovisual.

El instante elegido por Javier Cercas en el relato que da origen a la serie y que tiene el mismo título es perfecto para contar la transición española. La entrada como un venado del teniente coronel Antonio Tejero en el Congreso al soez grito de: “Se sienten, coño”.

A partir de ahí se llega por vía rápida a militares nostálgicos de la dictadura; al golpe brutal y cotidiano de ETA; a un presidente, Suárez, desbordado por la complejidad de los problemas; y una sociedad radicalmente a favor de la democracia.

La vacuna contra el golpismo

Aquella tarde del 23 de febrero de 1981, esa noche y la siguiente mañana se pasó por el virus tan arraigado en España del golpismo militar y se fortalecieron los anticuerpos para luchar contra ello durante una buena temporada.

Movistar+ ofrece la serie de cuatro episodios sobre este momento histórico y despliega una enorme cantidad de talento en ella. Alberto Rodríguez, Fran Araújo y Rafael Cobos firman el texto de la adaptación a la pantalla del libro.

Un reparto que funciona

De la dirección se encargan Paco R. Baños y también Alberto Rodríguez, siempre asociado a la memorable La isla mínima. Y a su cargo unos protagonistas que bordan estas caracterizaciones tan difíciles cuando se trata de personajes recordados al milímetro por gran parte de la audiencia, la más vieja.

Álvaro Morte está irreconocible como Adolfo Suárez y, sin embargo, no parece un muñeco lleno de prostéticos. Enseguida recuerda al que fuera presidente de Gobierno. El director no creía que fuera el idóneo, el propio actor tampoco, pero las directoras de casting, Eva Leira y Yolanda Serrano, insistieron hasta convencer a ambos y se marcaron un enorme tanto con la selección.

Tres traidores

Tres traidores protagonizan esta serie, como explica su propia voz en off. Acompañan a Suarez, Santiago Carrillo, interpretado por el gran Eduard Fernández, y Gutiérrez Mellado, por un Manolo Solo que también desaparece detrás de su interesante personaje. David Lorente intenta no transmitir su bonhomía a Tejero y Óscar de la Fuente borda la bravuconería del sublevado Milans del Bosch.

Un elenco impecable que se pone al servicio de contar unos hechos críticos. Porque la serie no lo es tanto de personajes, estos se utilizan como mero vehículo del relato. No se llega a inventar, a lo “nuevo periodismo”, una psicología profunda, una tridimensionalidad. La intimidad se cuenta al mínimo, posiblemente unas pinceladas documentadas históricamente.

Personajes que se mantienen en su dimensión histórica

Una opción legítima, pero que al ser tan apocada en la creación de verdaderos individuos deja el relato como algo con intención objetiva y, por tanto, algo frío. A pesar de ello, tanto quienes no recuerden los hechos como quienes repasan la lección disfrutarán de esta recreación.

Esclarecedor es el perfil de Gutiérrez Mellado, el menos conocido de los tres, que trata de explicar su temerario heroísmo del día del intento de golpe de Estado. Muy interesante también resulta el resumen de un juicio que no fue retransmitido en su día y del que no había imágenes ni sonido grabados.

Hechos que dicen mucho

Los episodios se ven del tirón porque avanzan a muy buen ritmo y los hechos dicen mucho de un país que acababa de afrontar sus primeras elecciones democráticas en las que tenía que permitirse la participación del hasta entonces ilegal Partido Comunista.

Sin embargo, todo el conjunto va creando una sensación de incomodidad creciente al constatar el papel que se ha dado a las mujeres en esta especie de obra canónica de aquellos años.

Mujeres en la insignificancia

Ningún papel. Menos que ninguno. Las mujeres, pocas y con poco tiempo en pantalla, están al fondo, trayendo un café, o diciendo a sus parejas que no se esfuercen tanto, como la esposa de Gutiérrez Mellado.

Tiene delito en el caso de la semblanza de Carmen Díez de Rivera, una política fascinante que quien vea la serie sin mayor información confundirá con una servicial secretaria sin mayores atribuciones.

Borrado de la mujer

El delito se agrava teniendo en cuenta que la chispa del golpe de estado se considera la legalización del PCE, de la que Suárez no estaba convencido y que ella consideraba esencial para la homologación de la democracia española en Occidente. Y no lo pensaba para sus adentros, sino que como contó expresamente presionó una y otra vez para que así fuera.

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Si tan fieles se pretende ser a la realidad el coche en el que Carrillo vino a España estaba conducido por la esposa de Teodulfo Lagunero, no por él mismo como se retrata en escena en otro borrado más de la mujer.

Una transición coja

Aquí el famoso test de Bechdel que analizaba la brecha de género y requería personajes femeninos con conversaciones que no trataran de hombres ni está ni se le espera, como al general Armada en el palacio de la Zarzuela el día de autos.

Una pena, una desgracia en una serie que oficializa un periodo histórico del que somos herederos en la actualidad. Hacen falta más series como esta, que cuenten nuestra historia reciente. De esta se puede entresacar lo bueno, hay mucha profesionalidad involucrada, pero si no hay mujeres no es mi historia de la transición.

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