La belleza de la magia
La belleza de la magia - Ramón Mayrata
Eolas Ediciones, 2025
Quizá no conozcan al mítico Dalmau el tortosino. Aparece en el libro La belleza de la magia para mostrarnos su último juego. Cuando ustedes abandonen este libro, quizá ven el mundo con otros ojos. Seguro que ven con otros ojos el futuro. La belleza de la magia, de Ramón Mayrata, no es solo un compendio de saberes sobre el ilusionismo, sino una reflexión profunda acerca de un arte que, durante siglos, ha acompañado al ser humano en su necesidad de asombro, en su deseo de superar lo imposible y en su vínculo permanente con la ficción.
Ramón Mayrata, escritor y antropólogo, lleva años dedicando su trabajo al estudio del ilusionismo. Conoce tanto su genealogía cultural como sus implicaciones filosóficas, y en este libro despliega esa experiencia en un formato breve, ágil y divulgativo. La obra se publica en la colección La belleza de… de la editorial Eolas, que propone libros accesibles pero rigurosos, que tiendan puentes entre la erudición y el lector profano, entre la poesía y el conocimiento.
El autor reivindica desde hace tiempo el ilusionismo como un arte mayor. La magia escénica ha sido observada con recelo: que si superstición espiritista (esa religión decimonónica que alumbró el Capital y la Burguesía), truco barato, infantil, entretenimiento sin trascendencia… El autor demuestra lo contrario, que la magia, desde los rituales antiguos hasta los escenarios del XIX, ha sido una herramienta de conocimiento, una metáfora del deseo humano y una representación estética de lo imposible. Esos son sus argumentos.
Mayrata trabaja con una hipótesis sugerente: el ilusionismo es una de las más importantes artes de ficción. El Ilusionismo plantea una realidad alternativa, que no es tangible pero se hace plausible, y en esa fricción entre lo que vemos y lo que sabemos radica el asombro. Como tantas veces ha demostrado este estudioso, los ilusionistas han construido históricamente sus efectos sobre una base limitada de procedimientos o “efectos” —la desaparición, la adivinación, el desafío a las leyes físicas, la resurrección—, pero tras cada uno de estos late un impulso humano universal.
Hacer desaparecer lo que nos atormenta, recuperar lo perdido, conocer el futuro, revivir a los muertos: el repertorio del ilusionismo no es otra cosa que el repertorio de nuestros deseos más profundos. Puede desaparecer la Estatua de la libertad o un humilde naipe, puede adivinarse el futuro de una nación o el pensamiento de una espectadora, pero, al fin y al cabo, tras el efecto (más allá de su dimensión y volumen) reside el deseo humano y la poética de vivir.
La mayor parte de la bibliografía sobre ilusionismo que radica en las librerías (sobre todo en las especializadas) se dirige a profesionales del gremio: manuales técnicos, recopilaciones de juegos, estudios internos, algunos centenarios. Mayrata nos muestra una bibliografía, sobre todo asentada en el Renacimiento (Pacioli, Cardano, Aretino), que fundó la dimensión científica y artística de la magia.
La belleza de la magia busca abrir al público profano el telón de la magia escénica, mostrar las conexiones que tiene con casi todas las ramas de la ciencia. Porque el ilusionismo no es ajeno a la física, a la química, a la óptica, a las matemáticas, a la psicología y, muy especialmente, a la neurociencia. El ilusionismo es la base del cine, y aún más, de la realidad aumentada, de los sueños y las pesadillas de la Inteligencia Artificial…
La sorpresa del espectador ante un número de magia es, en buena medida, un fenómeno neurológico. La atención selectiva, la memoria reconstruida, los sesgos perceptivos: el mago los conoce y los expone, los desnuda. Esa frontera entre lo que creemos percibir y lo que realmente ocurre es un territorio que conecta el ilusionismo con los grandes retos de la ciencia contemporánea. Así sigue sucediendo sea cual sea el soporte o el ámbito donde se muestre: en el camino de la teoría cuántica.
Si una carta que aparece en dos lugares a la vez remite a la superposición cuántica. Una caja cerrada con un objeto que “está” y “no está” recuerda de inmediato al famoso gato de Schrödinger. El ilusionismo, quizá sin saberlo (o sabiéndolo muy bien), lleva siglos representando de forma escénica conceptos que la física empezó a teorizar en el siglo XX. La ficción se adelanta a la ciencia, o quizá la acompaña como un espejo poético.
