Cultura

Ciencia ficción y viajes al 'verano del amor': seis caminos para evadirse en vacaciones

Imagen del videoclip de "Solar power", de Lorde.
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Segunda quincena de julio. Los teléfonos dan tono sin que nadie descuelgue al otro lado, los bares y tiendas de barrio bajan la persiana, las calles empiezan a llenarse de carteles de “cerrado por vacaciones”. Este año, los veraneantes llevan en sus maletas un peso pesado: el cansancio del segundo curso de la pandemia, el duelo por los que ya no están, el miedo a la enfermedad siempre pegado al final de la garganta, el temor a que la felicidad veraniega sea de nuevo un espejismo. Seguro que con el paso de los días, con el sol y el sudor y el poderoso efecto del verano, que todo lo puede, esas sensaciones se van deshaciendo como el hielo en el refresco. Pero, por si acaso, aquí una ayudita. Seis maneras de lanzarse de cabeza al verano, de alejarse de todo, de cambiar de paisaje mental. Por algo se empieza.

El libro del verano, de Tove JanssonEl libro del verano

Una vida que comienza y otra que llega a su fin. Quizás es eso lo que está en el núcleo de la química abuelo-nieto, una que inunda tiernamente la ficción, desde Manolito Gafotas a Vozdevieja, desde Maricón perdido a Charlie y la fábrica de chocolate. También es esa relación la que vertebra El libro del verano, de la finlandesa Tove Jansson, madre de los Mumin, de cuya muerte acaban de cumplirse 20 años. En este volumen, editado ahora por el sello Minúscula con traducción de Carmen Montes Cano, Sophia sigue a la abuela entre la calma del verano. Cualquier podría reconocer el pausado ritmo vacacional, los vínculos que se forman entre abuela y nieta mientras los progenitores están ausentes, el traspaso de sabiduría de un cuerpo viejo a un cuerpo joven. La historia que contiene El libro del verano puede parecer ligera, pequeña, pero tiene la profundidad de los lagos. Como los recuerdos de infancia que podrían parecer simples postales pero que, con el tiempo, se descubren como contenedores de la vida entera.

“Solar power”, de Lorde

Olvida todas las lágrimas que has llorado, / se acabó”: estos versos de la artista neozelandesa Lorde, en su single “Solar power”, parecen encerrar los deseos veraniegos de todo el planeta. Que se vaya el invierno del virus, que llegue el verano de la vacunación, el verano del reencuentro, la chispa de los tan anunciados felices años veinte. “Solar power” es el primer lanzamiento de su próximo disco, del mismo nombre, y se ha recibido casi más como una premonición que como una canción: las bases calmadas, oceánicas, del tema, el videoclip, filmado en la playa por una pequeña legión de bailarines vestidos en tonos suaves, todo parece llamar a una especie de renacimiento espiritual. Y no es menos significativo que “Solar power” llegue después del disco Melodrama (2017), un álbum lleno de dolor y soledad. ¿Nos está guiando Lorde hacia el nuevo state of mind occidental? ¿O es tan solo un ejercicio de pensamiento positivo? No hay que decidirlo todavía, basta por ahora con darle al play.

Cómo no hacer nada, de Jenny OdellCómo no hacer nada

“Eso quisiera saber yo”, podrían responderle muchos al título del libro de Jenny Odell, Cómo no hacer nada (Ariel). En este periódico ya se habló de este título el pasado abril, pero ante el parón vacacional tiene más sentido, si cabe, volver a él. Odell denuncia en el ensayo el funcionamiento de la “economía de la atención”, una en la que la materia prima es la atención del consumidor. Ahí están las redes sociales, pero también la publicidad o los medios de comunicación. Odell aboga por una “retirada”, una especie de rebelión tanto íntima como colectiva, que consistiría en desplazar la atención de estos espacios que consumen nuestro tiempo y nuestra energía hacia otras actividades que nos proporcionen bienestar, pero también un sentido de comunidad. Su propuesta es compleja y no es precisamente prescriptiva, pero podría simplificarse en dos consejos por los que empezar: menos espacio virtual y más espacio físico; menos atención al ego y más atención al entorno, el medio ambiente pero también el humano; menos dejarse llevar por el ritmo capitalista y más preguntarse por cuál es el ritmo de la vida buena. Qué mejor momento que las vacaciones para ponerse a pensar en todo ello.

