El Ojo Público

Adiós periodismo, hola propaganda

el presidente del PP, Pablo Casado, durante su visita a Ceuta.

Eva es una periodista de RTVE. No es famosa, no aparece en tertulias, ni figura como líder de opinión. Es, simplemente, una periodista más que acude a su trabajo, y pretende realizar la tarea de ofrecer información a los ciudadanos. No la conozco personalmente. Supongo que es una más de los periodistas con p minúscula que, como cientos de compañeros, pretende cumplir día a día con su cometido de una manera casi anónima para el público que demanda información. Hace unas horas estaba en Ceuta, donde el líder del PP ofrecía una presunta rueda de prensa, rodeado de público mayoritariamente afín. Eva preguntó sobre un asunto de plena actualidad, la implicación de la ex secretaria general de su partido, María Dolores Cospedal, en las maniobras policiales para sustraer información a Luis Bárcenas sobre ese asunto. Termina su pregunta entre silbidos y reproches del público, entre los que destacó el insulto a la periodista: "¡Guarra!". Casado, que seguramente no se apercibe de ese grito, recoge la petición de los presentes, que clama que allí se está para hablar de Ceuta y no de Cospedal, y responde que "está bastante de acuerdo con esos caballeros".

El Consejo de Informativos de TVE ha condenado este viernes "enérgicamente los insultos, pitos y abucheos contra varios periodistas", condena a la que se han sumado otras organizaciones profesionales, mientras en la mayor parte de los medios se ha destacado que ya hubo un precedente similar, protagonizado por el líder de Vox, Santiago Abascal, en Sevilla, y se ha coincidido en que ese tipo de actos no son ruedas de prensa, sino actos políticos partidistas. Mi compañero Fernando Varela recuerda en redes sociales un pensamiento de Albert Camus: "La nobleza de nuestro oficio siempre tendrá sus raíces en dos compromisos difíciles de mantener: el rechazo a mentir sobre lo que sabemos y la resistencia a la opresión".

Pero en esencia el dislate de Ceuta o Sevilla no es nuevo, por lo que, parafraseando a Vargas Llosa, podemos preguntarnos ¿Cuándo se jodió el Perú?. Tras décadas de dedicación a esta profesión (una profesión que exige tener mucho oficio) me atrevo a situar el momento en que la serpiente salió del huevo cuando desaparecieron las caravanas de periodistas que seguían a los distintos líderes políticos en las campañas electorales; de población a población, de mitin en mitin, recogían discursos, describían ambiente, y cantidad de seguidores, se fijaban en los detalles, en las respuestas a quiénes se acercaban al personaje en los "paseos improvisados", o en los posibles incidentes... con todo ello montaban sus crónicas basadas en criterios profesionales... Hasta que, unas antes, otras después, las formaciones políticas se rebelaron contra tanta independencia periodística, que muchas veces iba en contra de cuidadosas planificaciones; para ellos las campañas debían ser una eficiente propaganda de líder y partido, en la que las interpretaciones de los periodistas no solo sobraban, sino que podían ser dañinas.

Para ello crearon "la señal realizada"; fuera periodistas, fuera planos que mostraran claros y hasta vacíos en los auditorios, fuera destacar mensajes que no convinieran en esa población o momento. Vídeos y textos apoteósicos, públicos entusiasmados, frases jaleadas con fervor...; inconvenientes o directamente rechazo a la presencia de periodistas, y distribución ágil, rápida, "completa" de los resúmenes elaborados por el equipo de "Comunicación". Las empresas se ahorran costes sustanciosos; los partidos difunden sus mensajes ¿Qué puede salir mal? Adiós al periodismo; bienvenida propaganda.

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Abierto el melón, se sucede el desprecio al periodismo: ruedas de prensa a través de un plasma; huidas aceleradas, respuestas evasivas sin posibilidad de repreguntar; salas para los informadores alejadas de donde se producen los actos importantes; vetos a medios o profesionales poco afines. Por último se desemboca en la derivación a redes sociales con inserción en ellas de mensajes sincopados, difundidos por miles, o cientos de miles, sin posible respuesta profesional; breves vídeos colgados en internet, para sustituir el cara a cara.

Algunos bienintencionados ingenuos claman: ¿Por qué no se rebelan los periodistas? ¿Por qué no abandonan las ruedas de prensa que no lo son? Los periodistas, ¡ay los periodistas!, con una situación y retribución tan inestable como precaria, hacen lo que manda el "dueño de la imprenta" y ese dueño, antes empresario de la comunicación, representa, en realidad, a los mismos poderes financieros que defiende esta u otra formación política. Pocos son los medios que tienen como "dueño de la imprenta" a los lectores y se permiten emitir una voz periodística libre.

Ojalá hechos tan zafios como el denunciado en Ceuta faciliten una cierta catarsis, una rehabilitación del valor del periodismo. Mientras, los que podamos, seguiremos el magisterio de Camus: no mentimos, ni aceptamos presiones.

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