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Así se blanquea el dinero en Jersey, una isla en pleno corazón de Europa

Mansión Saint-John, en Jersey, antigua sede de la compañía fiduciaria La Hougue.

Yann Philippin, Nicky Hager y EIC (Mediapart)

La mansión Saint-John, enclavada en la campiña verde de Jersey y vendida el año pasado por 20 millones de euros, parece sacada de un cuento de hadas. Un parque de 23 hectáreas, jardines japoneses, piscina, lago, cetrería y capilla, el caserón blanco es uno de los más bonitos de la isla, un famoso paraíso fiscal vinculado a la corona británica, situado a sólo 25 kilómetros de la costa de Normandía.

Hasta su salida en enero pasado, el señor de Saint-John fue, durante casi 40 años, un multimillonario canadiense llamado John W. Dick. Pese a ser un desconocido para el público en general, es una figura del mundo de los negocios que hizo fortuna en el sector inmobiliario; es el administrador de LibertyMedia, el gigante estadounidense de las telecomunicaciones y la televisión, y fue presidente del operador de satélites O3B. También es un hombre cercano al presidente de Ruanda Paul Kagame, que lo nombró embajador itinerante.

Pero la mansión de Saint-John esconde un importante secreto. John Dick era el dueño de La Hougue, una compañía fiduciaria especializada en servicios financieros, cuyas oficinas se encontraban en el castillo. Su especialidad era la creación de fideicomisos, el instrumento financiero que ha hecho la fortuna de Jersey, porque permite ocultar la identidad de los beneficiarios del dinero de manera aún más segura que con una compañía offshore.

Ahora se levanta el velo. Mediapart (socio editorial de infoLibre) y la red European Investigative Collaborations (EIC, de la que infoLibre también forma parte) han tenido acceso a los archivos de La Hougue, analizados en colaboración con el Bureau of Investigative Journalism, el Global Reporting Centre, el Toronto Star y Open Media. Estos documentos, que hemos dado en llamar Jersey Offshore, contienen más de 350.000 páginas de memorandos, contratos, correos electrónicos y documentos bancarios. Y revelan que la actividad de la empresa fiduciaria era facilitar la evasión de impuestos y el blanqueo de dinero a gran escala, incluso mediante la fabricación de documentos falsos. Pero la mansión de Saint-John esconde un importante secreto. John Dick era el dueño de La Hougue, una compañía fiduciaria especializada en servicios financieros, cuyas oficinas se encontraban en el castillo. Su especialidad era la creación de fideicomisos, el instrumento financiero que ha hecho la fortuna de Jersey, porque permite ocultar la identidad de los beneficiarios del dinero de manera aún más segura que con una compañía offshore.

John Dick, a preguntas de la red europea de periodistas de investigación EIC, ha respondido, a través de sus abogados, que nunca había hecho nada ilícito y que no tenía conocimiento de ninguna “actividad fraudulenta” cometida en La Hougue. John Dick afirma que la única persona responsable de las irregularidades es su antiguo socio Richard Wigley, que estaba a cargo de la gestión operativa de la empresa y que admitió en un tribunal de los EEUU que había efectuado falsificaciones.

John Dick se basa en esta confesión para desacreditar las 350.000 páginas de documentos obtenidos por el EIC. “No entiende o ha decidido no entender lo que lee”, responden sus abogados. John Dick también afirma que no tenemos en nuestro poder los archivos completos de La Hougue y que hay una “fuerte probabilidad de que se nos haya facilitado los documentos de forma selectiva”.

La historia de estos documentos es una novela en sí misma. Los papeles dormían en unas 300 cajas, guardadas en una pista de squash abandonada de la mansión. Nadie las había tocado desde que La Hougue trasladó su negocio a Panamá en 2007.

Las cajas fueron descubiertas por casualidad en 2012 por la hija de John Dick. En ese momento, Tanya Dick-Stock estaba tratando de averiguar cómo los fideicomisos creados por sus padres en beneficio de sus dos hijos habían perdido sus activos. Después de analizar los documentos secretos, demandó a su padre, acusándolo de malversar decenas de millones de euros de los fideicomisos familiares. John Dick lo niega formalmente y cree que su hija es una persona “poco fiable” que difunde una “versión falsa y revisionista de los hechos”.

