Las políticas xenófobas de Trump fuerzan a muchos mexicanos a buscarse la vida en el sur de América
“Desde que Trump ha vuelto ya no hay nada para nosotros allí, así que tomé la decisión de marcharme”. Tras pasar veintiséis años en Estados Unidos sin papeles, José Luis C. ha regresado a su ciudad natal, Acapulco, en México. Ha dejado al otro lado de la frontera a tres hijos con doble nacionalidad en California y Arizona, donde también viven, en situación ilegal, su hermano y su familia.
“Ya ni se atreven a ir al cine o comer fuera. Les digo que tengan cuidado, que salgan lo menos posible y que ahorren dinero por si surge algún problema”. Dice que hay una situación “mucho más violenta que antes” para los inmigrantes en Estados Unidos. Los agentes de la policía de inmigración, el ICE, hacen cada vez más redadas, a veces violentas, sin respetar los derechos de las personas. Según las cifras de la institución, entre enero y agosto de 2025 fueron detenidas 60.000 personas, una cifra récord.
La lluvia resuena sobre el techo de chapa mientras José Luis cuenta cómo la policía lo entregó a los servicios de inmigración, que lo llevaron a uno de esos centros de detención donde los inmigrantes esperan durante meses, a veces años, la resolución de su caso. En marzo, decide regresar a México. Lo llevan de vuelta a la frontera sin saber siquiera si tiene prohibida la entrada al país: “No tengo ningún documento firmado, nada de nada”.
En Nogales, las autoridades mexicanas se hacen cargo de él y lo acogen en el marco del programa consular “México te abraza”, que se puso en marcha en enero. A José Luis le dan su tratamiento contra la diabetes, así como un viaje gratuito a su ciudad natal y un cheque de 2.000 pesos (unos 100 euros). El Gobierno mexicano afirmó en junio haber acogido así a más de 56.000 conciudadanos.
José Luis se ve obligado a empezar de nuevo a sus 45 años. En Acapulco se reencuentra con dos hermanos y una hija mayor que acaba de graduarse en medicina forense. “Volver después de tantos años y reencontrarme con mis seres queridos me produce un sentimiento muy fuerte, una mezcla de alegría y tristeza que se me queda atragantada en la garganta.” Panadero de profesión, ha encontrado trabajo en la zona hotelera, donde gana 350 pesos (unos 16 euros) al día. Le preocupa la inseguridad en la ciudad costera y reconoce que le cuesta adaptarse: “La verdad es que la vida aquí me resulta muy difícil”.
Regreso a los países de origen
Mientras que el número de entradas ilegales en Estados Unidos se ha desplomado, con una caída del 91 % con respecto al año anterior, el departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha anunciado que han abandonado el país 2 millones de personas indocumentadas: 400.000 expulsiones y 1,6 millones de salidas voluntarias. Aunque esta última estimación es difícil de verificar, parece estar ganando terreno la idea de regresar.
En redes sociales como TikTok o Instagram, hay cientos de testimonios seguidos de hashtags como #RegresoAMéxico, #MexicanDream o #SelfDeported , de personas, en situación ilegal o no, que están en proceso de regresar a su país de origen. Por otra parte, los consulados mexicanos de Los Ángeles (California) y Tucson (Arizona) observan un aumento significativo de solicitudes de doble nacionalidad.
El mexicano Pavel Salas, de 40 años, aunque tiene documentos estadounidenses desde su regularización, también ha regresado a México. Sin más ilusiones sobre el sueño americano, cuyos “días están contados”, en su opinión, debido “al daño que Donald Trump está haciendo al país”, se ha visto invadido por el “cansancio” de un cuarto de siglo de trabajo incansable y de una familia dividida entre dos países.
Pavel decidió volver definitivamente durante el verano. Ha abierto un restaurante de tacos en un barrio residencial de Guadalajara, en el Estado de Jalisco. Lejos de caer en la idea de un “sueño mexicano”, se adapta poco a poco a su nuevo entorno: “Una parte de mí sigue allí. Después de veinticinco años, me he convertido en una persona diferente”, cuenta salpicando sus frases con palabras en inglés.
