Indignación en Francia por una entrevista a Pío Moa en la que acusa a la izquierda de provocar la Guerra Civil

Franco saluda a Adolf Hitler en Hendaya.

Ludovic Lamant (Mediapart)

A nadie le molestó la publicación, el 28 de julio, de una larga entrevista de ocho páginas en la apertura de la última edición especial de Figaro Histoire, que pasó casi desapercibida. Pero el debate se desbordó en las redes sociales en los primeros días de agosto, después de que el vídeo de promoción de la entrevista fuera publicado en Internet por Isabelle Schmitz, que lo codirigió desde Madrid.

La periodista, redactora jefa adjunta de Figaro Hors-Série, promete "una versión totalmente nueva de la Guerra Civil española, respaldada por hechos y citas de sus principales protagonistas". Se refiere a los años de guerra entre los republicanos y Franco, de 1936 a 1939, preludio de los treinta y cinco años de dictadura franquista. El ensayista con el que habló la periodista, y que tanto entusiasmo despierta en ella, se llama Pío Moa.

Nacido en 1948, este gallego es autor de numerosos textos de divulgación muy controvertidos sobre el pasado violento de España, entre los que destaca el best-seller Los mitos de la Guerra Civil (La Esfera de los Libros, 2003, unos 300.000 ejemplares vendidos). Casi veinte años después, un editor francés consideró necesario publicar una traducción al francés (bajo el título Les Mythes de la guerre d'Espagne) de este texto, que está lleno de matices revisionistas.

Su tesis central, ya presente en un primer texto publicado en 1999, Los orígenes de la Guerra Civil española, editado por Encuentro, es espectacular: las fuerzas de la izquierda son las únicas responsables del estallido de la guerra civil en 1936. "La derecha no era violenta antes de la guerra, mientras que en la izquierda el terror ya había comenzado en 1931", asegura Le Figaro. Y añade: "La Falange [fundada en 1933 por José Antonio Primo de Rivera], que era muy minoritaria dentro de la derecha, y que se presentaba fuera de España como una organización fascista violenta, sólo era violenta muy ocasionalmente.”

Pío Moa absuelve así a Franco y a su régimen de cualquier responsabilidad por el golpe de Estado de julio de 1936, así como por la violencia que siguió. Posteriormente, minimizó la magnitud de las masacres perpetradas por el bando nacional, incluidas las de Badajoz, en la frontera con Portugal, en el verano de 1936, y la de Gernika, la ciudad vasca bombardeada en 1937 por los aviones alemanes enviados en apoyo de Franco.

Contactados por Mediapart, cinco historiadores, franceses o españoles, especialistas en la Segunda República (a partir de 1931), la Guerra Civil (de 1936 a 1939) o el régimen de Franco hasta la muerte del Caudillo en 1975, dicen estar "horrorizados", "estupefactos" o "pasmados" por el tratamiento editorial que se ha dado al libro. Para ellos, este texto es una "falsificación", según la historiadora Charlotte Vorms, o una reescritura reaccionaria de la historia.

Mercedes Yusta, profesora de historia contemporánea de España en la Universidad París-8, considera que el conjunto -el libro, la entrevista y el vídeo- es "alucinante": "Este libro, publicado en 2003, se presenta como innovador. Pero eso no era así en absoluto en 2003, y lo es aún menos en la actualidad.” Y añade: "Es difícil entender el proyecto de esa traducción al francés, a no ser que se sitúe en un contexto político e ideológico más amplio de rearme de la extrema derecha a nivel europeo".

Un divulgador nostálgico del franquismo

Aunque el número especial del Figaro presenta a Pío Moa como una figura destacada de la disciplina, los académicos describen a un personaje mucho más dudoso, sin ninguna relación con el mundo académico. "No es un historiador profesional, sino un ensayista o propagandista, con fuertes vínculos con los círculos intelectuales de la extrema derecha", afirma el franco-español Nicolas Sesma, profesor titular de la Universidad de Grenoble-Alpes y especialista en el franquismo. Sesma denuncia a Moa, antiguo militante maoísta de los Grapo en los años 70, por su método de "cherry picking", que consiste en retener sólo los hechos que confirman su propia tesis.

“Él se presenta como un historiador censurado, un denunciante, solo contra todos, convencido de que todo lo que se ha escrito antes es falso", añade Pierre Salmon, profesor e investigador y autor de una tesis sobre el tráfico de armas suministradas durante la Guerra Civil española. “Pero para hacer historia hay que cotejar las fuentes, cosa que él nunca hace, y tener en cuenta lo que se ha escrito y establecido en el pasado, lo que da autoridad.”

