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'Corona-news': la represión china, las dificultades de la vacuna y falacias ultraliberales

Un hombre pasea con mascarilla en Hong Kong.

infoLibre resume semanalmente las informaciones más interesantes sobre el covid-19 publicadas en la prensa internacional. Esta es nuestra selección de hoy.

La represión china (The New York Times)

China aplica la represión con los que piden responsabilidades al Gobierno, una vez ha pasado lo peor de la pandemia de coronavirus originada en el gigante asiático. Las corresponsales de The New York Times en el país así lo aseguran. Las periodistas han recabado varios testimonios que evidencian intentos del partido único por silenciar a las víctimas e impedir que denuncien. “La represión subraya el temor del partido de que cualquier intento de detenerse en lo que sucedió en Wuhan, o de responsabilizar a los funcionarios, socavará la narrativa del Estado de que solo el sistema autoritario de China salvó al país de una devastadora crisis de salud”, explica el reportaje.

La pieza se detiene en el caso de Yang Zhanqing, un activista que fue detenido brevemente por la policía por sus críticas al Ejecutivo asiático y que ahora reside en Nueva York. Siete residentes en Wuhan se pusieron en contacto con él para articular una respuesta a lo que consideran una negligencia del Partido Comunista en el epicentro de la pandemia. Al cabo de unas semanas, todos dejaron de responder. Algunos fueron detenidos. El Gobierno ha advertido a los abogados que no presenten demandas contra ellos y las fuerzas de seguridad han interrogado a familiares de fallecidos que buscaban consuelo en otras personas afectadas en Internet.

La estrategia del Gobierno chino a la hora de reaccionar ante una tragedia no es nueva, aseguran sus críticos: presentar a los muertos como mártires, silenciar las críticas, censurar la prensa y borrar los registros de posibles errores. Una amnesia colectiva que se impone caiga quien caiga.

Las dificultades de la vacuna (The New York Times)

Si estás buscando una lectura sobre cuánto va a tardar una vacuna que nos libre de la pesadilla del coronavirus, es ésta. Los responsables de Opinión de The New York Times han llamado a varios expertos y han plasmado en este texto, con gráficos interactivos incluidos, cómo podemos hacer para acortar los plazos habituales que manejamos a la hora de desarrollar una vacuna contra una nueva enfermedad. Habitualmente, la búsqueda lleva varios años, incluso décadas: sin embargo, algunos atajos podrían lograr que este remedio llegara a tiempo.

“De 12 a 18 meses”. La mayoría de los expertos coincide en esa horquilla. Pero en primer lugar, no es lo mismo descubrir una vacuna (efectiva y segura) que distribuir una vacuna a todos los que lo necesitan. Tampoco es lo mismo desarrollar una vacuna tradicional, que inyecte una versión debilitada del agente infeccioso para generar anticuerpos, que los nuevos métodos, como el del ARN mensajero. Nunca se ha desarrollado una vacuna con este sistema efectiva en humanos, pero la urgencia de la crisis requiere de innovación.

Como se puede comprobar en los gráficos interactivos del artículo, lo que más tiempo podría tomar es la construcción de fábricas y laboratorios para distribuir a gran escala la vacuna, así como la inmensa cantidad de materiales que se necesitarán y de nuevas redes de distribución. Si hay que esforzarse en acortar una parte del proceso, es ésta. También podríamos sufrir otros contratiempos: que la vacuna no solo no inmunice sino que agrave la enfermedad (pasó con el SIDA y con el dengue), que la nueva técnica del ARN no sea efectiva… Pero el final del artículo da pie al optimismo, después de tantas malas noticias: si los países desarrollan buenos sistemas de rastreo, se siguen manteniendo medidas de distanciamiento y damos con un medicamento que alivie los casos más graves, puede que no necesitemos una vacuna para derrotar al coronavirus.

Falacias ultraliberales (The Economist)

Un nuevo estudio recogido por The Economist desmiente el mantra enarbolado por algunos ultraliberales de “sacrificar al más débil”. Defienden, rayando en la sociopatía, que las personas que fallecen mayoritariamente por el covid-19 son individuos vulnerables, aquejados de otras patologías o muy ancianos, que de todos modos iban a morir en pocos meses o años, por lo que no tiene sentido implantar medidas duras contra el patógeno o confinar a toda la población. Sin embargo, el artículo científico explicado por el medio británico desvela que los años perdidos de media por los que han muerto en Reino Unido e Italia son 11.

