Muros sin Fronteras

¿Qué está pasando en Irán?

Algo se ha puesto en marcha en Irán, pero aún no sabemos qué ni cuál es el objetivo de los manifestantes, si es que tienen alguno en este momento más allá de expresar su hartazgo. Tampoco sabemos cuál es el plan del Gobierno, más allá del palo, ni si habrá consecuencias políticas. De momento tenemos asaltos violentos a comisarías, cientos de detenidos y una veintena de muertos. La experiencia indica que no habrá sacudidas de calado. El régimen surgido de la revolución islámica está lejos del colapso pese a sus numerosos problemas internos.

Irán no es Siria, ni Túnez. Tampoco es una primavera árabe pues ni siquiera son árabes, son persas, algo que a veces se escapa en los medios de comunicación.

Mikel Ayestaran, uno de los periodistas españoles que más sabe de la zona, cuenta que todo empezó hace ocho días en una protesta de los seguidores de Ebrahi Raisi, el candidato que perdió las elecciones presidenciales del año pasado frente al reformista Hasan Rohaní, y a la que se ha sumado una retahíla de iraníes, cada uno con su ofensa. Lo que vemos estos días es la expresión de un descontento general.

Las primeras revueltas se iniciaron en un pequeño pueblo que en su día apoyó a Ahmadinejad y que no le ha ido bien con Rohaní. Sea cual fuera el motor de los seguidores de Raisi, esto se les ha ido de las manos.

Hay dos novedades sobre anteriores protestas. Pese a movilizar en sus inicios a un número reducido de manifestantes se han extendido a varios puntos del país sin una aparente conexión entre sí. Esto es lo que destaca Arash Karamoi, que escribe en el @AlMonitor, un medio de referencia. La segunda es que los protagonistas pertenecen al mundo rural y a las clases las desfavorecidas por la crisis. No es un movimiento urbano y de estudiantes. Al menos de momento.

Para situarnos: Raisi es un ultraconservador que ejerce de rival de Rohaní, al que consideramos moderado por el simple hecho de que no es ultraconservador. Funciona un poco como en la Iglesia Católica: los progresistas son aquellos que no son muy conservadores.

Raisi está en la primera línea de la sucesión del Guía Supremo de la Revolución, el cargo que se inventó Jomeini para ejercer de vigilante no votado por el pueblo. Jomeini tenía la auctóritas, el prestigio. Su sucesor, Ali Jamenei, bastante menos.

Jamenei es también un ultraconservador, en teoría aliado de Raisi. El trabajo de vigilar las esencias supuestamente revolucionarias es conseguir que nada cambie. Los manifestantes que empezaron dando vivas a Raisi han quedado desbordados por otros que gritan contra el Guía Supremo al que llaman “dictador”. Esta es la evolución a la que hace referencia Ayestaran.

Más allá de la asfixia política, la falta de libertad y de la omnipresencia de los guardianes de lo correcto, lo que tenemos en las calles se debe a un descontento generalizado en la sociedad. La gente está cansada de promesas incumplidas y de eslóganes vacíos. Como aquí, ¿no?

Cuando la economía no fluye, dejan de funcionar los resortes que mantienen vivo el miedo. Sumen cuatro variantes: escalada de los precios, impago de salarios en las empresas públicas, bancarrotas y pérdida de ahorros. Esta es la gasolina que ha provocado el incendio.

Irán es un país joven: cerca del 50% de sus 82 millones de habitantes no vivió la revolución. No hubo esperanza de cambio. Todo su horizonte es un régimen gris, corrupto y despótico. Nada extraordinario en una zona de regímenes grises, corruptos y despóticos.

Hay varios factores para explicar la crisis económica: las sanciones internacionales impuestas en castigo a su programa nuclear, parcialmente levantadas tras el acuerdo 6 +1 de 2015, la corrupción sistémica que todo lo empapa y el esfuerzo bélico en Siria, Yemen y Líbano. El país está exhausto. También influyen los precios a la baja del petróleo que también crea problemas a Arabia Saudí, su rival regional.

Los iraníes esperaban que el acuerdo nuclear y el levantamiento de las sanciones iba a tener un efecto inmediato en sus vidas. No ha sido así porque Trump traiciona el pacto con nuevas sanciones y porque el problema es estructural: la economía de los ayatolás no funciona.

