Siria, sumida en el caos tras cuatro días de violencia inédita desde la caída de Al Asad

Las fuerzas de seguridad sirias vigilan un puesto de control tras las luchas entre fuerzas gubernamentales y partidarios del antiguo régimen sirio, en Latakia.

Carles Grau Sivera (EFE)

En cuatro días de violencia inaudita desde la caída del régimen de Bachar al Asad, más de mil personas han muerto en las regiones del oeste de Siria de mayoría alauita, entre ellas unos 740 civiles pertenecientes a esta minoría religiosa que han sido ejecutados y asesinados "a sangre fría", según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.

 La ONG, con sede en el Reino Unido y una amplia red de colaboradores en el terreno, reporta que al menos 1.018 personas han muerto desde el jueves en las provincias costeras de Latakia y Tartús -feudos de la comunidad alauita y de Al Asad-, así como en las demarcaciones centrales de Hama y Homs, escenario de unos de los acontecimientos más sangrientos de los últimos años.

La violencia estalló el jueves, cuando grupos leales a Al Asad emboscaron y mataron en Latakia a decenas de efectivos de seguridad de la nueva administración de Damasco, algo que derivó en intensos enfrentamientos y en una posterior campaña de represión contra la población alauita. 

Insurgencia pro Al Asad 

Desde la caída del anterior régimen, varios grupos de exmilitares leales a Al Asad han efectuado ataques esporádicos contra las nuevas autoridades, pero la emboscada de este jueves fue la primera operación a gran escala y la más sangrienta desde el pasado 8 de diciembre.

Cientos de personas salieron a las calles de varias provincias sirias el jueves y el viernes para expresar su apoyo a las fuerzas de seguridad y denunciar los ataques de los remanentes del exrégimen.

Según medios de comunicación sirios y grupos de activistas, la insurgencia pro Al Asad está liderada por el comandante Ghiath Dalla, una de las figuras militares más prominentes del antiguo régimen y muy próximo al expresidente, que habría fundado un grupo llamado 'Consejo Militar para la Liberación de Siria'.

Su principal objetivo, según recoge la prensa local, es la "liberación total del territorio sirio de todas las fuerzas ocupantes y terroristas", en referencia a la alianza islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), que derrocó a Al Asad en una fugaz ofensiva de apenas dos semanas.

Esa alianza, ya disuelta e integrada en las fuerzas de seguridad del nuevo Gobierno, es la heredera del Frente Al Nusra, la exfilial de la organización Al Qaeda en Siria, y está apoyada también por una serie de grupos islamistas proturcos acusados de cometer todo tipo de crímenes de guerra durante los 14 años de conflicto en Siria.

Ejecuciones sumarias 

En reacción a los ataques del jueves, Damasco lanzó una campaña para aplacar los focos de insurrección, llevando refuerzos desde las provincias septentrionales de Idlib y Alepo, los baluartes de la oposición a Al Asad.

Parte de esos refuerzos son milicianos del grupo proturco Ejército Nacional Sirio (SNA), que está a su vez inmerso en solitario en una campaña contra las zonas del norte de Siria controladas por los kurdos.

Según el Observatorio, reconocido por su fehaciente seguimiento de las violaciones a los derechos humanos bajo el régimen de Al Asad, la llegada de los refuerzos fue el preludio de una serie de masacres, ejecuciones sumarias y torturas a la población civil, muchas de las cuales fueron grabadas en vídeos que la ONG pudo verificar.

Entre los asesinados se encuentran mujeres y niños, siempre según el Observatorio, que hizo un llamado a la comunidad internacional "para que adopte medidas urgentes y envíe equipos internacionales especializados de investigación para documentar las graves violaciones" que han cometido las fuerzas de seguridad y grupos aliados.

Damasco no ha reconocido explícitamente estos actos, aunque sí ha anunciado la creación de un comité que investigará y mandará a juicio a los responsables de "crímenes" cometidos durante las operaciones militares en la costa siria.

Conflicto sectario 

La comunidad alauita, a la que pertenece el clan de Al Asad y que dominó el Ejército durante el régimen anterior, supone aproximadamente el 10 % de la población siria y tiene su núcleo en Latakia y Tartús, donde las autoridades de Damasco realizan operaciones contra los remanentes del exrégimen desde hace semanas.

Varios altos cargos militares de Al Asad acusados de cometer crímenes de guerra y reprimir a la ciudadanía han sido arrestados en estas campañas.

Sin embargo, el Observatorio también ha documentado decenas de "actos de venganza" por parte de miembros de las fuerzas de seguridad contra estos individuos, algo que se ha generalizado en la campaña militar de esta semana en la costa.

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"Existe una creciente preocupación de que la respuesta de mano dura de Damasco al ataque por parte de los remanentes del régimen arraigue las divisiones sectarias y alimente un nuevo ciclo de violencia", alertó el centro de investigación sirio ETANA.

El grupo chií libanés Hizbulá -uno de los principales aliados de Al Asad junto a Irán- se ha desvinculado de la ola de violencia, mientras que los patriarcas de las iglesias de Siria condenaron las "masacres contra civiles inocentes" y rechazaron "cualquier intento de división".

El presidente interino de Siria, Ahmed al Sharaa, intentó tranquilizar este domingo a la población y aseguró que la violencia es "un desafío esperado" en la fase de transición que atraviesa el país, al tiempo que urgió a "proteger la unidad nacional y la paz civil".

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