Radares, drones, barcos y satélites: así han ayudado más de 150 científicos del CSIC en la dana de Valencia

Dos investigadores del CSIC inspeccionan una fachada afectada por la riada, tomada a finales de noviembre

Menos de 24 horas después de la tormenta, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ya tenía activado un equipo de emergencias para dar una respuesta a la dana. Geógrafos, arquitectos, químicos, oceanógrafos… la lista de los más de 150 expertos que han trabajado en la zona es interminable. Sus soluciones han sido imprescindibles para acelerar la búsqueda de cuerpos y garantizar la salubridad de vecinos y voluntarios, y confirman que seguirán allí durante meses o incluso años para apoyar en la reconstrucción de los más de 50 municipios afectados.

Inés Galindo, coordinadora de Emergencias del CSIC, explica que la respuesta en la dana ha sido la primera prueba de fuego de este equipo, que surgió después de las experiencias de la pandemia y del volcán de la Palma. Durante estas catástrofes, científicos de esta institución dieron apoyo a gobernantes y servicios de emergencias, pero vieron que era necesario crear un protocolo para responder lo más rápido posible.

"Esta organización previa nos permitió crear muy rápidamente equipos para gestionar la logística, la seguridad de los científicos, el envío de muestras al laboratorio… hay que tener en cuenta que nosotros estamos acostumbrados a trabajar en proyectos que duran años, y estas catástrofes necesitan una inmediatez a la que no estamos acostumbrados", explica Galindo. Esta geóloga ha trabajado en desastres anteriores como el desprendimiento rocoso de la Gomera de 2020 o la erupción en La Palma en 2021. Tras el estallido del volcán, decenas de miembros del CSIC acudieron a la zona, y tres años después algunos todavía continúan desplegados para garantizar la recuperación del territorio.

Galindo se encarga de coordinar a los 29 centros del CSIC que han pasado por la región en el último mes y medio. Los más de 150 científicos se han distribuido en 15 grupos de trabajo, como el de inundaciones, el de cambios en el terreno, el de riesgo sanitario, el de riesgo social o el equipo impacto marino. Los primeros en desplegarse fueron los hidrólogos, los expertos en infraestructuras y los pilotos de drones. "En una inundación como esta es imprescindible hacer una cartografía. Teníamos mapas previos a la inundación, pero necesitábamos los posteriores para coordinar la respuesta", añade.

El principal apoyo del CSIC a los equipos de rescate ha sido la tecnología necesaria para ayudar a buscar a los desaparecidos, que los primeros días se contaban por decenas. Una semana después de la catástrofe mandaron el buque de investigación Ramón Margalef, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), un barco puntero equipado con una ecosonda capaz de generar mapas de alta resolución del fondo marino y un robot para explorar el lecho y fotografiarlo.  Para las labores de rescate, un equipo de expertos en hidrología también se ha dedicado a estudiar los cauces de las ramblas para identificar en qué puntos hay más probabilidad de encontrar a personas, y dirigir allí a los equipos de rescate de la UME, la Policía Nacional y la Guardia Civil.

La última incorporación que ha sumado el CSIC a la zona afectada es el empleo de espesantes para limpiar rápidamente los garajes inundados. Consiste en un polímero, donado por la cementera Cemex, compuesto por una arcilla modificada que absorbe el agua en minutos y convierte el fluido en una pasta que se puede extraer con pequeñas excavadoras. Según explica Félix López, coordinador del dispositivo de Residuos del CSIC para la dana, el espesante permite en apenas un día limpiar un garaje inundado de 500 metros cuadrados con hasta medio metro de agua, una manera de acelerar el trabajo y derivar las bombas de achique a los subterráneos más grandes.

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El equipo de Residuos, organizado por López, ha sido una de las piezas clave durante el primer mes de trabajo porque la cantidad de barro que ha generado la dana ha sido astronómica. "Desde luego ha sido una de las mayores inundaciones de la historia reciente. Hemos calculado el lodo movilizado y todavía no puedo dar una cifra, pero hablamos de millones de metros cúbicos. El tsunami de Japón de 2011 produjo unos 40 millones. Nosotros nos hemos quedado por debajo de ese número, pero aun así la cantidad es muy grande", señala López.

Los expertos en residuos también han analizado la composición del barro que ha inundado el área metropolitana de València para estudiar hasta qué punto puede suponer un problema de salud pública, aunque los portavoces del CSIC consultados prefieren no compartir los resultados que tienen hasta ahora. La contaminación de las aguas subterráneas y de enclaves ambientales como la Albufera ha sido otra de las preocupaciones de los científicos, que han empleado imágenes satelitales y datos topográficos para busca los lugares idóneos para depositar los residuos con el menor impacto posible en el ecosistema.

En las últimas semanas también han enviado una unidad móvil para medir la calidad del aire, otro de los problemas de salud a los que se han enfrentado los vecinos. Este equipo está ubicado en Picanya y mide la concentración de gases como el dióxido de nitrógeno y el óxido de azufre, pero los datos más interesantes son los de concentración de partículas microscópicas, las menores de 10 micras y de 2,5 micras, que son dañinas para el organismo. "También hemos hecho muestreos de ese polvo para conocer su composición, y es equivalente a una calima. Es inorgánico y se forma por el secado de los lodos. Hay días con más concentración y otros menos, depende del tráfico que haya y de la fuerza del viento", aclara.

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