Cultura

Las críticas a la gestión del Retiro marcan el arranque de la Feria del Libro de Madrid

Un paseante visita la Feria del Libro de Madrid en la mañana del viernes.

"Hacía años que no veía una inauguración así". Lo dice Pablo Bonet, librero en Muga y uno de los 483 expositores de la Feria del Libro de Madrid, que arrancaba el viernes de manera más que accidentada. Repiten la misma idea, casi con las mismas palabras, Jesús Egido, editor de Reino de Cordelia, ya en su caseta, o Aitor Tejada, productor en el Pavón Teatro Kamikaze, que desde hace años es una de las voces que recitan desde los bafles las innumerables firmas y actividades del encuentro. Es mediodía y muchos expositores preparan aún sus stands. La inauguración oficial de la 77ª edición —es decir, el paseo de autoridades por los puestos, para el que se contaba con la infanta Elena— se ha pospuesto, libreros y editores trabajan desde primera hora bajo una lluvia torrencial y hay un clima de cierta inquietud. "¿Pero entonces se suspende la inauguración?", preguntan en la caseta del sello Melusina. Un librero llega con noticias frescas. Corren los rumores. 

Porque hay mucho que comentar. La amenaza de fuertes ráfagas de viento —AEMET anunciaba rachas de hasta 89 kilómetros por hora— obligó el jueves a evacuar el parque, siguiendo el protocolo del Ayuntamiento de Madrid. A ese contratiempo, que pilló a muchos expositores descargando y colocando libros, hay que sumar la tormenta que durante la madrugada y las primeras horas de la mañana descargó sobre Madrid y obligó a suspender la inauguración, prevista para el viernes a las 12.00. Pero el miércoles había habido ya problemas organizativos, cuando las nuevas limitaciones al acceso de vehículos al parque provocaron un atasco que retrasó la llegada de los libros. Las desavenencias entre libreros y editores, con el abandono de estos últimos de la Comisión organizadora de la feria a principios de abril, ya había dado que hablar: la dirección de la feria había decidido reducir, a petición del Ayuntamiento, el número de casetas, dejando menos espacio a los sellos. 

El viernes, los ánimos estaban más que caldeados. "La dirección del parque no quiere que la feria se siga celebrando aquí", asegura Jesús Egido. Es lo que piensa también Bonet y lo que repiten otros libreros y editores, a condición de que no se les cite. Egido no duda en asegurar que los problemas organizativos no son coyunturales: "Ha habido muchos problemas con el Ayuntamiento, pero la dirección de la Feria del Libro no lo quiere decir". Unos y otros lo niegan. "Con el Ayuntamiento no hay ninguna fricción, cero", asegura Manuel Gil, director de la Feria de Madrid. "El Ayuntamiento está por un mantenimiento absoluto de la feria en el parque, es la voluntad de esta alcaldía", insiste. ¿Y la dirección del parque? "La dirección del parque sigue lo que marque la línea política del Ayuntamiento", responde. El Área de Medio Ambiente, responsable del parque, lo confirma: "Ni el Ayuntamiento ni la organización se plantean cambios de ubicación". Y añade que "la Feria del Libro es una de las grandes citas del año", por lo que "cuidar la feria es una prioridad". 

Feria desalojada

El consultor editorial, responsable de la cita desde 2016, dice no haber dormido en toda la noche esperando a que se anulara la alerta por vientos. El protocolo se desactivó finalmente a primera hora del viernes, por lo que los expositores pudieron acceder al parque a las seis de la mañana para poder trabajar de nuevo en sus puestos. Pocos critican el desalojo, que se ve como necesario tras el accidente de finales de marzo, en el que murió un niño de cuatro años al caerle encima un árbol justo cuando se desalojaba el Retiro por los fuertes vientos. "Se ha muerto un niño, yo entiendo que no se pueden arriesgar a dejar esto abierto", dice Bonet. De la misma opinión es Elisabeth Falomir, del sello Melusina: "No van a desalojar el retiro porque sí, está claro que están siendo cuidadosos". "La organización fue informada en todo momento y está completamente alineada con la prioridad que supone la seguridad", apuntan desde el Área de Medio Ambiente. "El Ayuntamiento por supuesto no puede dejar de cumplir su propio protocolo".

Pero no todos los expositores piensan igual. "Es un despropósito. Al final las rachas fueron de 20 kilómetros por hora. ¿Para eso desalojan?", se pregunta Egido, que llega a hablar de "boicot" a la feria. El Ayuntamiento asegura que el desalojo del parque responde al plan de alertas habilitado desde 2016. "El protocolo depende de AEMET y se activa si hay previsiones de que el viento va a superar los 85 kilómetros por hora", aseguran fuentes del Área de Medio Ambiente. El aviso se da, explican, "con toda la antelación posible" a partir de los cálculos de la agencia meteorológica, a primera hora de la mañana o, en el caso del jueves, cuando cambia la previsión. El viernes no había previsión de fuertes vientos, y tampoco se esperaban para el fin de semana. Aun así, los expositores estaban inquietos: "Lo que nos preocupa es que desalojen un sábado o un domingo", decía Pablo Bonet, señalando que esos son los días de mayor afluencia (y caja). 