La magia nació en rituales religiosos, en liturgias de lo sagrado que buscaban satisfacer a los exigentes dioses, manipular la inexorable naturaleza, dialogar con lo invisible, con el mundo de los muertos. Con el paso de los siglos, ese ámbito ritual se fue secularizando hasta convertirse en espectáculo. El Renacimiento, el Barroco y la Ilustración dejaron su huella: la Razón desterró la superstición, pero también menguó, temporalmente, la brillantez de la magia. Fue en el siglo XIX cuando las luces del escenario devolvieron el esplendor, ya no como ceremonia religiosa, sino como arte escénico capaz de congregar multitudes en los teatros.
Religión, Ciencia, Espectáculo son los fundamentos del ritual de la sociedad moderna. Así, este tránsito, que Mayrata narra con erudición y claridad, no es solo una anécdota histórica. Revela que el ilusionismo ha estado siempre en diálogo con los tres grandes pilares de la cultura. Un pie en lo sagrado, otro en lo experimental, un tercero en lo teatral. Y en esa intersección llega a nuestro tiempo.
La relación entre el ilusionismo y los principios de la mecánica cuántica es el siguiente paso, atisbado en este libro. Ambos campos desestabilizan nuestra confianza en la percepción. El mago manipula la atención; la cuántica muestra que el observador participa en la definición misma de la realidad. Tanto en el escenario como en el laboratorio, lo que percibimos depende de la interacción entre fenómeno y observador.
Esto nos invita a pensar la magia como metáfora viva de conceptos cuánticos, como un paso más: Superposición: una carta que está en varios lugares al mismo tiempo. Colapso de la función de onda: el instante en que el espectador señala su carta y, de pronto, solo existe una. Entrelazamiento: dos espectadores que, sin contacto, sacan la misma carta. Indeterminación: un objeto que desaparece de una mano y reaparece en el bolsillo, cuanto más lo buscamos menos sabemos dónde está. Túnel cuántico: una moneda que atraviesa un cristal cerrado.
Estas correspondencias no son meros juegos intelectuales. Apuntan a una verdad más profunda: el universo mismo parece el mayor ilusionista, y nuestras teorías físicas no hacen más que reconocerlo. Dios no juega a los dados: los magos saben desde hace tiempo. La Física y la Matemática están tras muchas coincidencias sorpresivas.
En el trasfondo de La belleza de la magia late una preocupación filosófica: ¿qué significa creer en una ficción? Wallace Stevens, citado por Mayrata, lo expresó con nitidez: “La creencia superior es creer en una ficción que sabemos que es ficción, porque no hay otra cosa. La verdad exquisita es saber que se trata de una ficción y creer voluntariamente en ella”.
La magia escénica condensa esta paradoja. El espectador sabe que hay truco, que no hay milagro. Y, sin embargo, se entrega al juego como si lo hubiera. Esa fe voluntaria en lo imposible es lo que convierte al ilusionismo en un arte filosófico, capaz de cuestionar la frontera entre realidad y ficción, entre verdad y engaño, entre lo que somos y lo que deseamos ser.
Quien escribe estas líneas se acercó al mundo del ilusionismo hace ya dos décadas. Lo que al principio parecía un terreno de curiosidades técnicas se convirtió en un campo inmenso de reflexión cultural, científica y estética. Descubrí que cada truco llevaba escondida una red de saberes, que detrás de una simple desaparición podía hallarse un complejo dispositivo óptico, matemático o psicológico. Comprendí que el ilusionismo no es un pasatiempo menor, sino una forma privilegiada de interrogar a la realidad, el fundamento a la vista, mostrado como pasatiempo inofensivo de la gran arquitectura del conocimiento.
Dialéctica-ficción
Ver más
Por eso la lectura del libro de Ramón Mayrata resulta tan estimulante. Porque logra transmitir esa doble dimensión: la del mago que engaña para asombrar y la del pensador que revela lo que ese engaño significa sobre nuestra condición humana.
En tiempos donde la transparencia y la información parecen eliminar cualquier misterio, Ramón Mayrata nos recuerda que en la evolución de estos juegos de la magia escénica podemos reconocer nuestra mirada como especie. Una especie que mira ahora hacia lo cuántico como la explicación que puede alumbrar todo el universo, una especie que necesita la ilusión, la ficción y la magia para seguir siendo humanos, para retar nuevas fronteras. Porque creer en lo imposible —aunque sepamos que es imposible— quizá sea la forma más honesta de estar en el mundo.
* Alfonso Salazar es escritor.