El juicio de John Dick, aplazado a causa del covid, se celebrará el año próximo en Estados Unidos. Será el epílogo de siete años de una batalla legal que ha destrozado a la familia y al equipo de La Hougue. Todo el mundo ha atacado a todo el mundo, los Dicks o los exgerentes de la compañía fiduciaria, que se culpan unos a otros. Sólo están de acuerdo en un punto: efectivamente ha habido malversación.

Pero el caso no se resume en una disputa familiar entre ultrarricos. Por eso Tanya Dick-Stock y su marido Darren Stock finalmente aceptaron proporcionar los documentos completos a la red EIC, pero también asumirlo públicamente.

La pareja quiere alertar sobre Jersey, para que la isla cambie sus reglamentos y haga transparentes los fideicomisos. “Esto tiene consecuencias en todo el mundo, porque en Jersey es donde todos los criminales van a esconder su dinero. Jersey no hace nada y se tapa la nariz. ¡Esto tiene que parar!”, dijo Tanya Dick-Stock al consorcio EIC.

El contenido de las cajas revela como nunca antes el alcance de las prácticas fraudulentas de ciertas empresas fiduciarias y el cinismo con que facilitan las transacciones opacas. Los documentos también muestran hasta qué punto los delincuentes de cuello blanco pueden operar con impunidad en Jersey, donde el poder político está en manos de los financieros que tienen un interés personal en mantener las cosas como están.

Las autoridades de la isla hicieron la vista gorda a las actividades de La Hougue durante años y más tarde se negaron a abrir una investigación después de que Tanya Dick-Stock les proporcionara la totalidad de los documentos. Hay que decir que los jueces que han desestimado la demanda de la hija de John Dick trabajaron para La Hougue en el pasado.

La empresa estaba dirigida en el día a día por su director general británico, Richard Wigley. El credo de la empresa era la confidencialidad absoluta. “Confidencial - No guardar”, puede leerse en varios documentos internos. “Por favor, destrúyase”, escribió Wigley en un memorándum.

Los empleados de La Hougue limitaban las conversaciones telefónicas y se reunían con los clientes cara a cara, a menudo en hoteles de lujo, para evitar dejar cualquier rastro. También aconsejaban a los invitados que usaran direcciones de correo electrónico anónimas.

Wigley escribió a un cliente: “Ponemos sumo cuidado en garantizar la confidencialidad y nuestros clientes tienen sendos números de cuenta”. A cada cliente se le asigna un código de cuatro dígitos, para que su nombre no aparezca en los archivos.

“Un laberinto de fideicomisos y empresas”

Mediapart y el EIC han conseguido la lista secreta de clientes, las identidades que se corresponden con los números. La Hougue tenía casi 300 de ellos, ninguno de ellos francés. La mayoría eran estadounidenses, canadienses y británicos, en su mayoría hombres de negocios y empresarios. También hay un famoso detective privado británico, un ex trader londinense despedido por intentar manipular el mercado y un “rey del porno” estadounidense condenado en 2006 por fraude fiscal.

La Hougue albergaba las cuentas offshore de algunos de los protagonistas de los escándalos financieros más sonados de los años 70 y 80. Entre otros clientes se encontraban Igor Vishnevskiy, exjefe de las operaciones rusas del gigante de las materias primas Glencore, y el oligarca ruso Alexander Zhukov, que participó en un negocio de armas en Italia antes de ser liberado.

Algunos clientes fueron reclutados directamente por John Dick entre su círculo de amigos y de contactos profesionales. En un memorando de 2006, su mano derecha, Richard Wigley, escribió que Dick tenía “acuerdos privados con algunos clientes de La Hougue” en virtud de los cuales recibía “un porcentaje de las sumas aportadas”, y a veces incluso comisiones por “los ahorros fiscales” logrados.

Según un memorándum escrito en 2006 por su mano derecha, John W. Dick recibió comisiones por los ahorros fiscales realizados por algunos de los clientes de La Hougue.

