Fascismo
El tour mediático de Isabel Peralta abre un debate sobre cómo abordar el fascismo en la prensa
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Isabel Peralta. Hasta hace apenas cuatro días era un nombre que no decía nada. Ahora, en cambio, casi cualquier lector lo habrá asociado a una cara al mismo tiempo que lo leía. Se trata de la joven que el pasado sábado pronunció un discurso antisemita en una concentración neonazi en homenaje a la División Azul que tuvo lugar en el cementerio de la Almudena, en Madrid. Sus palabras no pasaron desapercibidas. Las redes sociales se hicieron eco rápidamente de su intervención en el acto. Pero su rostro y su nombre comenzaron a correr como la pólvora este miércoles, cuando medios como El Mundo, La Razón o El Español publicaron entrevistas con ella. No había crítica, simplemente preguntas para conocer un poco mejor al personaje. Y las redes volvieron a debatir. Dar voz a este tipo de ideologías, ¿es blanquear el fascismo o mostrar una realidad?
La Fiscalía de Madrid anunció el martes que había abierto diligencias para determinar si se profirieron gritos antisemitas durante la concentración, desvelada por La Marea y en la que hubo simbología neonazi. Fue el consejero de Justicia, Interior y Víctimas, Enrique López, según informó Europa Press, el que solicitó la apertura de esa investigación con el objetivo de averiguar si se había producido un ataque contra la comunidad judía, al considerarlo constitutivo de un posible delito de odio. "Es nuestra suprema obligación luchar por España y por una Europa ahora débil y liquidada por el enemigo, el enemigo que siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío", pronunció, sin titubear, Peralta. Tan sólo unas horas después, Twitter le cerró su cuenta en la red social. Peralta, que la creó en mayo de 2019, la empleaba como altavoz de sus mensajes de odio contra los judíos, negacionistas contra el Holocausto, machistas y homófobos. Según Twitter, la joven fascista había incumplido sus normas.
Ese altavoz ya no está. Sin embargo, sí continúa el de los medios de comunicación. Y ese es el debate: ¿son los medios ahora un altavoz del fascismo al entrevistarla o simplemente muestran una realidad informativa? Depende de a quién se le pregunte. Según Rafael de Mendizábal, presidente de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), el discurso de Peralta, a pesar de todo lo criticable que pueda ser, forma parte de la libertad de expresión, por lo que censurarlo no sería lo más correcto. Sin embargo, Pedro Vallín, periodista, y Amparo Huertas, directora del Instituto de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), creen que la entrevista puede realizarse, pero no de la manera que se ha hecho. La decana del Colegio de Periodistas de Andalucía, Eva Navarrete, y el periodista Antonio Maestre, por su parte, creen que actuar como altavoz del fascismo es, claramente, un error.
Lo importante no es el qué, sino el cómo: la estrategia de la confrontación
Vallín considera "innegable" que la de Peralta ha sido "una de las imágenes de estos días", pero considera que "una cosa es eso, y otra convertirla en una especie de icono pop". "El periodismo no puede emanciparse de la noticia, pero de ahí a hacer como si el fascismo fuera una opción válida, hay un viaje muy largo", afirma.
Huertas, por su parte, opina parecido: no hay que ocultar esta ideología, pero tampoco hay que mostrarla sin filtros en los medios de comunicación. "El ocultamiento de estos discursos, que están ahí, no es bueno. Si aceptamos la censura para este caso, ¿por qué no hacerlo para otro?", se pregunta. Pero, como Vallín, cree que hay que dar visibilidad a estas ideolologías de una manera muy concreta. Y muy diferente a la que se ha hecho en esta ocasión. "Los medios no pueden ser meros transmisores de ningún discurso y, en este caso, lo que hay que hacer es evitar su banalización. El periodista debe apuntar hacia la crítica, pero debe realizarla en el mismo diálogo, cuestionando al entrevistado", sostiene. "El tratamiento de la entrevista debe ser muy reflexivo, sobre todo cuando se realiza a alguien que no defiende valores democráticos", añade Vallín, que apunta a que lo más importante es que los medios sean los que manejan "la agenda". "Es la primera gran herramienta y la más importante", sostiene.
El problema, dicen ambos, es que actualmente el periodismo se mueve bajo la dictadura del click, de las visitas a sus webs, de la viralización de sus noticias. Ya lo dijo Vallín en el año 2018, a modo de respuesta a una pregunta de la también periodista Ana Pastor, que planteaba de qué manera los medios podían contribuir al auge de ideologías de extrema derecha como Vox. "Hemos actuado de forma irresponsable como gremio en pos del debate cutre, el click y la audiencia click , quizá no estamos ya a tiempo de hacer nada muy relevante contra el fascismo", lamentaba. Huertas, en la misma línea, critica "la viralización y la espectacularización" que se busca en ciertos contenidos que no tienen ningún "planteamiento periodístico". "No se puede pensar más en el rendimiento que en el contenido", expone.