"Moa supo ocupar ese nicho en España, entre la divulgación y la nostalgia del franquismo, en un momento, a principios de la década de 2000, en el que estaban muy animados los debates sobre la ley de memoria histórica [aprobada en 2007 bajo el gobierno socialista de Zapatero]", dice Nicolás Sesma. "Su libro aportó argumentos para contrarrestar la aparición [durante la década de 2000] de una narrativa sobre la guerra civil y el franquismo que finalmente ponía en el centro a los vencidos de la guerra civil y a las víctimas del franquismo", lamenta Mercedes Yusta.

Sin pretender ser exhaustivos, podemos identificar cinco puntos clave en el argumento de Pío Moa, tal como lo desarrolla en particular en la entrevista con Le Figaro.

1 - ¿Tesis innovadoras?

Según la periodista Isabelle Schmitz, la tesis de Moa es "totalmente nueva". En realidad, se trata de "un refrito de tesis de extrema derecha", resume Nathan Rousselot, doctorando en historia de la Universidad de Nantes, que está escribiendo una tesis sobre la Guerra Civil española. Los escritos de Moa no hacen más que actualizar una vieja cantinela, la del complot comunista, perfeccionada a lo largo de las décadas por los historiadores del franquismo.

"Cuando la comunidad internacional debatía sobre una posible intervención en la guerra de España en 1937, el régimen de Franco ya había planteado la idea de un amenazante complot comunista. Su movimiento fue ‘preventivo’ porque querían contrarrestar el riesgo de un golpe comunista. Pío Moa retoma la propaganda de guerra de Franco, sin aportar ninguna prueba", explica Nicolás Sesma.

"Para defender al régimen contra la acusación de estar en el origen del conflicto, la historiografía franquista elabora la ficción de una guerra preventiva desencadenada para alejar la amenaza de una revolución comunista en ciernes", escriben las académicas Élodie Richard y Charlotte Vorms en un artículo de referencia publicado en la revista Vingtième Siècle.

2 - ¿Un golpe de estado en 1936 para bloquear una intervención de Moscú?

¿En qué consistió exactamente esa "política de invasión" de Iósif Stalin en España en los años 30? “La amenaza de un golpe de Estado dirigido por la URSS es totalmente imaginaria", argumenta el historiador Pierre Salmon. “Este tipo de construcción por parte de la extrema derecha se da en otros países de la época, incluida Francia. Se agita la amenaza de una conspiración desde Moscú, se fabrican pruebas falsas.”

"Antes del comienzo de la guerra civil, los vínculos con el comunismo eran tenues. Los anarquistas estaban más presentes, mejor implantados, sobre todo en Cataluña", continua Salmon. Unas semanas después del estallido de la guerra, los soviéticos proporcionaron una ayuda material que permitió a la República Española resistir. Pero se demostró insuficiente y discontinua con el tiempo. En parte porque Stalin eligió apoyar a los comunistas en China y no en España.”. "En definitiva, nunca hubo voluntad de instaurar una dictadura comunista por parte de Stalin en España, como pretenden hoy estos pensadores neofranquistas", insiste Pierre Salmon.

3. ¿La guerra civil ya en 1934?

Ansioso por hacer recaer la responsabilidad de la guerra civil en lo que él llama "la izquierda", para Moa la guerra civil comienza con la insurrección de Asturias de 1934, una revuelta de trabajadores anarquistas, comunistas y socialistas que fue masivamente reprimida. "Es cierto que 1934 fue un punto de inflexión en la historia de la Segunda República, un punto de inflexión en la polarización tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda, pero fue después, con la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, cuando sectores de la derecha conservadora decidieron que había que acabar con esta república", afirma Mercedes Yusta.

“También en este caso, fechar el inicio de la guerra civil en 1934 lleva al comienzo del franquismo", dice Charlotte Vorms. “Pero hoy ya no se discute en el mundo académico que fue el golpe de Estado de julio de 1936 el que rompió la legalidad republicana.”

4. ¿Se opuso Franco durante mucho tiempo a un golpe de Estado?

En la entrevista concedida a Le Figaro, Pío Moa afirma: "Ciertamente, ante la inacción del gobierno para restablecer el orden público, la derecha había empezado a organizarse y a conspirar con el ejército. Pero Franco había rechazado tres veces la idea de un golpe de Estado. De hecho, Franco parecía más cauto que otros generales cuando se organizaban conspiraciones, “porque no quería dar un golpe de Estado que no tuviera garantías de funcionar, sin la participación de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto", explica Nathan Rousselot.

"En este punto, Pío Moa no se equivoca del todo, pero las intenciones golpistas de Franco existen, y fue uno de los generales que hablaron de un golpe de Estado en diciembre de 1935, y luego en febrero de 1936, en el momento de la proclamación del Frente Popular, para impedir el regreso de la izquierda al poder", continúa Rousselot.