Preguntado al respecto, John Dick no ha respondido. Sus abogados reconocen que “dirigió clientes a La Hougue porque la empresa administraba los fideicomisos de la familia Dick”, pero añaden que no tenía conocimiento de ninguna transacción realizada por clientes con la ayuda de la compañía, excepto cuando algunos de ellos “hablaban de sus asuntos” con él.

John Dick, que nació en 1938 en el Canadá en el seno de una familia de origen ruso, estudió en Estados Unidos y se estableció en Denver, Colorado, inicialmente como abogado. Trabajando en el sector inmobiliario en los años 70, descubrió los encantos de Jersey.

Para su primer gran negocio, Dick y sus tres socios compran en secreto, a través de una empresa fantasma en Jersey, un proyecto inmobiliario en Denver. Luego lo revenden más caro a la corporación oficial que habían creado con los inversores. Los inversores presentaron una demanda y averiguaron lo que estaban haciendo. Dick y sus tres amigos quedaron en libertad.

Después de esto, John Dick se mudó a Jersey en 1980 y compró la mansión Saint-John. Fundó La Hougue en 1984 como una compañía fiduciaria privada para administrar sus estructuras secretas y las de algunos de sus socios.

En 1990, John Dick se separó de su segunda esposa. El proceso de divorcio, que dura más tiempo que el matrimonio y consta de más de 5.000 páginas, es un verdadero quebradero de cabeza para los jueces. Llegaron a la conclusión de que Dick escondió sus activos en “un laberinto de fideicomisos y empresas” para protegerse de sus acreedores.

En 1991, La Hougue comenzó a trabajar para clientes externos, principalmente a través de conocidos y del boca a boca. La Hougue quiere permanecer discreta y modesta en tamaño, como un círculo de iniciados.

Para gestionar la boutique, John Dick contrata a Richard Wigley, que anteriormente gestionaba sus empresas en la filial de fideicomisos del gran banco británico Barclays en Jersey. La Hougue se crea “para proporcionar el mayor nivel posible de privacidad y seguridad” y “para hacer cosas que serían impensables para Barclays Trust y otras compañías fiduciarias”, dice Wigley en un memorándum.

“Odio pagar impuestos”, se lee en otro documento. A un cliente, Wigley le escribió que con La Hougue, las oportunidades de “ahorrar en el pago de impuestos” son “muchas y variadas”.

Las 11 técnicas principales se detallan en un memorando interno, titulado “Resumen de los métodos disponibles para permitir el movimiento de activos offshore”offshore. Este documento, que John Dick afirma no haber visto nunca, es un verdadero manual de fraude fiscal y de blanqueo. “Por supuesto, estamos muy preocupados porque este documento pueda caer en las manos equivocadas”, advirtió Wigley en el año 2000 cuando se lo envió a un cliente estadounidense.

Este memorando, verdadero manual sobre el fraude fiscal y el blanqueo de dinero, resume las once técnicas principales utilizadas por La Hougue para permitir el movimiento de activos extraterritoriales.

Para los jefes, una de las 11 técnicas consiste en emitir facturas falsas por servicios que “parecen justificados”. Encontramos un ejemplo en un proveedor de automóviles norteamericano. La compañía compró servicios ficticios (ventas, consultoría) de una compañía offshore propiedad de sus dueños. Estos recuperan el dinero neto de impuestos en Jersey, mientras que la compañía puede deducir estos gastos del impuesto de sociedades.

Otro método consiste en invertir en un proyecto inmobiliario falso por cantidades que pueden “alcanzar fácilmente hasta 300.000 dólares”. La factura muestra una transferencia de dinero a la compañía inmobiliaria, pero el dinero en realidad pasa por La Hougue y va a la cuenta secreta del cliente.

Si alguna vez las autoridades fiscales llevan a cabo una inspección, La Hougue emite “confirmaciones y garantías apropiadas” de que el proyecto no fue rentable y no generó ningún ingreso o ganancia de capital. Dado que las transacciones están bajo su “control exclusivo”, La Hougue asegura que es imposible que los investigadores descubran la verdad.