Silenciar al personaje: sin el medio, no existe
Hay otra estrategia: no dar voz ni atender a los discursos fascistas. Es lo que defiende Navarrete, que sostiene que si los medios de comunicación no dan voz a personas como Peralta, éstas siguen estando en la sombra. "Con estas entrevistas le damos relevancia pública a gente que no debería tenerla, porque al final estamos haciendo normal lo que no lo es. Hay cosas mucho más importantes que ésta", sostiene. Y recuerda que hay que tener especial cuidado, pues todo lo publicado por la prensa se replica más tarde en las redes sociales. "Hemos contribuido a magnificar la voz de una persona que, sin nosotros [los medios], hubiera pasado desapercibida", añade.
Maestre, que entre otros medios trabaja en La Marea, que dio en primicia la información del acto en el cementerio de la Almudena, está de acuerdo con ella. El periodista debe tener el "control" sobre las informaciones que genera relacionadas con el fascismo, insiste. Hay que controlar el "cómo y el cuándo" se ofrecen las noticias relacionadas con sus discursos. Y en una entrevista es imposible. "El periodista pierde ese control porque la persona entrevistada puede decir lo que quiera con plena libertad", lamenta.
Pero no sólo es eso lo que hay que valorar, indica. "También hay que ver si esta persona es relevante en términos informativos. Realmente los periódicos como El Mundo y El Español lo han hecho porque ha adquirido relevancia en redes sociales y porque se ha convertido en una especie de icono de un fascismo menos agresivo que asegura clicks. Buscaban el folclore y las visitas, y eso es banalizarlo", denuncia.
El peligro del periodismo como altavoz aséptico: el efecto sobre Vox
El peligro de que los medios actúen como altavoz es que, aun sin quererlo, pueden convertirse en meros canalizadores de un discurso extremista que, más tarde, cale en la población. Y que dé votos a los partidos que lo defienden. Ha pasado con Vox. Y ha pasado también con otras formaciones de extrema derecha en Europa. Carl C. Berning, Marcel Lubbers y Elmar Schulueter, en su artículo Media Attention and Radical Right-Wing Populist Party Sympathy: Longitudinal Evidence From The Netherlans (2018), ya constataron que "la atención de los medios de comunicación es fundamental para la fortuna de los partidos de derecha radical", una idea plasmada también en el año 2010 por Stefaan Walgrave y Knut de Swert, autores de The Making of the (Issues of the) Vlaams Blok. El segundo autor opina que "tan pronto como los medios tratan a la extrema derecha como a cualquier otro partido, se normalizan. Incluso si esta atención es menor que su cuota electoral".
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Carolina Plaza, investigadora en Ciencia Política en la Universidad de Salamanca, insiste en que, a más atención, más votos. "Los medios de comunicación de masa hacen que los mensajes lleguen, dando una imagen de normalidad y consiguiendo que parezca que los discursos fascistas pueden enmarcarse dentro de la libertad de expresión", dice. Entrevistas como la de Peralta, añade, "luego tienen consecuencias en términos electorales, porque se fortalecen ciertos partidos que adoptan o recogen ese mismo discurso, o uno parecido".
Desde que Vox saltó al espacio mediático, de hecho, su apoyo no ha hecho más que crecer. Tras su irrupción con 12 diputados en las elecciones andaluzas del 2 de diciembre de 2018 llegó su entrada en el Congreso de los Diputados con 52 escaños y su sorpasso al PP en Cataluña el pasado domingo, cuando las urnas les dieron 11 asientos en el Parlament. Según el Barómetro de opinión realizado en febrero por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado este jueves, la formación ultra repetiría como tercera fuerza política en unas hipotéticas elecciones con un 13,6% de estimación de voto —una ligera mejora respecto a enero, cuando el CIS le daba un 13%—. Se forma, por tanto, una especie de bucle infinito: a más escaños, más visibilidad; a más visibilidad, más escaños.
Juan Francisco Albert, director de Al Descubierto, un centro de investigación especializado en análisis de la extrema derecha, explica que a Isabel Peralta se la ha "blanqueado y sobreexpuesto". Sin embargo, y en sintonía con Plaza, opina que ya es tarde para que los medios oculten el discurso de Vox. Lo que hay que hacer, dice, es mostrarlo desde una "superioridad moral". "Hay que confrontarles, mostrar fallos, no dejarles hablar", explica. Y es que, según lamenta, "los medios son bastante responsables del auge" de la formación presidida por Santiago Abascal, precisamente, por no haber hecho eso. "Hay que ahondar en sus contradicciones, dejarles que digan cosas que asusten", sentencia.