Muros sin Fronteras

En política deberían estar prohibidos los adjetivos

Una eventual independencia de Cataluña preocupaba a un 1,2% de los españoles, según el barómetro del CIS de julio. La inmensa mayoría no lo consideraba un problema grave. En cabeza seguían el paro y la corrupción, asuntos de los que hoy se habla bastante menos. ¿Qué ha pasado para que en cuatro meses se haya convertido en el monotema nacional? ¿Éramos unos naif en julio o somos unos histéricos en octubre? ¿Estábamos bien informados de la gravedad de la crisis? Parece que no.

Los que tenemos familia y amigos y visitamos con frecuencia Cataluña sabemos que algo pasó en la Diada de 2012, que fue espectacular y masiva. Era un movimiento de abajo a arriba al que saltaron los políticos. Aunque sigue teniendo esa fuerza de base hoy es un movimiento que se dirige desde arriba, con el apoyo económico y político de la Generalitat.

Ya hemos hablado de las causas: crisis económica, recortes al nuevo Estatut en 2010 y la pérdida de soberanía de los Estados en un mundo globalizado y en crisis, a merced de los llamados mercados. Esta situación ha potenciado las opciones de extrema derecha en Europa y, de alguna manera, en EEUU. En España ha impulsado a Podemos y al soberanismo catalán, que ha encontrado en la identidad una respuesta a un mundo cada vez más injusto.

Los medios de comunicación tradicionales, con sus excepciones, no ayudan demasiado. Prima cada vez más la uniformidad informativa; el prietas las filas se antepone a la praxis periodística de mostrar las contradicciones de las partes y dejar que el lector, el oyente o el televidente saque sus propias conclusiones. Aquí las conclusiones viajan enlatadas.

El relato

 

  • El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, uno de los pocos del Gobierno de Mariano Rajoy que se expresa en un excelente inglés, sorprendió a todos al afirmar en un programa de la BBC que algunas de las imágenes de la violencia policial del 1-O eran falsas. No aportó pruebas. La BBC no es como la actual TVE. Con este tipo de intervenciones mal preparadas, el Gobierno central no va a recuperar el control del relato en los medios de comunicación extranjeros. Pudo esgrimir un informe de Human Right Watch, pero prefirió la tangente.
  • Los corresponsales extranjeros se quejan de la falta de interlocución con el Gobierno, que parece más empeñado en hablar de los Reyes Católicos que de Carles Puigdemont. ¿Nadie sabe en La Moncloa que a los periodistas se les engatusa con información cierta? La misma propaganda que emite TVE es la que el Gobierno central quiere colocar a los corresponsales.

 

  • El Gobierno se ha asegurado el apoyo de las instituciones europeas: la Comisión, el Consejo Europea y el Europarlamento. No podía ser de otra manera: son Estados nacionales. Jean-Claude Juncker habló de la ingobernabilidad de una UE con 80 Estados. Muchos países europeos tienen problemas territoriales más o menos durmientes. Una independencia de Cataluña los despertaría de golpe.

 

  • Las palabras del primer ministro de Bélgica, el francófono Charles Michel, en el último Consejo Europeo molestaron a España, según ha transcendido. Michel se mostró preocupado por la actuación policial del 1-O y pidió diálogo con Cataluña. Obedecen más a su necesidad de mantener el equilibrio interno de su Gobierno formado por cuatro partidos, tres de ellos flamencos. Todos tienen una peligrosa letra pequeña bajo los pies.
  • Los apoyos de la UE, EEUU y Rusia (Putin aprovechó para lanzar una puya por Kosovo) no son un cheque en blanco a Rajoy ni están a prueba de porrazos. Los principales líderes han mostrado en privado su preocupación por la actuación policial. Merkel llamó a Rajoy para interesarse por los heridos. El Gobierno se ha gastado el comodín de la violencia.

 

  • El vídeo de Òmnium Cultural, el de Save Catalonia, al que hicimos referencia la semana pasada prueba que el discurso independentista, que tan bien ha funcionado en las televisiones globales (menos TVE, claro) empieza a cruzar la línea que separa la exageración de la burda propaganda. Se empiezan a leer textos más críticos en los medios extranjeros con las prisas del soberanismo. El vídeo anterior es la parodia de Polonia en TV3.

 

Los datos

José Miguel Contreras publicó el lunes un texto titulado “Qué ocurre si dejamos de opinar y analizamos los datos sobre Cataluña” que es de lectura obligatoria.

