Teatro

La "admirable mujer española"

Una escena de 'La Sección', de la compañía teatral Atirohecho.

"En esta hora no quiero olvidar a la admirable mujer española. Pues toda mujer que honre a su país en un sentido u otro es altamente patriota". El lector puede practicar mentalmente una voz aflautada y familiar. "Patriotas lo son Isabel II, Santa Teresa y toda aquella mujer española que supo conducir a sus hijos hacia la lucha y la muerte. Hasta el punto de que no sé qué es más sublime en esta gesta, si el hijo que cae o la madre heroica y sublime que lo empujó hacia la gloria". Es, efectivamente, la voz de Francisco Franco, recogida por la Sección Femenina en 1943. Un discurso olvidado, como sus efectos en las mujeres españolas, que la compañía Atirohecho sube a escena en La Sección, en el madrileño Teatro del Barrio del 26 de enero al 23 de febrero

"Igual que la figura de Franco fue fundamental en nuestras vidas, la figura de Pilar Primo de Rivera también lo fue", se lamenta Jessica Belda, autora del texto junto a Ruth Sánchez González y también intérprete con Manuela Rodríguez y Natalie Pinot. Si han querido recuperarla es porque si del dictador se ha hablado mucho, de la hermana de José Antonio y de su peso en la represión franquista se ignora casi todo. "Eran invisibles", añade la directora, Carla Chillida, "Pero eran influyentes, y si leemos los libros de historia no aparecen. Ni ellas ni de quienes se ocuparon, que eran las mujeres". El campo de actuación de la Sección era lo doméstico, el espacio al que se restringía la mujer. Por eso, explican, tanto la academia como la memoria colectiva se ha olvidado de ellas. Aunque estuvieran allí desde el mismo 1936 hasta el mismo 1975. 

Cuando a Belda le propusieron, dentro de una investigación con la Universidad de Valencia, llevar a cabo un proyecto de visibilización de mujeres en la historia de España, la autora pensó de inmediato en centrarse en la dictadura. Junto a la dirigente de la Sección Femenina —fue, señalan, "la persona que durante más tiempo desempeñó un cargo político en España", con sus 43 años al frente de la organización— hay otras dos primeras damas del franquismo. Carmen Polo, esposa del Caudillo, ha sido protagonista de cientos de bromas (y de episodios del NO-DO). La segunda, Mercedes Sanz de Bachiller, viuda de Onésimo Redondo, es para la mayoría una perfecta desconocida. Atirohecho denuncia que las huellas de las tres están marcadas en la historia —y en la actualidad— y que es hora de hacerlas visibles. Y está Franco también... aunque sea como una marioneta —literalmente— de su mujer. 

Maternidad y auxilio

La Falange, en palabras de Pilar Primo de Rivera, haría que las mujeres fueran "más limpias, los niños más sanos, los pueblos más alegres y las casas más claras". "La Sección tenía tres grandes ejes: la mujer en el hogar, en la patria y el Imperio", cuenta Jessica Belda. A la patria, las mujeres tenían que "dar hijos para la patria, para la bandera" en un país que había perdido a un buen pedazo de su población. En el hogar, debían "someterse" al marido y cuidar de la higiene y la salud de la familia. En la tercera pata trataron de participar adoctrinando a mujeres de latinoamérica y el Sáhara señalando a estas últimas, por ejemplo, cómo debían decorar sus tiendas. "El franquismo proclamaba esta especie de épica femenina en la que les hacían creer a las mujeres que tenían una función muy importante. Cuando en realidad necesitaban controlar al 50% de la población". Entre 1937 y 1977, pasaron por el servicio social de la Sección Femenina tres millones de mujeres de entre 17 y 35 años, según recoge la muestra Mujeres de azul organizada en el Centro de la Memoria Histórica en 2009. 