Otras técnicas implican ayudar a los clientes a comprar propiedades inmobiliarias en secreto, o revenderlas sin pagar impuestos. Para los gastos menores, La Hougue también proporciona tarjetas de crédito irrastreables vinculadas a sociedades pantalla.

¿Pero cómo se transfiere dinero a Jersey sin llevar maletas de dinero? La Hougue ofrece hacer de forma “regular” cheques de “cantidades bastante modestas” (“hasta 10.000 dólares”) a varias entidades, que aparecerán como “regalitos” o “gastos de vacaciones”, pero que eventualmente “terminarán en la cuenta fiduciaria del cliente”.

La Hougue gestionaba docenas de empresas offshore, la mayoría registradas en Jersey y en las islas Vírgenes Británicas, para multiplicar las transacciones y hacer imposible el seguimiento de los fondos. Otro método consistía en hacer préstamos ficticios, lo que permitía al cliente disfrazar una transferencia de dinero devolviendo una cantidad que nunca había pedido prestada. Esto requería “asientos ficticios” (dummy entries) en las cuentas, según la terminología interna.

Algunos de estos servicios requieren una técnica final, que no está incluida en el manual: la producción de documentos falsos, como certificados de préstamo.

En una conversación grabada a escondidas, un empleado explica cómo procedía el director de La Hougue, Richard Wigley: “Tiene impresoras viejas, máquinas de escribir viejas, papel viejo, bolígrafos viejos, para montar lo que quiera. Si [necesita] un documento sobre un acuerdo de 1996 con usted, se imprimirá con una máquina que existió en 1996, un bolígrafo de 1996, un papel de 1996. Siempre ha hecho eso y datados documentos con fecha anterior... Si quiere destacar cierta posición, habrá un documento. Habrá un documento antiguo”.

Un posible ejemplo es el del comerciante de arte israelí Ronald Fuhrer. Era el orgulloso propietario de La virgen y el niño, un cuadro del siglo XV del maestro florentino Botticelli. En 2005, también estaba en proceso de divorcio y en medio de la negociación de un acuerdo de reparto de bienes con su futura exesposa.

En marzo de 2005, Ronald Fuhrer recibió una factura de La Hougue por los “servicios especiales” prestados en relación con el acuerdo amistoso de su divorcio. El director de la firma, Richard Wigley, justifica el monto de los honorarios por “el importante volumen de trabajo que implica la creación de la documentación, [...] en particular el uso de papel y de máquinas especiales, que requiere un tiempo extremadamente largo”.

Durante las negociaciones con su esposa, el marchante de arte había indicado que ya no era el propietario del Botticelli: lo vendió para pagar una deuda contraída en los años noventa con una empresa llamada Danehill Trading, que luego cedió la deuda a Kraken Investments, registrada en las islas Vírgenes Británicas; ambas son compañías ficticias administradas por La Hougue. En resumen, parece que los documentos del préstamo son falsos. Y Kraken, que finalmente recuperó el cuadro, parece estar controlado por Ronald Fuhrer.

Posteriormente, el marchante de arte, como “ayudante” de Kraken, confió el cuadro a una galería para venderlo. Pero la galería quebró y reclamó el derecho a conservarla. Ronald Führer tuvo que librar una larga batalla para recuperarlo. Una vez más, no se presentó como el dueño sino como el “asesor” de Kraken. Contactado por el EIC, se ha negado a hacer declaraciones.

La factura de La Hougue al comerciante de arte Ronald Fuhrer sobre la documentación proporcionada por la pintura de Botticelli.

En 2015, Richard Wigley fue sancionado por perjurio ante un tribunal de Colorado después de que confesara haber falsificado documentos de préstamo en el caso iniciado por Tanya Dick-Stock sobre el dinero que se había evaporado de los fideicomisos familiares gestionados por La Hougue, de los que ella era la beneficiaria junto con su hermano.

Los abogados de Richard Wigley aseguran que su cliente nunca admitió tal falsificación, pese a lo que dicen documentos judiciales. Se negaron a responder a nuestras preguntas porque, en su opinión, se basaban en información “falsa”.