Lo mejor para mí es volver a Colombia, allí tendré más derechos y me sentiré algo mejor
“El sueño americano también se puede cumplir en México”, dice Israel Concha, que fue deportado en tiempos de Obama y es fundador de la asociación New Comienzos. Reúne a una comunidad de mexicanos que han regresado, voluntariamente o no, de Estados Unidos. Muchos son dreamers, que han crecido al otro lado sin estatus legal. La asociación les anima a aprovechar su dominio del inglés para encontrar empleos, idealmente remunerados en dólares, en centros de atención telefónica o teletrabajo: “Hay estadounidenses que se instalan en México para trabajar a distancia, así que nosotros también”.
Pero muchas otras nacionalidades pasan, voluntariamente o no, por México. La reintegración de las personas en sus países de origen, lejos de ser fácil, se convierte en un reto “fundamental”, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“En Estados Unidos han adquirido competencias que representan un valor añadido para el desarrollo de su país”, según Alexandra Gómez, coordinadora de un programa de retorno voluntario asistido. Desde 2018, la agencia de la ONU ha ayudado a 14.000 personas a regresar a su país de origen desde México. “En el contexto actual, el retorno forma parte más que nunca del ciclo migratorio, es un derecho”, afirma la responsable.
10.000 cruces de frontera norte-sur
En enero, cuando Donald Trump suspendió el sistema de citas para obtener asilo CBP One, se quedaron bloqueadas en México unas 300.000 personas, según Médicos Sin Fronteras (MSF). Volver por el mismo camino no es más fácil. En Ciudad de México, frente a la embajada de Venezuela, Rosa Angélica, vendedora de empanadas, advierte que irá “a pie” al país que la acoja: Colombia o Perú. El dinero de sus ventas le servirá para el viaje, en lugar de para renovar un pasaporte que cuesta varios cientos de dólares.
“La embajada de Venezuela no coopera”, afirma July Rodríguez, de la asociación Apoyo a Migrantes Venezolanos. “Desde hace más de un año, ha dejado de expedir salvoconductos a todas aquellas personas que ya no tienen documento de identidad.” En la peligrosa selva del Darién, entre Panamá y Colombia, la OIM ha observado más de 10.000 cruces de norte a sur desde febrero, en su mayoría de personas originarias de Venezuela.
Las necesidades son tales que el presupuesto de la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados se duplicará en 2026
Muchos ya se han marchado, constata Luis Marcano a su alrededor. Este venezolano acaba de celebrar su 28 cumpleaños en la capital mexicana tras haber sido víctima de un secuestro el año pasado en la frontera norte, que vio cómo se cerraba ante sus ojos. Ha encontrado un trabajo informal en la construcción, lo suficiente para vivir y enviar algo de dinero a su familia.
En su teléfono guarda un vídeo enviado desde Venezuela por su madre en el que muestra a su abuela, a la que le regaló un teléfono por su cumpleaños. “Me piden que vuelva, me dicen que encontraremos una solución para el dinero”, pero Luis confiesa que hace diez años que se fue de casa y que está decidido a aguantar un año más, el tiempo necesario para completar su solicitud de asilo en México. “¿Volver sin nada y empezar de cero? No, no puedo.”
En nueve meses, más de 66.000 personas han iniciado los trámites ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). Las necesidades son tales que el presupuesto de la institución se duplicará en 2026.
Por su parte, Walker S. se ha prometido marcharse antes de Navidad, junto con unos treinta compañeros de la central de abastecimiento en la que trabaja, al norte de México: “Lo mejor para mí es volver a Colombia, allí tendré más derechos y me sentiré algo mejor.” Carece de estatus legal en México y teme a los servicios de inmigración y a los abusos de la policía.
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A sus 48 años, quiere construir una casa para su madre, una promesa que le ha guiado en el camino de la migración. “Volver es como si todos los sueños se acabaran, me digo a mí mismo que he fracasado”, confiesa Walker. Con su objetivo en mente, ya está pensando en irse a otro país, por qué no a España, para buscar trabajo: “Porque a eso vamos, ¿no? A trabajar.”
Traducción de Miguel López