Entre Irán y Arabia Saudí existe un contencioso religioso histórico. El primero es el país con mayor número de chiíes, una rama minoritaria del Islam. El segundo en la cuna y salvaguarda de los dos lugares más santos del islam, de todas las corrientes: la Meca y Medina. Los saudíes lideran el Islam suní desde una corriente fundamentalista, el wahabismo. Es de la que beben los grupos yihadistas como Al Qaeda y el Estado Islámico (ISIS). Irán y Arabia Saudí mantienen tres o cuatro guerras por delegación: Siria, Irak, Yemen y Líbano. Riad pierde en casi todas.

Un gran periodista iraní me dijo en Bagdad, en el verano de 2003, que su país necesitaba una segunda revolución. Una para expulsar del poder a los clérigos que secuestraron el movimiento popular que derrocó en 1979 al Sha Reza Pahleví, un dictador muy querido por sus patrocinadores estadounidenses y por la prensa rosa española, obnubilada con el glamur de su esposa, la princesa Farah Diba.

Pero ese Sha tan querido era un tirano similar o peor que Sadam Husein, el malo oficial, y con una de las policías políticas más sanguinarias de Oriente Próximo, la Savak. Si no sabemos más de sus crímenes es porque Pahleví y su Savak eran “nuestros hijos de puta”.

Si desean ahondar en el personaje y en su régimen les recomiendo El Sha, la desmesura del poder de Ryszard KapuścińskiEl Sha, la desmesura del poder, publicado en Anagrama.

El llamado acuerdo nuclear, que limita el desarrollo del programa atómico iraní para los usos civiles fue refrendado por EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Rusia y Alemania. Por eso se llama el pacto 6 +1: los cinco permanentes del Consejo de Seguidad + Alemania.

Como fue un éxito de Barack Obama, Trump y Benjamin Netanyahu están en contra, pese a que sus servicios de espionaje israelíes estaban a favor. Trump ha iniciado los movimientos necesarios para salirse del pacto. El presidente republicano está en esto, como en casi todo, con los saudíes y Netanyahu.

¿Qué mensaje tiene para Kim Jong Un? ¿Sirve de algo llegar a un acuerdo de esta magnitud con EEUU si el siguiente presidente lo incumple pese al apoyo internacional? ¿No será mejor armarse hasta los dientes y esperar?

Laura Rozen, que trabaja desde Washington para el Al-Monitor, sugiere que las revueltas en las calles iraníes complican la decisión de Trump de romper definitivamente el pacto nuclear. Cualquier movimiento en este sentido beneficiará a los más ultras. Quizá ese sea el juego y estemos sentados sobre miles de bombas en una partida global en que solo participan los ultras y los ineptos, los machos alfa que juegan a ver quién la tiene más grande.

No deberíamos confundir estas manifestaciones con la llamada Revolución Verde ocurrida tras las elecciones presidenciales de junio de 2009, las que ganó Ahmadinejad. Lo de la revolución verde fue un título periodístico porque los manifestantes usaban ese color, que es el del islam.

La realidad es que no hubo revolución, solo un aplastamiento. Quedó Neda como símbolo.

Aquellos jóvenes luchaban por la libertad. Estos aún deben ordenar sus prioridades y las ideas. El régimen tiene dos opciones: reprimir y seguir como si nada sucediera o reprimir y cambiar cosas para evitar males mayores.

Jamenei ya ha acusado a los “enemigos” exteriores de orquestar las revueltas. Puede leerse en clave regional, que señalaría a Arabia Saudí, o mundial, que alcanzaría a EEUU, el Gran Satán. Veremos pronto grandes manifestaciones en apoyo al régimen. Toda la política, incluso la anti política, se va movido a un terreno de teatralidad que los optimistas llaman posverdad.

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EEUU no ha sido muy inteligente con Irán, con la excepción del último Obama confrontado por el hecho de que los iraníes estaban en el mismo bando en la lucha contra el ISIS en Siria e Irak y que en ambos frentes han sido decisivos, igual que los kurdos, los otros apestados.

Trump ha vuelto a la casilla de los años ochenta, más atrás que el segundo Bush que ya era amiguísimo de los saudíes. ¿Recuerdan Fahrenheit 9/11 de Michael Moore?

Se perdió la oportunidad de mejorar las relaciones con el reformista Jatamí y nos encontramos con doble ración de Ahmadinejad. Estamos perdiendo ahora a la de Rohaní. Pero sobre todo hemos perdido la oportunidad de un cambio en la región para sentar las bases de la paz. Juntar en el tiempo un Irán inestable con una Arabia Saudí inestable sería la mejor forma de crear el cultivo de una guerra peligrosa.

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