Diez años de la quiebra de Pescanova: la empresa acaba en manos canadienses y su exdueño, camino de prisión

Feijóo entrega a De Sousa-Faro en 2009 el diploma de la concesión del 'Grelo de Ouro' a Pescanova.

Miguel Pardo (Praza.gal)

Santiago de Compostela —

Hace tan sólo unas semanas, el Tribunal Supremo condenó a Manuel Fernández de Sousa-Faro a seis años de prisión, dos menos de los que le había impuesto en 2020 la Audiencia Nacional, en una larga sentencia que ratifica que el antiguo todopoderoso empresario fue autor de un delito continuado de falsedad en las cuentas anuales de la vieja Pescanova, en concurso con un delito continuado de falseamiento de información económica y financiera, y culpable también de alzamiento de bienes. 

La sentencia asumió los hechos relatados por la Audiencia, que acusaba a De Sousa-Faro de articular "métodos de financiación" para Pescanova basados en "relaciones comerciales ficticias". Todo, para "poder seguir disfrutando de la financiación bancaria" y captar inversores confiados en los buenos datos económicos publicados cuando la situación real era "diametralmente contraria". 

El Supremo ratificaba la entrada en la cárcel –en los próximos días– de Sousa cuando se cumplen diez años desde que se confirmaba la quiebra de la empresa y solo semanas antes de que se conociera –este pasado jueves– que la empresa heredera de la multinacional arruinada, Nueva Pescanova, será vendida al grupo canadiense Cooke. En solo una década. 

Todo surge de aquella estrategia de esquivar los efectos de la crisis de 2008 que se inició ya en 2009, en el momento en el que De Sousa asumía un destacado rol político para clamar por el desalojo de la Xunta de PSdeG y BNG. "Es necesario un cambio urgente", había escrito en un recordado artículo de opinión, porque el Gobierno de la izquierda había impuesto, según él, "barreras ideológicas, idiomáticas y geográficas".

Comenzaba el ocaso de Sousa y de Pescanova, cuya quiebra se confirmó años después, hace ahora una década, en los inicios de 2013. La trama puesta en marcha para ocultar la millonaria deuda del grupo y engañar a miles de inversores, organismos reguladores y acreedores cayó cuando en febrero de aquel año la empresa informaba a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) de que no podría presentar las cuentas del ejercicio 2022. A partir de ahí, solicita preconcurso de acreedores, suspende su cotización en Bolsa, pide concurso voluntario y un auditor verifica en abril una deuda de 3.600 millones. 

La compañía quedó en manos de la banca acreedora hasta que en 2015 se creó el Grupo Nueva Pescanova, la mayor empresa pesquera de España entonces, con 1.000 millones de euros de facturación, la mayor flota pesquera congeladora del mundo y 11.000 empleados. Con más del 97% del capital, su principal accionista era Abanca que, al cumplirse una década de la quiebra de la antigua Pescanova, acaba de acordar el traspaso de la mayoría del capital al grupo canadiense Cooke, que se impuso a las propuestas de Chamber y Iberconsa. 

En solo diez años Pescanova quebró, su heredera quedó en manos canadienses y el histórico presidente de la compañía –que había dirigido el grupo empresarial desde 1980– va camino de la cárcel. 

Mientras, el futuro de Nueva Pescanova se prepara para pasar a ser dirigido por Cooke –como adelantó Faro de Vigo–, después de que Abanca anunciara un acuerdo para "negociar en exclusividad la compraventa" por un importe no comunicado. Todo a través de una operación que, según el banco, mantendrá la sede social de la firma en Galicia. 

"Desde 2015 realizamos un considerable esfuerzo para salvaguardar la viabilidad de la compañía y mantener a matriz y sus filiales integradas y, a la vez, conservar su sede en Galicia", aseguraba en un comunicado Juan Carlos Escotet, presidente de Abanca, que cree que el acuerdo permite "cumplir la hoja de ruta" y "integrar Nueva Pescanova en una de las principales compañías familiares de proteína marina del mundo". 

Esa misma compañía familiar ya había sido contactada por Sousa en febrero de 2013 para ofrecerle la venta de unas granjas de salmón en Chile. Tal y como relata Lara Graña en Faro de Vigo, con aquella operación el empresario intentaba evitar a la desesperada la quiebra, que acabó por ser la mayor en el Estado de carácter no inmobiliario. Pero el acuerdo no llegó, el dirigente cayó en desgracia y la histórica compañía, también. En breve, la emblemática multinacional gallega fundada en 1960 pasará a ser una filial dentro de un holding de 4.000 millones de facturación y presencia en los cinco continentes. 

Abanca no podía mantener tal participación –superaba el 97%– en una compañía que tenía un importante riesgo en su balance. Se quedará ahora con el 20% después de que Cooke pague 100 millones y asuma alrededor de 700 de deuda. El "valor futuro" que la entidad bancaria da la Nueva Pescanova es de 800 millones de euros. 

Ahora, a pesar de la promesa de no dejar su sede en Galicia, queda pendiente el futuro del millar de trabajadores que Nueva Pescanova tiene en varias localidades gallegas y alguna del Mediterráneo, así como el personal embarcado. Y también la evolución de un grupo muy adelgazado en comparación con el que comandaba De Sousa no hace tanto tiempo. 

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El Gobierno del PP en la Xunta, tantos años aliado de De Sousa, manifiesta ahora en palabras de su presidente, Alfonso Rueda, su "exigencia" para que la empresa "mantenga la viabilidad y los puestos de trabajo, muchos en Galicia y en toda esa flota que pesca por los mares de todo el mundo". 

"Eso tiene que implicar también que el domicilio social y fiscal se mantenga en Galicia y eso es lo que pediremos", dijo Rueda este viernes desde Panamá, tras advertir de que ante "una decisión entre entidades privadas", a la Xunta solo le queda "velar por que la riqueza que Nueva Pescanova supone para Galicia se mantenga y se acreciente, no solo en el país sino a lo largo del mundo". 

Aquí puedes leer el texto original en gallego.

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