Santuario, de Carmen Pacheco y Manuel BartualSantuario

Gestación controlada por el Gobierno, crisis climática, tecnología amenazante. No suena precisamente a desconexión. Pero son algunos de los temas que trata Santuario, la ficción sonora que Carmen Pacheco (escritora y guionista) y Manuel Bartual (que se dio a conocer por sus intrigantes hilos en Twitter) acaban de estrenar en Audible, plataforma de podcasts de Amazon Prime. En una renovación de la clásica radionovela, Pacheco y Bartual imaginan a Pilar, que, embarazada de tres meses, llega al Santuario, el espacio libre de contaminación donde las mujeres pueden estar protegidas y prepararse para dar a luz. Pero el Santuario no es lo que parece. El proyecto cuenta con las interpretaciones de Melina Matthews; Aura Garrido y Manolo Solo, entre otros, y nace de libros como El vientre vacío, de Noemí López Trujillo, donde la periodista se interrogaba sobre las razones, asociadas a la precariedad, que hacen que las mujeres no puedan decidir libremente sobre su maternidad. “Lo chulo de la ciencia ficción es que puedes imaginar mundos que no son en el que estás viviendo, pero con los que puedes tocar temas actuales”, decía Barual a la revista Vogue. Alejarse de la realidad para poder verla más claramente.

Summer of soul, de QuestloveSummer of soul

Jenny Odell: "La versión neoliberal de la libertad es la libertad de trabajar todo el tiempo"

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Está el verano del amor, el estío de 1967, con ese río de jóvenes que inundó el barrio de Haight-Ashbury, mezclando alucinógenos con anticapitalismo, rock con pancartas sobre Vietnam. Está Woodstock, el festival que reunió a Joan Baez, Santana, Janis Joplin o The Who, entre muchísimos otros, en aquella granja de Bethel, en el estado de Nueva York, ante cientos de miles de asistentes. Pero también está el Harlem Cultural Festival, que en ese mismo verano del 69, en el famoso barrio de Nueva York, generaba otro verano del amor, un verano del amor afro, un verano del amor por la negritud. Ahí estaban Nina Simone, B.B. King, Stevie Wonder o Sly and the Family Stone —que también pasaron por Woodstock—, entre otros muchos. Y ahí estaban, sobre todo, cientos de miles de personas negras, dispuestas a celebrar su existencia y su cultura, incluso después del asesinato de Martin Luther King, incluso antes de la muerte de Fred Hampton, líder de los Panteras Negras, a manos del FBI. El documental Summer of soul, recién estrenado en cines y dirigido por Questlove (el músico Ahmir Thompson), refleja el espíritu de aquel verano en Harlem a partir de 50 horas de grabación filmadas entonces por Hal Tulchin. El Woodstock negro no generó el mismo interés que el blanco, y sus cintas permanecieron prácticamente inéditas hasta ahora. El verano del amor no fue igual para todos. Pero algo de aquella alegría, de aquel orgullo pese a la violencia, está todavía vivo en las salas de cine.

Festival de Cannes... en Filmin

El Festival de Cannes, con su alfombra rojas y su glamour a prueba de virusglamour, se acaba. Muchos, la inmensa mayoría, incluso la inmensa mayoría de los cinéfilos más apasionados, jamás lo pisarán. Cannes formará siempre parte del verano de sus fantasías, el sueño de pedir un aperitivo en una de las terrazas claras, bajo el sol del Mediterráneo, y encontrarse que a su lado hace lo propio su artista favorito. Para el resto de los mortales, queda el cine. Y la plataforma de streaming Filmin ha organizado una lista de recomendaciones a partir del festival, tanto de sus protagonistas de 2021, dando acceso a la filmografía de algunos de sus creadores estrella, como de su historia dorada, con ganadoras y perdedoras ilustres de las últimas décadas. Está Paris, Texas, de Wim Wenders (1984), está El gatopardo, de Visconti (1963), está El viento que agita la cebada, de Ken Loach (2006)... y está el aperitivo, que cada uno es bien libre de ponerse en su casa, soñando con una Croisette mucho más luminosa que la real.

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