El desalojo del parque, combinado con la intensa lluvia, ha acabado causando incluso estragos materiales. Hacia las dos de la tarde del jueves aún quedaban algunos expositores por colocar su mercancía. El nuevo sistema de descarga, escalonada por horas según la disposición de la caseta, hacía que la editorial Dolmen, entre otras, acabara de recibir el cargamento de libros. "La distribuidora dejó los palés delante de la caseta, pero yo no pude acceder al parque porque ya lo habían desalojado. Han estado toda la noche mojándose", contaba un portavoz de la editorial. De 60 cajas de libros, 3 estaban completamente estropeadas y en muchas otras había entrado agua. 

Otros expositores señalan que el desalojo del parque resultó ser un tanto caótico. "Ya habíamos terminado de colocar todo cuando llegaron operarios del parque", explica Adara Sánchez, librera durante estas semanas para la editorial Blackie Books. "Nos decían desde un coche, con megáfonos, que había que desalojar, así que echamos a andar hacia la puerta de Mariano de Cavia", apunta. Una vez allí, ella y otras 40 personas se encontraron con la verja cerrada y ningún operario a la vista. Las cuatro puertas que se mantienen abiertas para el desalojo del recinto quedaban lejos, pero nadie les había indicado hacia dónde debían desplazarse. "Imagínate, nos decían que saliéramos inmediatamente, que estábamos en alerta, y luego nos quedamos encerrados", dice. Aunque consiguieron abandonar el parque, la inquietud no desapareció: "Pensábamos: 'A lo mejor cuando volvamos mañana hay un árbol en la caseta". Hubo suerte. 

"Trabas" o protección

Al margen de la situación meteorológica, algunos expositores ven en los cambios organizativos un signo de que la Feria del Libro no es bien recibida en el Retiro. Egido, y otros expositores críticos con la organización, asegura que se ponen "trabas" a la feria. "No se han puesto trabas", contesta Manuel Gil, "sino que se han modificado los procedimientos". El director defiende que las modificaciones en el acceso de vehículos y en el espacio que ocupan las casetas viene de que "el Ayuntamiento plantea en un momento determinado que esto es un parque público, protegido y que hay que ser cuidadosos con él". El Ayuntamiento reitera que la nueva normativa se debe a la "larga vida" del parque, a "la intensidad de uso y la necesidad de que sea protegido". 

infoLibre en la Feria del Libro de Madrid

infoLibre en la Feria del Libro de Madrid

Desde diciembre de 2017, el consistorio limitó la carga y descarga a tres horas por la mañana y 45 minutos por la tarde, pero en la Feria del Libro se ha ampliado para ofrecer entradas escalonadas según el número de caseta. Sin embargo, las limitaciones al tráfico produjeron el miércoles un gran atasco a la entrada del parque y unos retrasos de hasta cinco horas en la entrega de libros a los expositores. Los críticos ven de nuevo en esto un "boicot" al funcionamiento de la feria, Manuel Gil acepta que "se armó algo de lío", que achaca a que "las instrucciones no llegaron" a los operarios que trabajan en el acceso por un "problema con el correo electrónico". "Es coyuntural", insiste, "cuando cambias una normativa, puede pasar una cosa de estas".

Igualmente, en esta edición se ha eliminado un tramo de 40 casetas, unos 80 metros. "El Ayuntamiento ha trabajado con los organizadores de la Feria del Libro para asegurar el montaje, pero procurando un impacto menor en el Retiro", defiende el Área de Medio Ambiente. Esto fue lo que motivó la disputa entre editores y libreros. "Con ese recorte y la demanda... pues tenemos un problema", admite Manuel Gil. La solución pasaba por reducir el tamaño de las casetas de las editoriales, que suponían en 2017 el 66% de los expositores: los espacios de cuatro metros pasaban a ser de tres y las editoriales de facsímiles se quedaban fuera de la feria. Con los ajustes, este año hay cuatro casetas y cinco expositores menos que el pasado. La proporción no ha cambiado demasiado: mientras que los organismos oficiales han pasado de 24 a 31, las distribuidoras se han reducido a la mitad; hay cuatro librerías menos y tres editoriales más. 

¿Por qué reducir la presencia de editores? Gil asegura que, mientras que las peticiones de las librerías permanecen estables, las de sellos se multiplican cada año. "Un crecimiento desorbitado de la feria no sería lo razonable", lanza. Sin embargo, los editores aseguraban que esta decisión se debía principalmente a que ellos cuentan solo con 3 de los 11 puestos de la Comisión Organizadora. Pase lo que pase durante la Feria del Libro —si el viento lo permite—, las desavenencias seguirán ahí más allá del 10 de junio. La Comisión ya tiene prevista una reunión tras la cita para tratar los problemas de este año. Mientras, y después del primer día de feria, la inauguración todavía no tiene fecha. 

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