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En Transición

Esos hombros cargados

Me refiero a los de Pedro Sánchez. Y dicen mucho más que todo lo que enumera en el vídeo con el que relata sus primeros 100 días de Gobierno. Sánchez se reivindica como presidente de un gobierno feminista, ecologista, europeísta, que impulsa el crecimiento económico al mismo tiempo que distribuye la riqueza para que llegue al conjunto de la sociedad, que apuesta por la formación, la innovación y hace suyas reivindicaciones sociales relacionadas con los derechos individuales, como el derecho a una muerte digna. Pero, sobre todo, se reivindica como el presidente de un Gobierno del cambio.

Sánchez difunde el vídeo vía Twitter un sábado de tarde grisácea, como quien llega a casa después de una semana de trabajo fuera de la ciudad, y cuenta a los suyos en qué está metido. Desde el despacho, apoyado en la mesa, con corbata pero sin americana, queriendo crear un clima de cercanía y con más guiños de los que parece bajo la atenta mirada de Miró.

Siempre he creído que los problemas de comunicación no son tal. A menudo se alude a ellos como excusa cuando se trata de justificar errores políticos o de cualquier otra índole, porque la comunicación, para bien o para mal, tiene la facultad de reflejar más de lo que parece. Por eso me llamó poderosamente la atención ver al presidente del Gobierno contar el relato de 100 días "apasionantes" mientras sus hombros mostraban, cargados, el peso de la gestión, de las contradicciones, de las dificultades y de los continuas rectificaciones.

Da la sensación que el Gobierno de Sánchez se está topando de bruces con una realidad que existe e insiste y con contradicciones cada vez más agudas tanto en su gabinete como en el conjunto del país. El caso de la venta de armas a Arabia ha resultado ser paradigmático de muchas cosas: el Gobierno español anuncia su intención de anular la venta a Arabia Saudí de 400 bombas de precisión láser, una operación ya comprometida por valor de 9.2 millones, y lo hace ante la sospecha de que esas armas iban a ser utilizadas en la guerra de Yemen, conflicto que hace clamar contra la guerra y la política saudí a no pocos líderes políticos y movimientos sociales.  Ya el anuncio ocasionó las críticas de quienes siguen de cerca estos asuntos, al considerar, con razón, que esta operación es sólo la punta del iceberg de unas relaciones con Arabia Saudí que deberían ruborizarnos. Pues bien, si a los expertos en el tema el anuncio les sabía a poco, unas horas después cundió el pánico por la posibilidad –real o imaginaria–, advertida por los trabajadores movilizados, de que se anulara el encargo a Navantia para construir cinco corbetas, lo que supondría un enorme perjuicio a los astilleros de Cádiz haciendo saltar por los aires un contrato de 1.800 millones de euros y 6.000 puestos de trabajo anuales, entre directos e indirectos, durante cinco años. Nadie sabe a ciencia cierta –o al menos hasta la fecha no se ha publicado nada– si esa amenaza ha existido, quién la ha hecho y en qué términos se plantea. Incluso organizaciones como Armas Bajo Control desconfían de que haya sido así, dado que países de nuestro entorno como Alemania, Bélgica y Noruega ya tomaron medidas restrictivas para la exportación de armas que pudieran ser usadas en el conflicto de Yemen, y no hubo represalias similares.

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El Gobierno de Sánchez, de bruces contra la realidad, empieza a recular. Pero no es el único atrapado en contradicciones. En un programa de Salvados, Kichi, el podemista alcalde de Cádiz, afirmaba: "El contrato (de Navantia con Arabia Saudí) me parece necesario. Significa trabajo y nosotros somos constructores de barcos, lo hemos hecho desde la época de los fenicios. En Arabia Saudí los derechos humanos no son respetados y estoy en contra de eso, pero mientras, ¿qué comemos? Hoy en día soy alcalde de esta ciudad y la responsabilidad es mirar por el interés de sus vecinos y la construcción de los barcos no va a acabar con la guerra en Yemen. Si no los hacemos nosotros, los harán otros. Quién me iba a decir que iba a defender un contrato de Navantia con Arabia Saudí, pero hay que ver la situación real de las familias de Cádiz".

Los hombros cargados de Sánchez reflejan el cansancio y el peso sobre la espalda de quien se reivindica como un Gobierno del cambio e intenta hacer política ensanchando los márgenes de lo posible. En sociedades tan complejas como las que vivimos, los poderes están más repartidos de lo que parece y nadie por sí mismo tiene capacidad de cambiar las cosas con su sola voluntad. Más bien se trata de, en un ejercicio permanente de seducción, ir generando alianzas y complicidades con las que compartir el peso de derribar el muro para ensanchar esos márgenes.

Podría decirse que, para cambiar las cosas, más que intentar derribar muros, gobernar hoy se parece a surfear: ver la ola, elegir el momento adecuado, y tener la fuerza necesaria y las piernas firmes para levantarse en el instante preciso para cabalgarla. Para eso hace falta mantener la espalda recta y los hombros en su sitio, algo que difícilmente podrá conseguirse en soledad.

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