Música

Residente persigue su ADN

Una cosa es saber de dónde eran tus padres, tus abuelos, incluso tus bisabuelos. Cuando se llega a los tatarabuelos, la cosa empieza a complicarse. Rehacer el camino familiar a partir de ahí es casi imposible (excepto para los nobles y los grandes apellidos que llevan muy bien la cuenta de su estirpe). Pero Residente, René Pérez, antiguo integrante del dúo Calle 13, quiso desandar lo andado por sus antepasados. Hace unos cinco años se hizo una prueba de ADN que trazaba la procedencia de sus genes a lo largo de cuatro milenios. Aunque siguió trabajando hasta 2015 con su hermanastro y compañero creativo Eduardo Cabra, conocido como Visitante, el mapa de su sangre le seguía rondando la cabeza. Hoy ve la luz "Somos anormales", el primer single de un trabajo grabado en cuatro continentes a lo largo de dos años y del que aún no se conoce el título ni la fecha de lanzamiento.

Construir el disco, dice Residente por teléfono desde su Puerto Rico natal, ha sido "una investigación personal". Con los resultados de aquella prueba en las manos —en 2014, la revista Science publicó un estudio en el que se recomponía el mapa genético de la humanidad—, hizo de Sherlock Holmes de su propio linaje, el de un tipo común de Puerto Rico que sufrió en su carne el racismo cuando intentó encontrar trabajo en Barcelona mucho antes de darse a conocer en 2006 con aquel "Atrévete-te-te" que les metió en el saco de los grupos de reguetón. La labor de detective le ha hecho viajar por Siberia, Rusia, Armenia, Georgia, Osetia, China, Burkina Faso, Ghana, Níger, Serbia, España, Inglaterra, Estados Unidos y Puerto Rico.

"Ves que tienes una huella de indio nativoamericano, y que la tienes desde hace tantos años. Tengo que ir a Siberia, porque ellos vienen de allí", explica con una voz pausada y profunda que apenas recuerda a esa otra que escupe las letras a la velocidad del rayo. Habla de su sangre asiática, africana, americana. "Tenía del norte de Irán, y del norte de Irán son alanos, que se movieron a Alania, que luego se convirtió en Georgia, en Osetia...", enumera con la convicción del que lleva varios años sumergido en atlas y libros de historia.

Vamos a Osetia. En la web que se ha convertido en el corazón del proyecto —se espera también la llegada de un documental sobre su ruta— se ve a René Pérez dirigir un coro de iglesia. Una mujer le enseña su sótano, donde ella y su familia se escondían durante los ataques de Georgia en 2008, última fase de un enfrentamiento que se alarga desde 1988. En la página se lee un pequeño resumen de la situación política de la zona, fotos de la frontera con Abjazia, de balas incrustadas en edificios. En números rojos se ve "2.100 muertes en 2008".

"Todo me llamaba la atención", recuerda. Las fotos del viaje, que duró dos años con escalas en Nueva York, donde reside, jalonan sus redes sociales. Aquí en China; aquí con Igor Koshkendey, uno de los músicos de Siberia; aquí en San Juan, en Puerto Rico, mostrando la casa donde vivía su madre; aquí, cuaderno en mano, en mitad de un baile de bienvenida en el "Reino Dagomba", como indica el músico, parte del Imperio asante que ocupó parte de África Occidental hasta la llegada de los británicos. "Quizás llegaba con la información que tenía en mi cabeza, pero verlo con mis ojos y confirmarlo fue... El trato del Gobierno francés con África, específicamente con Níger, por ejemplo, que viven gracias a ellos. Son cosas que son evidentes y se ven claras", asegura.

Si el proyecto partía de que la idea de que todas las razas y las procedencias están irremediablemente mezcladas, el single "Somos anormales" incide en que "nos parecemos en que todos somos distintos". "Aquí todos somos deformes / y nos resistimos a usar uniformes. / Lo más feo de la flor es el tallo, / la belleza se alimenta de fallos", rapea el puertorriqueño. El videoclip ha sido dirigido por él mismo —estudió cine en Barcelona— y ha contado con 72 extras y actores, entre los que se encuentran John Leguizamo, Leonor Watling, Oscar Jaenada y Juan Diego Botto. En él, una mujer africana pare a la humanidad, que acaba cambiado la guerra por el sexo. "Nuestra genética, un laberinto", canta Residente. E insiste, del otro lado del teléfono: "Con todo lo que está pasando, tanto en Estados Unidos como en el mundo entero, es fundamental la idea básica de que todos venimos de África. Hay una discusión en torno a la raza que debemos fomentar". 

El compromiso político del vocalista no parecía tan claro en aquellos primeros singles que hablaban, con letras divertidas y música pegadiza, de sexo y cultura popular. Pero en seguida se hizo patente con "Querido FBI", una canción que Calle 13 grabó en 2005, en vídeo casero y solo con percusión, para protestar por el asesinato del líder independentista Filiberto Ojeda Ríos a manos de la agencia de inteligencia. Luego llegaron temas como "Tributo a la policía" (Residente o Visitante), para "los policías que se portan mal"; "Los de atrás vienen conmigo" (álbum del mismo título), sobre la opresión de la clase baja portorriqueña; "El hormiguero" (Entren los que quieran), que llama a la revolución e incluye fragmentos de discursos del Subcomandante Marcos, Che Guevara y Salvador Allende. En su página web defiende que "es imposible ser artista sin expresarse en torno a las circunstancias sociales que [nos] rodean".

La música pescada aquí y allá, en sesiones de grabación asistidas en montañas y valles, siempre asistidas por intérpretes, es igual de laberíntica que sus genes. En Osetia se percibe el coro de mujeres, samplers de voces de niños, el bajo de un tambor y el ritmo con el que el vocalista podrá engarzar sus letras. Es una muestra que se repite en China —el sonido agudo de un instrumento de cuerda y una percusión profunda, como de gong— en el Oesta de África —los coros de celebración grabados en Ghana, en Burkina Fasso, en Níger— en Puerto Rico —una guitarra, una clave, ritmos pausados y familiares—, en Siberia. Es de ahí de donde sale la música del primer single. Fue grabado en Kyzyl, Tuva, uno de los territorios de la Federación de Rusa. En él suenan las voces del grupo Chirgilchin, que juegan con unos armónicos y unas tonalidades totalmente ajenos a la música occidental. 

Tocaba luego encerrarse en el estudio a hacer lo que él llama "traducción", convertir aquellos sonidos extraños en algo que no fuera world music y sobre lo que él pudiera rapear. "Fue difícil", admite, "No es que la haya simplificado, es que su rítmica es distinta, tiene unos tempos que son casi imposibles de rimar, y lo acomodé a un 4/4 o un 6/8, que es un compás que aunque no muchos usan yo sí, en 'Latinoamérica' y otros temas". Igual que él debió ser traducido por los intérpretes para hacerse entender (la letra, la intención de la música, el espíritu del proyecto), él debía hacer de intérprete de lo que había escuchado: "No quieres que se pierda nada, que no se pierda la esencia de lo que ellos tienen, de lo que se están dando". Ellos, los músicos con los que trabajó aquí y allá, aún no han escuchado el resultado. Residente no oculta su nerviosismo: "Creo que va a gustarles. Dar a conocer su historia y su música es lo mínimo que puedo hacer". 

 

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