5. Sobre las fosas comunes

Al final de la entrevista concedida a Le Figaro, el ensayista termina mencionando la exhumación de fosas comunes, un proyecto doloroso en España, emprendido por asociaciones que se quejan desde los años 2000 de la falta de recursos financieros, debido a la falta de un compromiso claro del Estado.

Tras minimizar los resultados de las exhumaciones realizadas "durante veinte años con dinero público", Pío Moa continúa: "Estos descubrimientos se escenifican de forma espectacular y sin retrospectiva", asegurando que en 2003, cerca de Granada, se habían confundido "huesos de cabras y perros" con restos humanos de víctimas republicanas. ¿Qué sentido puede tener esta anécdota, de ser cierta, dada la importancia de lo que está en juego con las exhumaciones, unas 4.000 fosas con alrededor de 100.000 desaparecidos?

¿Qué influencia tiene en la derecha española?

Los historiadores con los que ha contactado Mediapart confirman también que la Segunda República Española sigue siendo objeto de un vivo y rico debate dentro de la comunidad científica. En particular, sobre la mecánica perversa de la cadena de violencia, entre revolución y reacción, a partir de 1934.

“Algunos historiadores, que se basan en gran medida en los discursos de los actores, hacen hincapié ahora en la violencia de la izquierda y consideran que habría sido posible una república de derechas [tras las elecciones de 1933], y que no se les dio una oportunidad", describe Charlotte Vorms. “Otros historiadores más de izquierdas, como Rafael Cruz, han demostrado que los métodos de actuación no eran los mismos, entre la violencia de derechas y la de izquierdas.” Y continúa: "Los debates sobre la Segunda República son muy vivos, pero es una discusión con argumentos bien fundados, posiciones antagónicas de historiadores, que utilizan métodos científicos. No tiene nada que ver [con las tesis de Moa]".

Tras el gran éxito del ensayo de Pío Moa de 2003, algunos académicos, como los españoles Enrique Moradiellos y Ángel Viñas y el británico Paul Preston, se sumaron a la causa para criticarlo. Esa labor de zapa, realizada por respetados historiadores, ha empañado la imagen de Moa en España, pero no impidió que este revisionismo franquista floreciera, a partir de finales de los años 90, en una parte de la clase política española anclada en la derecha.

En una entrevista concedida a InfoLibre (socio de Mediapart en España), el historiador Francisco Espinosa lamentaba en 2021 "la victoria de los 'Moa'", en alusión a los argumentos de Pío Moa y otros pseudohistoriadores nostálgicos del franquismo, que ahora se pueden escuchar en el Congreso de los Diputados, en boca de los diputados del derechista PP y del ultraderechista Vox.

Francisco Espinosa destaca el papel decisivo del conservador José María Aznar en este asunto. Entre 1996 y 2004, el jefe del Gobierno del PP se apoyó en las teorías revisionistas popularizadas por Moa y otros para contrarrestar la historiografía de la represión franquista que entonces estaba en pleno apogeo en las universidades españolas, así como las demandas de la sociedad civil para la exhumación de fosas comunes. En 2003, Aznar citó el bestseller de Moa -que acaba de ser traducido al francés- entre sus lecturas de verano.

Como prueba de la intensidad de estos debates hoy en España, el Ayuntamiento de Madrid, en manos de la derecha, retiró en 2020, a propuesta de Vox, la placa de una calle de la capital con el nombre de Francisco Largo Caballero, sindicalista y figura del Partido Socialista, que gobernó entre 1936 y 1937. Un "delincuente" y un "antidemócrata", dijo un diputado madrileño de Vox para justificar su propuesta, retomando el argumento desarrollado por Moa en particular. Desde entonces, muchos historiadores han expresado su oposición a la retirada de la placa, y a finales de julio pasado, dos años después, los tribunales han exigido finalmente su reposición.

Revisionismo y blanqueo de dictadores

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“Se está produciendo una reescritura de la historia, que consiste en decir que la izquierda es responsable de los peores males del siglo XX", observa Nathan Rousselot. “El movimiento es bastante similar al que conocemos con Éric Zemmour en Francia. La traducción al francés del libro de Pío Moa está en consonancia con el momento de banalización de la extrema derecha al que asistimos en estos momentos en la Asamblea Nacional.” El historiador continúa: "En el vídeo del Figaro, la periodista Isabelle Schmitz habla de Calvo Sotelo [asesinado en julio de 1936] como una figura de la derecha moderada, cuando él procede de la extrema derecha monárquica. Todo lo que está pasando es muy revelador.”

Caja negra

Ni Isabelle Schmitz, de Le Figaro, ni los editores de L'Artilleur, contactados por Mediapart, han respondido a nuestras peticiones.

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