El Auxilio Social creado por Mercedes Sanz de Bachiller, por su parte, se hizo cargo de huérfanos y viudas de la guerra de uno y otro bando. Y, más tarde, de familias de presos. Y de los hijos de las mujeres encarceladas. La patria potestad de los niños pasaba a formar parte del Estado, y se relaciona a la viuda de dirigente falangista con los casos de bebés robados que la justicia española aún no ha terminado de investigar. En la obra se nombra también a los niños de Rusia, a los que el franquismo, en una maniobra propagandística, se empeñó en repatriar. Consiguió hacerlo en 20.000 casos de 32.000 según el historiador Ricard Vinyes. "Adoctrinar a una mujer para que sea madre y para un hijo que muera por la patria es horrible, y también es horrible que te quiten un hijo. Hicieron mucho daño", denuncia Belda.

Paradójicamente, ni Pilar Primo de Rivera ni Sanz de Bachiller siguieron la vida ejemplar que promulgaban. La primera decidió seguir soltera, como muchas de las enseñantes a las que formaba la Sección, y dedicar su vida a su organización. La segunda volvió a casarse y tuvo varios hijos, pero tampoco optó por quedarse en casa: formó parte del Consejo del Instituto Nacional de Previsión —antecedente de la Seguridad Social— y fue procuradora en Cortes durante más de 20 años. En un momento de la obra, la fundadora del Auxilio Social se define irónicamente como "el prototipo de la mujer franquista". "Al franquismo no le importaba lo que ellas hicieran, sino lo que hiciera la amplia mayoría. Y estas mujeres hacían que la amplia mayoría guardara pleitesía al hombre", cuenta Belda, que se lamenta de "la perversión del sistema que hace que las clases dominadas se opriman a sí mismas". Chillida añade otra nota amarga: "Ellas se comprometieron con el Movimiento, pero aun así estaban relegadas a ser esposas, madres o hermanas. Nadie reconoció que hicieran nada por sí mismas". 

Del folclore a la ley

La obra toma como punto de partida el velatorio del dictador y la proclamación de Juan Carlos I como monarca, donde se encuentran Primo de Rivera y Sanz de Bachiller, y repasa la historia de la Sección mediante flashbacks. Esta estructura les permite "explicar por qué un retraso tan largo en los derechos de la mujer". La obra está construida en la línea del "teatro documento""teatro documento", una corriente fundada por el dramaturgo Peter Weiss y que parte con frecuencia de documentos históricos. Así, las creadoras de La Sección llevan a escena discursos de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco, artículos de prensa, citas reales de los personajes e incluso fragmentos de la legislación. Han seleccionado, explican, los apoyos que iba pidiendo la propia trama, esta sí ficticia, basada en la enemistad de décadas entre las dos dirigentes fascistas con la irrupción a menudo cómica de Carmen Polo. 

Cantes históricos

Cantes históricos

La estética de la obra está influida por la de la organización, teñida de un fascismo rural. Pero también por la ilustración, una de las bases de las creaciones de la compañía, que remite a los colores vivos de los tebeos de los cincuenta. Chillida ha introducido en escena ejercicios de gimnasia, popularizada por la Sección aunque sin la glorificación del cuerpo de sus compañeros nazis, y del folclore, que estas mujeres ensalzaron y ayudaron a conservar. Eso sí, la directora ha elegido "bailes de las regiones independientes" para burlar el terror de los fascistas —heredado por la derecha— de "que España se rompiera". Pero hay también elementos menos alegres, como el "Decreto Ley de 31-12-1938", que "prohíbe el trabajo de la mujer casada a partir de determinado ingreso del marido". O las las "Regulaciones Laborales de 1942", según las cuales "la mujer al casarse deja su puesto y a cambio recibe una dote nupcial". 

Los derechos conseguidos en 1931, recuerda Belda, "no se recuperarían hasta 1981". ¿Cómo no pensar que de aquellos polvos vienen estos lodos? La dramaturga habla de "la presuposición de que la función de la mujer es ser madre, la no consideración de la mujer en los puestos de trabajo, la violencia de género...". Males todos justificados durante décadas por "el precepto de la jefatura familiar", que "ha sido la base para la institucionalización de la violencia de género". Todavía hoy. 

 

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