Ante la Justicia norteamericana, el director de La Hougue admitió que era el director y el rostro de la empresa, pero que el verdadero jefe y propietario era John Dick, algo que confirman varios documentos internos. “Trabajaba para él, era su empleado. Y cuando quieres mantener tu trabajo, haces lo que te dicen”, declaró. El millonario canadiense lo niega y afirma ser “víctima” de su antiguo empleado, al que considera el único responsable del fraude.

Cuando trabajaban juntos, el responsable británico de La Hougue enviaba regularmente informes a John Dick sobre el progreso del negocio. Entre ellos se incluye un memorando de julio de 2006 sobre el futuro movimiento de La Hougue. En ese momento, la firma temía que Jersey hiciera más estrictas las reglas contra el blanqueo. Al año siguiente, los empleados salieron de la mansión Saint-John un sábado por la noche y nunca volvieron. Se fueron a Panamá, donde la firma continuó sus actividades a través de otra estructura, llamada Pantrust, que se hizo cargo de los clientes de La Hougue.

En su memorándum escrito un año antes, Wigley propuso a John Dick que éste le diera el control de la compañía fiduciaria cuando se mudara a Panamá, a cambio de un pago vitalicio del 10% del volumen de negocios, más las comisiones negociadas con los clientes que había traído y traería en el futuro.

¿Se ha aplicado este acuerdo? John Dick no ha respondido, pero dice que no tiene interés en la nueva compañía panameña de fideicomisos Pantrust, que está controlada únicamente por Richard Wigley, según confirma. Sin embargo, Pantrust ha seguido administrando las estructuras y los activos de John Dick y su familia.

Para preparar el negocio en Panamá, Richard Wigley se puso en contacto con la renombrada firma de abogados Mossack & Fonseca, en ese momento la principal compañía fiduciaria local, que tuvo que cesar sus operaciones en 2018 después de que la filtración de sus datos internos causara el escándalo de los Papeles de Panama. Pero en 2007, Wigley consideró que la empresa estaba demasiado limpia, dijo que “hacían todo según el manual”. Se puso al habla entonces con otro abogado panameño, “mucho más pragmático”.

El presidente de Pantrust estaba encantado con su elección en ese momento. Habida cuenta de las “tácticas fiscales cada vez más agresivas” de “la mayoría” de los gobiernos europeos y de su “continua disposición a obtener intercambios de información” fiscal, “los esfuerzos por relocalizar nuestra empresa en Panamá para mantener el más alto nivel de confidencialidad están, hasta la fecha, justificados”, se felicitaba en 2008.

Pero en 2013, Pantrust será inspeccionado por la autoridad de supervisión bancaria de Panamá. El informe, abrumador, enumera numerosos fraudes. Los inspectores encontraron registros titulados “entradas falsas” y “cuentas falsas”, la existencia de préstamos falsos, y denuncian la falta de información sobre la identidad de los titulares de ciertos fideicomisos.

La empresa llevó a cabo su actividad “de manera perjudicial y peligrosa para el interés público, sus clientes y la reputación del centro financiero de esta jurisdicción”, concluye el informe. Pantrust perdió su licencia en 2015, algo poco habitual en este paraíso fiscal. El experto en montajes offshore que había operado con impunidad en Jersey, en el corazón de Europa, era demasiado para Panamá.

No se sabe si la empresa sigue activa hoy en día. Richard Wigley dijo en 2015 a la Justicia estadounidense que Pantrust había cesado toda actividad en Panamá. “He encontrado arreglos alternativos para mis clientes”, dijo. Durante la época de La Hougue en Jersey, Wigley había establecido estructuras de seguridad en las islas Vírgenes Británicas, un paraíso fiscal caribeño aún más opaco, para que la empresa pudiera transferir inmediatamente su negocio allí en caso de un problema con las autoridades de Jersey.

Richard Wigley ha confirmado a la Justicia de EEUU que esta empresa de las islas Vírgenes, La Hougue Trustee Limited, sigue existiendo. Pero sin decir precisamente si había asumido la actividad de La Hougue/Pantrust: “A día de hoy, no tengo intención de crear una [nueva sociedad fiduciaria], señaló en 2015. Pero podría cambiar de opinión”.

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Traducción: M. M.

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