Ideas Propias

Rocío Carrasco, o la política tras años de 'infotaiment'

Carolina Bescansa

Hace más de una década, los grandes expertos en comunicación estadounidenses generalizaron el uso del término infotaiment infotaiment. Se trataba de un neologismo compuesto por dos palabras: information and entertaiment. Su traducción sería algo así como infoentretenimiento. El término describe una forma de hacer periodismo —fundamentalmente televisiva— consistente en convertir en entretenimiento contenidos tradicionalmente informativos. En los últimos quince años, este estilo periodístico ha transformado la comunicación en prácticamente todos los ámbitos de interés. La política es uno de ellos, el más importante, y quizá por ello recibió su propia acuñación: politaiment. Pero no fue el único afectado: el fútbol y los deportes más populares corrieron una suerte similar. Aquí sólo me ocuparé del politaiment y sus derivadas.

No es fácil saber quién empezó primero: si los políticos acudiendo a los programas de entretenimiento con el objetivo de recabar la atención del público políticamente más apático o los periodistas de esos espacios tratando de ganar audiencia a través de contenidos sorpresa. En 1991, Henry Kissinger abrió la veda presentándose por un día como hombre del tiempo en el informativo meteorológico de la CBS. Desde entonces puede decirse que los políticos entraron por centenares de programas de televisión de todo tipo y su presencia en los espacios de entretenimiento dejó de ser una excepción. Con o sin campaña electoral, se convirtieron en invitados frecuentes. Como ocurre siempre, lo formal y lo sustantivo resultaron ser la misma cosa y, en esos platós, los contenidos de sus discursos se vieron obligados a mutar. Los nuevos formatos bloqueaban los planteamientos estructurales; en los talk shows, realities y programas de entretenimiento sólo había espacio para contenidos blandos, básicamente referidos a las cualidades de los candidatos, sus estilos de vida o sus biografías. Había nacido la política pop.política pop

Hard politics, soft politics

Esta nueva etapa de la comunicación escindió el campo de la información política en dos grandes bloques que algunos analistas empezaron a denominar hard politics y soft politics. La información política clásica había estado protagonizada casi de forma exclusiva por las hard politics. hard politicsSus espacios televisivos se articulaban, por un lado, en torno a la comunicación institucional, partidista o administrativa y, por otro lado, dando voz a protagonistas o representantes de los grandes problemas colectivos (empleo, vivienda, educación, sanidad, seguridad, justicia, etc.). La información política se ocupaba de los problemas políticos, las opciones para tratar de resolverlos y las controversias derivadas del enfrentamiento entre los actores a la hora de defender unas u otras opciones. Hard politics. Por supuesto, siempre ha existido información clasificable como soft politics porque los líderes y las lideresas siempre han sido objeto de información de sociedad. Pero una cosa es ser “objeto de” soft politics y otra cosa muy distinta es producir soft politics.soft politics

En términos globales, probablemente el punto de inflexión se produjo en 1998 con el machistamente denominadocaso Lewinsky.caso Lewinsky Aquel escándalo sexual de abuso de poder ocupó los telediarios de todo el mundo durante más de tres años. Tras la investigación periodística, política y judicial, el presidente Clinton fue objeto de un impeachment por mentir al Congreso y al pueblo americano al negar reiteradamente que hubiese mantenido relaciones sexuales con la entonces becaria en la Casa Blanca, Monica Lewinsky, de apenas 22 años. El escándalo arrancaba del ámbito de las soft politics (el comportamiento sexual de Clinton) y desencadenaba una tormenta de consecuencias en el ámbito institucional norteamericano: hard politics.

Con todo, es un fenómeno difícil de datar porque los cambios no se produjeron de manera simultánea en todo nuestro mundo. Es algo que ocurrió a lo largo de los años 90 en algunos canales de televisión de EEUU e Italia. Y aunque su extensión ha sido desigual, España participó desde un primer momento de esta mutación y, en paralelo con Italia, los contenidos y las prácticas propias del politaiment fueron acaparando cada vez más espacio en la programación televisiva.

Primero, Soraya Saénz de Santamaría baila en El Hormiguero. Después, el chalet de Pablo IglesiasEl Hormiguero.

Esta mutación de la información política desde las hard politics hacia las soft politics ha tenido lugar en dos etapas bien diferenciadas. En la primera, los programas de entretenimiento dieron entrada a políticos de todo signo en tanto que celebrities capaces de despertar el interés de las audiencias. Los y las políticas ofrecieron, en contrapartida, información sobre sus vidas privadas o desplegaron rasgos de su personalidad reprimidos en el ámbito de la comunicación política convencional (Mi casa es la tuya, Bertín Osborne, 2010). Poco a poco, ellos mismos comenzaron a generar contenidos para los espacios de entretenimiento (llamada telefónica de Pedro Sánchez al presentador de Sálvame a raíz del Toro de la Vega, 2014). La normalización de estas apariciones llevó a las direcciones de los programas de televisión a intensificar el ablandamiento de los contenidos, forzando la transformación de las y los políticos en cuasi-concursantes, sometiéndolos a pruebas de habilidad o atrevimiento como vía para garantizar la atención del público (Soraya Saénz de Santamaría en El Hormiguero, 2015, bailando la misma canción de Michelle Obama en el show de Ellen DeGeneres unos meses antes).

