La portada de mañana
Ver
La red infinita del lobby de la vivienda: fondos, expolíticos, un alud de 'expertos' y hasta un pie en la universidad

Los diablos azules

Clemencia a las estrellas

Clemencia a las estrellas, de Agustina González.

Agustina González

Agustina González (Granda, 1891-Víznar, Granada, 1936) fue la zapatera prodigiosa, la inspiración para la obra de Federico García Lorca estrenada en 1930. Pero fue también escritora, pensadora y política, asesinada en 1936 por el bando fascista. González sería recordada luego como una figura excéntrica, una mujer al borde de la locura que escribía galimatías para venderlos en su propia zapatería. Ella aceptó que se la tomara por loca para poder ser libre, pero, como explicaría en Justificación, una especie de memorias publicadas en 1927, aquella locura suya era una "locura social". "La locura social consiste en que el señalado como loco está cuerdo, y que la sociedad en que vive no lo comprende y por lo mismo lo juzga mal", decía, como recoge la escritora y editora Luna Miguel en su ensayo El coloquio de las perras (Capitán Swing). 

No ha sido hasta este 2019 que una editorial, Ménades, se ha encargado de publicar sus tres únicas obras conocidas, Justificación, Las leyes secretas e Idearium Futurismo, en un solo volumen titulado Clemencia a las estrellas. Cuentan que es eso lo que Agustina González pidió frente al pelotón de fusilamiento en el barranco de Víznar. A estos fragmentos acompañan en este especial otros extractos de las obras de otras escritoras reunidas en El coloquio de las perras, como Eunice Odio, Guadalupe Amor y Rosario Ferré.

_____

 

Cuando decidí salir sola, se desbordaron las pasiones. ¡Todos me censuraban! Paseando por la calle escuchaba una multitud de disparates, comparadas unas opiniones con otras. ¡Como para ir al manicomio de haber hecho caso!

[…]

Etcétera, porque de seguir no acabaría nunca. A cada paso una opinión distinta. Chicos y grandes, pobres y ricos, se encontraban con derecho a expresar lo que sentían a mi paso por las calles y plazas. Todos pensabais de mí en alta voz, yo en cambio pensaba de vosotros sin proferir palabra. ¿Quién tenía más razón?

El coloquio de las perras

El coloquio de las perras

[…]

Poco a poco me fueron dando permiso unos y otros para salir sola, llevar puesto lo que quisiera, ya fuera moda atrasada o adelantada. Todo lo consigue la constancia; pues lo que en principio se censura más tarde la costumbre lo tolera, y la comprensión aplaude muchas veces lo que motivó discusiones y acaloros.

Más sobre este tema
stats