La política

 

  • Una de las claves del actual Procés es la DUI (Declaración Unilateral de Independencia). Sus partidarios esgrimen que están obligados porque así lo exigen las leyes, que es ese el mandato del referéndum del 1-O. Esas leyes, declaradas nulas por el Tribunal Constitucional del Estado, han vulnerado las propias leyes catalanas al suponer una derogación de hecho del Estatut, cuya modificación exige los votos de los 2/3 del Parlament (90 diputados). Tenemos leyes que se obedecen y leyes que se desobedecen al gusto del consumidor. No parece serio, pero el Gobierno central no ha sabido explicarlo en inglés, francés y alemán.

 

  • En política deberían estar prohibidos los adjetivos. Al Gobierno y sus aliados les gusta hablar de golpe de Estado. La presidenta del Parlament, Carme Forcadell, ha denunciado de manera consecutiva un estado de excepción de facto y una dictadura de facto. Si hubiera lo primero no podría declarar lo segundo. La exageración es una falta de respeto a las personas que viven en una verdadera dictadura, como la de Egipto, Arabia Saudí, y tantos otros sitios.

 

  • El soberanismo ha conseguido varios éxitos de los que no parece consciente. La actuación policial del 1-O les ha granjeado la simpatía de muchos sectores, les ha ayudado a proyectar la imagen de los débiles de la película, algo que atrae a los periodistas extranjeros (yo mismo he sido víctima de este sentimiento en el pasado). No sé si una insurrección civil como la que pide la CUP va a funcional igual ni si el Gobierno central va a cometer los mismos errores.
  • Los éxitos a los que hacía referencia son dos: se ha interiorizado la posibilidad de una Cataluña independiente a medio plazo y cada vez son más las voces que admiten, aún en privado, que la única solución es un referéndum pactado después de una reforma de la Constitución. Una DUI destruiría estos avances. La tentación es lanzarse al abismo convencidos de que en el fondo del barranco hay una stargate directa al paraíso.

Un poco de historia

 

  • No hay mandato para una DUI. Lo que sucede con las empresas se agravará en los próximos meses si persiste la situación de inestabilidad o insurrección. Las empresas que salieron de Quebec tras el último intento de independencia no han regresado. La última esperanza de los sectores más radicales del independentismo se concentra en una intervención política de la UE. Para que eso suceda, el Gobierno central tendría que volverse loco.

 

  • Desde el 9N, pasando por las autonómicas plebiscitarias de 2015 y el 1-O hay una constante: el número de independentistas oscila entre el 1,8 y dos millones, un 43% del censo en la última consulta, según datos de la propia Generalitat que no tuvieron control alguno. De ellos, unos 300.000 están muy organizados en la calle y en las redes sociales. Son la fuerza popular que va a plantear serios problemas al Gobierno con campañas de desobediencia masiva y ocupación de edificios para proteger a sus líderes. ¿Nadie ha previsto esto? ¿Viven Rajoy y sus ministros en una fantasía paralela a la fantasía independentista?

 

  • Eslovenia, mencionada con frecuencia como referente por parte del independentismo, tenía tres elementos diferenciadores: apoyo de Alemania, procedían de una dictadura sin que se hubieran desarrollado instituciones democráticas en Yugoslavia y el 90% de la población quería la independencia. En Argelia, que era provincia francesa, el apoyo a la independencia era similar al de Cataluña, y hubo guerra. Igual que en Croacia por una importante población serbia en la Krajina.

Una independencia con menos de la mitad de los apoyos es un salto al vacío que no será indoloro. Defender lo contrario es una irresponsabilidad, como lo fue negar la marcha de las empresas o estar seguros del reconocimiento internacional.

El dinosaurio sigue ahí

Aquí no hablamos de ADN ni de políticas inteligentes e imaginativas, para las que el Gobierno ha dado muestras de no estar capacitado. El peligro es que solo manejamos emociones, y las emociones no piensan. Decir hoy, “eso es imposible que suceda” no es una garantía de que no vaya a suceder. La única garantía de evitar un conflicto es el compromiso.

Cierro con este maravilloso Viatge a Itaca de Lluís Llach. El soberanismo lo ha tomado como un himno. Se supone que Ítaca es la Cataluña libre e independiente. El único problema es que el poema original, el de Cavafis, dice que en Ítaca no hay nada, que la riqueza está en el camino. Buen viaje.

 

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