De hecho, “el 20% de los fallecidos eran personas razonablemente sanas en sus 50 y 60 años, que se esperaba que vivieran otros 25 años en promedio”. En líneas generales, la mayoría de los muertos, de no ser por la pandemia, podría haber seguido mucho tiempo en este mundo. Los investigadores advierten que el estudio, sin embargo, excluyen a las personas que murieron en residencias, que podrían haber estado especialmente enfermas, y su metodología no permite estimar la gravedad de las enfermedades subyacentes. Pero sí permite asegurar que permitir que el virus se propague libremente sacrificaría tanto a los fuertes como a los débiles.

Inmunidad de tres meses (Der Spiegel)

El diario alemán Der Spiegel ha entrevistado al médico Clemens Wendtner, uno de los primeros facultativos que trató a pacientes de covid-19 en el país germano. El titular recoge una buena nueva: según el seguimiento que ha realizado durante meses a los primeros enfermos, puede asegurar que “los pacientes permanecen inmunes durante al menos tres meses” una vez el coronavirus ha abandonado sus cuerpos. Aún no hay certezas sobre cuánto dura esta inmunidad, y saberlo sería muy útil para abordar la desescalada y, por ejemplo, devolver a puestos de trabajo con gran exposición a personas que ya no puedan contagiarse de nuevo. Pero la experiencia de este profesional, aunque no es definitiva, aporta un rayo de luz entre las dudas.

“Probablemente mucho más que eso”, apuesta Wendtner. Advierte también que en esta fase de desescalada que están afrontando muchos países, tener una tasa de nuevos contagios baja no descarta totalmente que las UCIs no se puedan volver a colapsar. Los casos se pueden acumular, teniendo en cuenta que muchos necesitan semanas para volver a recuperarse y ocupan una plaza en el hospital. El facultativo también se pronuncia con respecto a la búsqueda de nuevos tratamientos que ayuden a luchar contra el coronavirus: según su conocimiento y experiencia, el remdesivir es el que tiene todas las papeletas para convertirse en una terapia efectiva para el covid-19.

Médicos rusos en Bérgamo (The Guardian)

The Guardian ha entrado dentro del hospital de Bérgamo (Italia) donde Rusia “ha plantado una bandera”, resume el titular. Hace semanas, el país mediterráneo se sacudió por la polémica: el Gobierno de Vladimir Putin y el de Giuseppe Conte habían llegado a un acuerdo para que médicos rusos fueran a ayudar a los centros de salud italianos, así como para la donación de material sanitario. Se especuló con que se trataba de una campaña de lavado de imagen por parte de Rusia ante la Unión Europea: incluso se sugirió que el supuesto altruismo ocultaba una campaña de inteligencia.

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Sin embargo, los médicos rusos del hospital de campaña de Bérgamo, en una de las zonas más duramente impactadas por el covid-19, no quieren oír hablar de la polémica. No les importa. “No queremos involucrarnos en esta controversia política, somos médicos que hacemos nuestro trabajo. Hay una tradición en Rusia de que si alguien nos pide ayuda, tenemos que dársela”. Los facultativos que envió Moscú trabajan diligentemente y son eficientes a pesar de las barreras del idioma, atestiguan sus colegas italianos, y los materiales que llegaron desde Rusia son de altísima calidad. Guido Marinoni, presidente de la orden de médicos de Bérgamo y consultado por The Guardian, aprovecha para rendir cuentas: “También llegaron albaneses, cubanos, médicos chinos. Pero los alemanes no vinieron, franceses y estadounidenses tampoco. Esto podría hacernos pensar”.

Bonus track: este reportaje de The Atlantic tiene una premisa que puede parecer pretenciosa: intenta explicar por qué el coronavirus es tan “confuso”, qué es lo que sabemos y lo que no sabemos de él, cómo pudimos haberlo evitado. Parece demasiado amplio para un solo reportaje, pero supera la prueba con nota. A riesgo de incurrir en un spoiler, así finaliza:

“El deseo de nombrar a un antagonista, ya sea el Partido Comunista chino o Donald Trump ignora los muchos aspectos de la vida del siglo XXI que hicieron posible la pandemia; la implacable expansión de la humanidad hacia espacios salvajes; altos niveles de viajes aéreos; falta crónica de fondos de salud pública; una economía cortoplacista (just in time) que funciona con cadenas de suministro frágiles; sistemas sanitarios que vinculan la atención médica al empleo; redes sociales que rápidamente difunden información errónea; la devaluación de la experiencia; la marginación de los ancianos; y siglos de racismo estructural que empobrecieron la salud de las minorías y grupos indígenas. Puede ser más fácil creer que el coronavirus se desencadenó deliberadamente que aceptar la verdad más dura: construimos un mundo propenso a él, pero que no está listo para ello”.

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