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'Historia de la CNT'

'Historia de la CNT', de Julián Vadillo Muñoz.

Julián Vadillo Muñoz

infoLibre publica un extracto de Historia de la CNT(Catarata), de Julián Vadillo Muñoz, en la que el historiador recoge el devenir del sindicato anarquista desde su formación en 1910 hasta el final de la Guerra Civil, con un epílogo que repasa brevemente las acciones de la organización en democracia. El autor, especialista en historia del anarquismo y de los movimientos obreros en el siglo XX, da prioridad aquí a cuestiones a menudo olvidadas cuando se habla de la CNT, como sus debates ideológicos y organizativos o su compromiso en la lucha contra las dictaduras de Primo de Rivera y Francisco Franco.  

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  La ilusión del cambio. La CNT y la Segunda República

 

Uno de los grandes mitos alrededor de la CNT y la Segunda República es la visión planteada de la oposición frontal de los libertarios a la proclamación y desarrollo del Estado republicano. Se suele presentar a la CNT como uno de los agentes desestabilizadores que, desde el primer momento, intentó derrocar la joven democracia española desde posiciones revolucionarias, al considerar a la República la encarnación de un nuevo Estado burgués. Es una de las claves que se ofrece para concebir el fracaso de la República o para plantear una realidad distorsionada del movimiento libertario.

Sin embargo, la realidad fue muy distinta. Los únicos movimientos que se opusieron a la República desde el mismo momento de su proclamación fueron los monárquicos, por razones obvias, aunque los carlistas se mantuvieron expectantes, y los comunistas del PCE, que vieron en la República un régimen burgués y frente a ella oponían el modelo de república soviética (Hernández Sánchez, 2010: 54; Estruch, 1978: 65).

Una posición que los comunistas fueron abandonando durante el periodo republicano y que quizá se pueda matizar descendiendo al ámbito local, pues en lugares como Córdoba los comunistas participaron de las celebraciones de la llegada de la República, hecho que se repitió en algunos pueblos de sus alrededores1. Por contra, los anarquistas recibieron de forma muy distinta la proclamación de la República. El mismo 15 de abril la CNT emitió un comunicado al respecto a través del periódico Solidaridad Obrera:

Ha sido proclamada la República en España.El Borbón ha tenido que dejar el poder.Los ayuntamientos, las diputaciones, las oficinas de Correos y Telégrafos están en manos del pueblo.Para afirmar estos hechos hemos de manifestarnos en la calle.No somos entusiastas de una República burguesa, pero no consentiremos una nueva dictadura.El pueblo debe estar dispuesto para hacer frente a una posible reacción de las fuerzas armadas.Si la República quiere, realmente, consolidarse, tendrá que tener en cuenta la organización de los trabajadores. Si no lo hace, perecerá.Como primera condición exigimos la inmediata libertad de todos nuestros presos.Después de esto, lo más importante de todo, pondremos otras condiciones.La Confederación Regional del Trabajo de Cataluña declara la huelga general y se atendrá, en sus actos, a la marcha de los acontecimientos.Por la libertad de los presos. Por la Revolución.¡Viva la Confederación Nacional del Trabajo!2 (Bueso, 1976: 339)

El comunicado de la CNT fue toda una declaración de principios e intenciones, ya que el organismo sindical se consideraba parte del proceso revolucionario que había traído la República. Dejó claro que se iba a oponer a todo intento de regreso a la dictadura o a la monarquía, pero iba a exigir a la República medidas para la clase obrera. Como se verá en las siguientes páginas, la posición de la CNT no podía ser más clara y al mismo tiempo más premonitoria. La CNT había sido protagonista del cambio republicano merced a los acuerdos y pactos que se dieron durante toda la dictadura de Primo de Rivera, pero dejando claro que su posición antimonárquica no iba a ser un cheque en blanco para los políticos y gobernantes, sino que tendrían que escuchar y apoyar las reivindicaciones del anarcosindicalismo si querían consolidarse. Siempre sin renunciar a la finalidad última de la CNT, que desde 1919 era el comunismo libertario y que perfilaría mucho más durante este periodo. El pragmatismo revolucionario de los años de la dictadura se quería consolidar en el periodo democrático.