En una segunda etapa, los espacios tradicionalmente destinados a las hard politics (informativos y programas de debate político) abrieron sus parrillas a los contenidos políticamente blandos, centrados en lo accidental, lo banal y lo superfluo, especialmente si estaba referido a la vida privada de los protagonistas. Así, mientras en un primer momento se trataba de incorporar políticos a los programas de entretenimiento como celebrities, en esta segunda etapa la información banal y/o personal colonizó los espacios hasta entonces ocupados por la política institucional o conflicto partidista. Las soft politics comenzaron a desplazar a las hard politics en todas partes. soft politicshard politicsInformativos y grandes programas de debate fueron incorporando contenidos blandos, noticias ad personen, chascarrillos o anécdotas.

Twitter ha jugado, en este sentido, un papel fundamental. Se ha constituido como el principal espacio en el que se producen y difunden contenidos soft susceptibles de ser pantallizados, sin necesidad de que los y las periodistas, para armar su pieza, hagan más esfuerzo que abrir la aplicación. Si en una primera fase, las y los políticos colonizaron los programas de entretenimiento, en la segunda fueron los contenidos de entretenimiento quienes colonizaron los programas de información. Sólo así es posible entender la trascendencia mediática y política de una noticia como la de la compra de un chalet por parte de Pablo Iglesias, ejemplo español más destacado de esta deriva. Más allá de las críticas legítimas sobre lo adecuado o inadecuado de esta compra, lo cierto es que la tormenta de consecuencias que tuvo fue, para sus protagonistas y para su partido, homologable a la de la trama Gürtel para el PP o los ERE andaluces para el PSOE. Cuando la información política soft coloniza los programas de información política hard, su capacidad performativa sobre la opinión del público es mucho mayor que la de la información convencional.

Rocío Carrasco y la política

Si todo esto fuera un tablero del juego de la oca, diríamos que en la primera casilla los políticos ocuparon los programas de entretenimiento; y poco a poco, las direcciones de esos programas les fueron exigiendo a los políticos cada vez más y más espectáculo. Esta primera casilla resultó ser el puente del 6 y llevó la política a la casilla 12. En ella, los afectados fueron los informativos y los programas netamente políticos. Los contenidos blandos comenzaron a competir y desplazar a los contenidos políticos duros, cuya presencia y centralidad se ha ido empequeñeciendo paulatinamente. La (desaparecida) información internacional es el mejor ejemplo. Pero hay cientos. La boda de Rivera con Malú interesó más que la mochila austríaca. En la campaña electoral de 2015 explica X. Paitiby que lo más buscado en Google sobre Pedro Sánchez fue, primero, “Pedro Sánchez”; segundo “Pedro Sánchez mujer”; y tercero “Pedro Sánchez paquete”, como consecuencia de unas imágenes del entonces candidato escalando con un arnés alrededor de las ingles.

En esta senda de mutaciones de la comunicación política, cada vez que hemos cambiado de casilla hemos perdido algo. Primero, una cantidad significativa de respeto y confianza en la competencia profesional de un buen número de políticos. Después algo más importante: la comprensión de la naturaleza social de la política, su razón de ser como disciplina. La colonización de los espacios de información política con infotaiment está expulsando a los problemas sociales de las agendas mediáticas. Lo real social cada vez interesa menos a representantes políticos y periodistas de los informativos. Esta “política” no habla de lo que le pasa a la gente, sólo habla de sí misma: de las discusiones entre partidos, del mejor o peor funcionamiento de las instituciones o de la vida privada de sus líderes. Eso es todo.

Pero como bien han demostrado todas las crisis de representación que hemos vivido (o quizá sea siempre la misma crisis que no se resuelve nunca), lo real social nunca desaparece. De una forma o de otra, siempre (re)emerge. Una y otra vez. No importa cuántos ni durante cuánto tiempo traten de enterrarlo. Lo real social y el humano interés por cambiarlo, es decir, la política, siempre vuelven. real socialLa gran novedad es que esta vez han sido los productores de programas de entretenimiento quienes han descubierto el enorme interés de la política, esa política de lo real hoy arrinconada en las esquinas de los informativos. No de los políticos como celebrities. Los productores de realities han descubierto el enorme interés que suscita la política como herramienta para resolver problemas importantes que afectan a mucha gente. Rocío, contar la verdad para seguir viva es el último movimiento hacia una nueva casilla. En un contexto comunicativo en el que los políticos prefieren estar con Ana Rosa que en las ruedas de prensa; en la que los informativos prefieren hablar del baile de Ada Colau que de la franja de Gaza, la política, la de lo real, ha ido a refugiarse a los realities. lo realrealitiesSabíamos que a menudo la información de sucesos contenía más política que las crónicas parlamentarias. Pero en estos últimos tres meses se ha producido una mutación inesperada. En apenas diez programas, Rocío Carrasco ha sabido explicar mejor lo que es la violencia machista, el maltrato, lo que ocurre cuando una mujer denuncia y la importancia de pedir ayuda frente al agresor que todas las campañas desplegadas por las instituciones desde hace décadas. La política, la que trata de intervenir sobre lo social real para cambiarlo, ha terminado expresándose mejor por boca de los protagonistas de la farándula que en las comisiones parlamentarias. No es buena señal, estoy de acuerdo. Pero demuestra hasta qué punto nuestro sistema de representación política está agotado; demuestra las ineludibles urgencias de lo real social; demuestra la necesidad de la política; y demuestra, en definitiva, que los sistemas políticos cuando se resisten a cambiar no se hacen más fuertes: colapsan y a veces incluso revientan.

Una carta al general Mola

Una carta al general Mola

De corazón, gracias, Rocío.

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Carolina Bescansa es profesora de Sociología y Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid.

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