Sin embargo, la historiografía no ha sido grata con la CNT en este periodo, aduciendo una lucha intestina en el organismo confederal entre sectores sindicalistas y reformistas que se vieron apartados por el denominado “sector faísta” en una deriva revolucionaria que estuvo a punto de acabar con la propia CNT. Aunque de cara a la galería esa posición es cómoda y forma parte de los innumerables lugares comunes de la historia del anarquismo, la realidad fue mucho más compleja. La problemática de esta cuestión se dio a posteriori, cuando una parte

de la historia confronta las posiciones de Ángel Pestaña, que acabará expulsado de la CNT y formará un partido político, con las de Juan García Oliver, legadas en sus memorias El eco de los pasos y escritas muchos años después de estos hechos. Pero ni Pestaña ni García Oliver fueron los mejores exponentes para acercarse a la historia del anarcosindicalismo español del momento, teniendo en cuenta que las memorias del anarquista de Reus se publicaron en la década de los años setenta, cuando Abel Paz había publicado su monumental Durruti en la revolución española. Muchas de las cuestiones esgrimidas por García Oliver en sus memorias no se corresponden con la realidad, sino con la propia justificación posterior de su propia biografía. En el caso de Pestaña, a pesar del prestigio que gozaba entre muchos sectores del anarcosindicalismo español, su salida de la CNT no solo fue para unirse a los llamados sindicatos de oposición, sino que sirvió como puente para la creación de un partido político, el Partido Sindicalista, del que ya había dado alguna pista en los años finales de la dictadura de Primo de Rivera. Por el contrario, si se revisan detenidamente los análisis sociales realizados por los sindicatos de oposición y por la CNT, se esclarece que las diferencias son nimias y que el distanciamiento se produjo como consecuencia de la aplicación de distintas estrategias. Esto lleva a negar la existencia de ningún sector “faísta”, constructo historiográfico, y nos lleva más bien a hablar de un cálculo erróneo de la CNT en su entusiasmo revolucionario y su descontento con la República, que le llevó a diversos fracasos políticos y sociales durante el primer bienio, tal como la propia CNT reconoció a partir de 1934 en su cambio de rumbo y estrategia.

De que con la proclamación de la República la CNT se había convertido en la entidad sindical más importante del país no cabía ninguna duda. El prestigio adquirido por su participación en el derrocamiento monárquico la presentaba como una de las alternativas sociales más eficientes y pragmáticas del momento. Además, la CNT supo leer mejor que su rival UGT la situación histórica y económica que vivía el país. Frente a un modelo sindical ugetista que aún estaba muy apegado al taller, la CNT, desde que desarrolló su modelo de Sindicato Único, mostró una mejor predisposición a organizar a los trabajadores en entornos industrializados. Tal como dice Santos Juliá: “[Aparece] un nuevo tipo de dirigente obrero que se encontraba más a gusto en la calle que en el despacho, el descampado que en el local sindical” (Juliá, 1984: 262).

(...)

Los cambios acaecidos en España fueron recibidos con esperanza por los cenetistas y nunca fueron ajenos a los debates políticos de la época. La CNT, por ejemplo, se posicionó a favor de la concesión de la autonomía a Cataluña, incidiendo con ello en cuestiones puramente estatales y políticas. Pero lo que no iba a olvidar la CNT era su dimensión sindical, que competía por el control del movimiento obrero con la UGT y también con los partidos políticos. Por eso, el congreso de 1931 sirvió para dotar a la CNT de un plan reivindicativo, si bien el devenir del primer bienio hizo que variase la hoja de ruta marcada en dicho congreso.

Como establecía el comunicado publicado en Solidaridad Obrera con la proclamación de la República, esta tenía que contar con la clase obrera. Las medidas que empezó a implementar el Gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña fueron entendidas por la CNT como insuficientes o, incluso, como un ataque a la clase obrera. Las principales oposiciones partieron de las disposiciones emitidas desde el Ministerio de Trabajo de Largo Caballero, como fueron la Ley de Jurados Mixtos o la Ley de Términos Municipales. Para la CNT, ambas leyes favorecían las posiciones de la UGT, objetivo buscado por Largo Caballero, frente a la acción directa del anarcosindicalismo. Para la CNT, el modelo de jurado mixto no era sino la misma estructura que el Comité Paritario de la dictadura de Primo de Rivera y anulaba la posibilidad de una negociación directa entre patronos y obreros para la emisión de un laudo. La CNT advertía desde su prensa que ese modelo se revertería contra los propios socialistas y, aunque la oposición fue muy intensa en este aspecto contra la política laboral desarrollada por el ministro Largo Caballero, lo cierto fue que la patronal se mostró aún más beligerante con estas medidas, que en muchas ocasiones fueron sistemáticamente boicoteadas.

Por otra parte, la CNT también mostró una especial animadversión por algunas medidas legislativas desarrolladas por el primer bienio republicano, como fue la Ley de Defensa de la República (LDR), aprobada en octubre de 1931. Una ley no exenta de polémicas, al ser más duramente criticada por sectores de la izquierda, como la extrema izquierda republicana y el anarcosindicalismo, que la consideraban un atentado contra sus propias organizaciones y pensamiento. Como ha investigado Rubén Pérez Trujillano, la ley estaba compuesta por cinco artículos en los que se expone la lista de actos tipificados como agresión a la República, consecuencias para autores materiales o inductores a la misma, así como las competencias del Ministerio de Gobernación y las medidas gubernativas que podrían acarrear. Como indica el propio Pérez Trujillano, la ley era de carácter administrativo, pero la ausencia de algunas partes importantes, como un preámbulo, hizo que tuviese lecturas aleatorias y diese lugar a abusos que en ocasiones excedieron los propios límites constitucionales aprobados en 1931 (Pérez Trujillano, 2018: 96-137). En este mismo sentido, y como apunta Julián Casanova, no fue esta razón una base para determinar si la República fue más o menos democrática: “La República no fue más o menos democrática por el uso de la represión, sino por la forma en la que sus fuerzas de orden hicieron frente a lo que muchas veces consistía en el simple ejercicio de derechos fundamentales y que ellas veían como las acciones deliberadas e ilegales de ‘enemigos’ de la jerarquía social establecida” (Casanova, 1997: 34).

Puede completarse esta visión con la que daban los cenetistas del momento, cuando acusaban a las fuerzas del orden público de actuar con igual o mayor dureza que en la monarquía. La cuestión estribaba en que muchas de esas fuerzas de orden público no habían sido depuradas, sobre todo en la Guardia Civil y el Ejército, lo que llevó incluso a la República a constituir un cuerpo de seguridad fiel, como fue la Guardia de Asalto, que tampoco estuvo exenta de polémicas en estas cuestiones.

Todas estas disposiciones y dinámicas, junto a las cuestiones relacionadas con la reforma agraria que veremos en el siguiente epígrafe, hicieron que la CNT fuese alejándose paulatinamente de la República que había contribuido a instaurar. La petición de contar con la clase obrera no se cumplía y, aprovechando el fragor revolucionario y transformador que se suponía al pueblo español tras abril de 1931, la organización comenzó a considerar la posibilidad de presionar para la consecución de una sociedad libertaria.

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Javier Valenzuela: "La Guerra Civil es un territorio bastante inexplorado por la ficción"

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1. Diario de Córdoba, nº 28960, 16 de abril de 1931.

2. Solidaridad Obrera, nº 127, 15 de abril de 1931.

 

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